lunes, 28 de marzo de 2016

Dante

- El último de nuestro archivo... el cazademonios.
- Esta parte del proyecto es crucial para nuestro éxito... y este cargo debe recaer en las manos correctas.
- ... Mi Señora... ¿por qué me da este sello?
- Falta que pongas esa marca en el documento, querido Conde.
- ...
- Esa marca la debes de reconocer tú, Jueza.
- ... Sí, mi Señora. Era mi favorita... Es la marca mortal, la marca de la muerte segura.

Nombre:Dantis  Dante
Apellidos: Sparda
Raza: Semivampiro, semiángel. Cazademonios.
Dimensión: El Purgatorio

Poderes/armas:  Pistola Bloody Rose, Pistola Angel, Sangre carmesí.
Crush: ???

¿Qué es la vida y qué es la muerte? Me lo pregunto desde hace milenios y aún no obtengo respuesta.
Destino o azar, qué más da, la existencia se sumió en una guerra entre dimensiones. El caos y el horror invadieron el Purgatorio, más de lo que ya teníamos encima en nuestro interior y en nuestro mundo.
El Tommy Mel's cerró, el Balneario fue destruido por una bomba, el Love Hotel se quedó sin gente... un desastre. 
Muchos, culpables e inocentes, vienen a mí en búsqueda de ayuda. Yo sé quién se la merece y quién no, pero muchas veces he tenido que dejar a algún inocente a su suerte. A eso debo añadir esas noches cuando la Luna asoma entera y yo me transformo en bestia... a saber cuánta sangre he derramado. Soy tan culpable como ellos.
El Infierno nos ataca y nos odia. El Cielo nos abandona porque nos odia. Estamos solos y este mundo está condenado a la destrucción, a menos que yo pueda evitarlo.
Ahora como helado de fresas en un pequeño bar dejado de la mano de a saber qué Dios, pero es suficiente para mí, aunque cada vez que entro en él las malas gentes me miran de reojo con rabia y miedo a la ves.
Al día después a que un extraño guerrero hecho de oscuridad me entregase la dichosa carta de los Juegos de la Tierra, fui a aquel bar a tomarme otro helado. Aquel día fue un tanto diferente. Había una niña de no más de 10 años vestida de loli rosa a juego con su color de pelo. En cuanto me fijé en ella vi que una panda de veinteañeros le habían robado su conejito de peluche y se estaban riendo de ella.
- ¡Pero bueno! - exclamé.
Dejé mi apreciado helado a un lado y me levanté de mi sitio. Me dirigí a ellos con actitud desafiante.
- Vosotros. Qué estáis haciendo.
Los chavales me miraron al principio aterrorizados, más que la gente de todo el bar que nos miraba, pero pronto intentaron adoptar una expresión chulesca y dura. Lo intentaron.
La niña lloraba echando de menos a su peluche, que había sido pisoteado y maltratado por aquellos gamberros.
- ¿Quién eres? No te metas en esto - me dijo uno de ellos.
- Eso, eso - añadió uno gordinflón. - Ocúpate de tus propios asuntos.
- Eso mismo debería advertiros, grasiosillos - dije. - Iros a jugar con vuestras cosas y dejad a la niña en paz.
- ¿Y si no queremos, señorhéroe? - dijo el primero.
- (No soy un héroe, pedaso de...!) Entonces tendréis que haceros amigos de una vieja amiga mía.
- ???
- ANGEL.
Saqué mi pistola y comencé a dispararles mal aposta ya que no era mi intención matarles. Bailaron muy bien jeje, después de eso se fueron corriendo del bar. Guardé mi pistola de luz y pregunté a la niña:
- ¿Estás bien?
Me giré y vi que ya había recogido su conejito de peluche. Lo estaba intentando limpiar de la suciedad que tenía. Lo apretó contra su pecho y me miró con ojos llorosos.
- G-Gracias, señor...
- No me lo tienes que agradecer, señorita.
