Me desperté en cuanto me di cuenta de que me faltaba el aire. Súbitamente me levanté de la cama mientras varias gotas de sudor caían de mi rostro. Me percaté de que estaba en una pequeña cabaña a oscuras. La telas de las dos pequeñas ventanas interrumpían el paso de los rayos de sol al interior.
La cabeza me daba vueltas y llevándome la mano a esta para intentar aliviar el dolor pregunté en voz alta sin esperar respuesta:
- ¿Q-Qué ha pasado?
- Al fin despertaste - respondió una voz conocida detrás mío.
Me giré y en medio de la oscuridad vi a Nura
sentado en el suelo con Nenekirimaru en la mano.
- ¿C-Cómo? ¿No habías vuelto a Ukiyo-e?
- Claro que volví. Hasta que apareciste tú.
- ¿Eh?
- ¿No te acuerdas de nada?
- No.
Se levantó y caminó hasta quedarse de pie mirándome con expresión seria. Se agachó y con ojos intensos como si estuviese intentando encontrar algo que perdió dentro de los míos explicó:
- Mientras estaba organizando a los demonios de mi Desfile de los Cien Demoni
os, apareciste tú del mismísimo cielo. Sin dragones y sin nada. Estabas espectacular pero sobretodo... muy cambiada. No parecías tú.
- ¿Yo hice eso...?
- No solo eso. También intentaste matarme.
- ¿MATARTE?
- Sí. De hecho tuvimos una pequeña pelea. Estaba bastante reñida, la verdad. Me hubiera gustado poder seguir con ella y probar aquellos nuevos poderes que tenías, pero apareció Rei junto a dos sacerdotisas.
- ¿Rei-kun...?
- ... Después la sacerdotisa que llevaba el traje azul marino lanzó un extraño talismán contra ti y dijo un par oraciones en un idioma antiguo... no logré descifrar cuál era. En cualquier caso, te inmovilizó. Cuando se acercó a ti puso dos dedos sobre tu frente, dijo otro par de palabras raras y te quedaste dormida.
- Yo... no recuerdo haber...
- Sentenció que debíamos llevarte a la ciudad onmyouji de Kyoto para que volvieses a ser tú misma. Y aquí estamos.
- ¿Estamos en Kyoto para que yo...? Pero... ¡Este no es sitio para youkais!
- Cebolla... Los youkais más fuertes son los que saben camuflarse muy bien. Y los mejores están aquí.
Me quedé mirándole apenas sin comprender. No recordaba absolutamente nada.
- Tus ojos eran de fuego como en el Purgatorio... pero derrochaban una ira poco propia de ti. Tu pelo estaba recogido por una coleta alta y tu kimono era corto del mismo color que las plumas del Gran Fénix Legendario. Con esas pintas me atacaste en mi propio hogar... el mío y el de mi Clan. Hablabas de convertirte en Señora del Pandemonio. Tú... una sacerdotisa... JAJAJA En cualquier caso, con la tontería lograste hacerme esto...
Me enseñó su pecho vendado y me llevé las manos a la cabeza del horror.
- ¿Yo... hice eso...?
Una voz que provenía de las sombras de una de las esquinas de la cabaña habló:
- Sí. Además de enfrentarte a mí también.
Rei se acercó con sus luminosos ojos rojos. Parecía enfurecido
- ... No recuerdo nada.
- ¡No estabas bien de ti misma! ¡En cualquier momento te podría haber hecho cenizas!
- Pues sigo entera e_e
- ¡¡Porque me controlé!! Sabes que con mis poderes soy capaz de matarte.
Era cierto. La Akame que se enfrentó tanto a Rei como a Nura no era consciente de que Rei la habría matado en décimas de segundo. Tuve suerte de haber conseguido una amistad con él. Me limité a apartar la mirada hacia abajo... Observé que pegado a las sábanas había un talismán de tipo Exorcismo de caracteres muy raros.
- Supongo que esa Akame o quien quiera que fuese viene de lo del Fénix y de lo que hablaba Dante... Mola - comentó Nura.
- ¿Que mola...?
- ¡Claro que sí! ¡Ahora somos un grupo más fuerte y eres menos "fría"! nDn - añadió Rei.
- ¿Fría? e_e
- Eres menos sacerdotisa ;) - dijo Nura.
- ... Ungh - le miré seriamente aunque en el fondo me sentía mucho mejor, sobretodo de que estuviese allí conmigo... - etto... oye, ¿cómo decías que era la sacerdotisa que me paró los pies? ¿con un traje azul marino?
- Sí. Fue la misma persona que te hizo el exorcismo ayer por la noche nada más llegar aquí, a Kyoto.
- Debió de ser Tsubaki... - aventuré a decir.