- ¡Oye, tú! - me empezaron a hablar. Vi que era el dueño del local - Bastantes líos tengo como para encima ver cómo destrozas mi bar y haces escándalo público. En serio, deberías irte antes de que algo peor ocurra aquí, cazademonios.
- ¿Cazademonios? - dijo la niña.
- Ungh... Está bien, lo entiendo. Pero deberías tener mas cuidado con lo que se cuece aquí. Esta niña ha estado sufriendo delante de sus narices.
- Y a mí eso qué más me da. Fue ella la que entró sin permiso y sin ser mayor de edad. Es lo que tiene romper las normas, y a la gente le gusta.
Muchos se rieron. La niña miró abajo tristemente. Paseé mi cara endurecida y pronto se les pasó a todos la tontería. Pegué un golpe en a barra y el tabernero dio un pequeño saltó, por no decir que chilló como una nenasa.
- Me voy porque quiero alejar a esta niña de este antro infectado por vosotros, pero la próxima ves quien tendrá consecuencias serás tú.
Caminé hacia la puerta ante las miradas de la gentuza y la abrí.
- Ven conmigo - le dije a la niña.
- ¡Uh! Sí >o<
Ella me siguió y salimos de allí. Una vez en la calle, me acerqué a mi moto.
- S-Señor... m-muchas gracias.... No sé cómo agradecérselo - decía ella con vergüenza.
- Tranquila, ya te lo dije antes. No hay nada que agradecer. Solo debes tener cuidado de no entrar en esos sitios ¿de acuerdo?
- De acuerdo >.<
Ella acarició su peluche.
- ¿Cómo se llama tu conejo?
- No tiene nombre, señor. Le quiero demasiado como para ponerle un nombre.
- Interezante. Eso está bien.
- ^/_/^ Eres la primera persona que lo entiende.
- Entiendo lo poco entendible jeje Por cierto, ¿cómo te llamas tú?
- ... Cuando vivía me llamaban Tomoka.
- ¿Tomoka? Qué nombre más bonito n.n Ahora vives aquí asique te sigues llamando Tomoka o el nombre que quieras.
- Este mundo... .... - bajó la cabeza - está putrefacto. Está muerto, estoy muerta, mi nombre también.
Aquella reacción me pareció poco normal en alguien como ella. Seguí la conversación.
- ¡Vaaamos! No digas esas cosas. Si te portas bien aquí, irás al Cielo. Además, antes de la guerra este sitio no estaba tan mal, ¡había piscinas!
- Soy una gafe. Por eso cuando vine aquí llegó la guerra y todo se destruyó... Siempre fue así.
- Tú no tienes nada que ver con eso, jovencita. La guerra es por esa mala gente peor que la calaña de ese bar.
- :S
- Pero si tan mal te sienta estar aquí... supongo que es porque estás sola en este mundo.
- Entre otras cosas sí...
Aquella niña me parecía demasiado inocente como para ser una posible pecadora merecedora de expiar sus pecados en el Purgatorio. Seguro escondía un pasado, un presente y un futuro ocultos e inimaginables. Esa debía ser su magia. Había tomado una decisión.
- Escucha. No quiero que estés sola; asique a partir de ahora serás mi acompañante.
- ¿A-Acompañante ka?
- Sí. Pronto me iré de viaje a unos Juegos en otra dimensión y necesito que alguien venga conmigo. Me gustaría que fueses tú.
- ¿O-Otra dimensión?! ¿Yo? ¿T-tú también estás solo en este mundo?
- Un poco solo jeje n.n Mis amigos están allá fuera. Bueno, ¿te apuntas?
Tomoka asintió. Nos subimos a la moto y conducí por las calles de la ciudad apocalíptica.
- Señor, ¿es verdad que eres el Cazademonios?
- Exacto, Tomoka-chan. Soy Dantis Dante Sparda. Me puedes llamar Dante.
Tomoka sonrió a pesar de tener miedo de que la moto se cayese o que perdiese a su apeluchado amigo.
Pronto iba a ser el comienzo y el fin de la historia, el destino diría si el final es caos, lus o sangre, quién ganará.




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