- ¿Dónde aprendió esa magia? Cuando te hizo el exorcismo vi que era totalmente diferente a los normales que suelen hacer las mikos de este mundo - dijo Rei.
- No lo sé... hace tiempo que no hablo con ella.
- Deberías tener cuidado con ella... Ten tu instinto alerta - aconsejó Nura.
- Lo tendré, sí. Pero tengo que hablar con ella y agradecerle lo que ha hecho - comenté.
- Está afuera, en la plaza de la ciudad.
- Gracias, Nura-kun.
Me levanté y me desequilibré. Si no llega a ser por Nura y Rei, me habría caído. Les aseguré que me encontraba mejor y seguí caminando. Aparté la tela que había en la puerta y salí al exterior.
Me deslumbró la luz de mediamañana pero, en cuanto mis ojos se acostumbraron, me encontré en el lugar más sagrado que había pisado en mi vida.
No encontraba ningún otro aura demoníaca aparte de Nura y Rei. Parecía que allí vivía el mismísimo Buda.
Casi todos los ciudadanos que avistaba eran monjes, sacerdotisas... gente totalmente relacionada con una vida dedicada al servicio a los demás, la bondad, el cielo, luchar contra el mal... Era increíble también como todas esas personas llevaban ropas blancas, rojas
o de colores claros. Sin embargo, cuando llegué al centro de la ciudad vi una figura que contrastaba con la blancura que había por toda la ciudad. Era Tsubaki, mi antigua compañera en el Templo del Gato Negro, la sacerdotisa del traje azul marino. Estaba observando la fuente de bambú tranquilamente hasta que se percató de mi presencia. Me miró y sonrió con esa sonrisa decidida y orgullosa.
- Vaya. Asique al final conseguiste despertar.
- Sí - respondí seriamente. Nura tenía razón, mi compañera estaba ocultando un poder extraño y estaba intentando adivinar cuál era mientras seguía la conversación - me han comentado lo que hiciste por mi. Te lo agradezco.
- Chiquilla~ No me lo agradezcas. Al fin y al cabo nos conocemos de casi toda la vida ¿no?
- Sí.
- Qué tiempos aquellos en nuestro Templo... A veces añoro las clases del Maestro Kuro.
- Sí... Yo también.
Nos quedamos un rato en silencio contemplando la pequeña fuente de Bambú.
- Te has convertido en una sacerdotisa increíble, Akame-chan.
- Puedo decir lo mismo de ti.
- Matar al Gran Fénix Legendario junto a temibles youkais... eso sí que es tener agallas.
- ¿Cómo lo sabes?
- No se habla de otra cosa en toda Japón, amiga. En los pueblos no se habla de otra cosa del "regreso de la sacerdotisa sucesora de los domadores de dragones que acabó con el Gran Fénix.
- Vaya...
- Lo que no tenía muy claro era lo de que te acompañasen youkais. Tú siempre odiaste a los demonios. De hecho te especializaste en su matanza el último año en el Templo ya cuando me había ido ¿no?
- Sí... pero la vida da muchas vueltas.
- Ya veo... Pero no con simples ayakashis... ¡el mismo Nurarihyon! ¿Cómo es que estableciste una relación con él?
- Es... una larga historia x_x
- Se podría decir que él es el rey de los youkais... Es el demonio más poderoso de la Tierra... Pero tu otro amigo, el de negro, tiene un poder sobrenatural... En cuanto vino Akane-chan junto a él no me creí que ese ser pudiese existir en la Tierra...
- Bueno... también es una larga historia~
Me miró con su sonrisa pícara.
- Espero que algún día me cuentes esas historias. Pero, dime, ¿dónde estuviste todo este tiempo? Desapareciste completamente en cuanto partiste de tu Templo.
- Se alargó mucho la batalla...
- No puede ser que se alargase tanto como para que los rumores llegasen hasta aquí muchas semanas atrás.
- Bueno... hice un viaje con ellos... para probar esos nuevos poderes...
- ¿Para que luego se te fuese la cabeza en tu viaje de vuelta? ¿Con ELLOS?
- Sí... es complicado...
- ¿A dónde fuiste exactamente?
Tenía que ocultar nuestro viaje al Purgatorio. No me fiaba de Tsubaki. Improvisé.
- Nos quedamos por Hokkaido. En un lugar apartado de las ciudades y de las aldeas...
- Interesante - hizo una pausa observando el ambiente de Kyoto - Es increíble hasta donde hemos ido a parar.
- ¿Por qué lo dices?
- Akane-chan no ha evolucionado mucho pues se quedó todo este tiempo cuidando de tu Templo. Pero tú, por ejemplo, has conseguido un poder que no cualquier sacerdotisa podría conseguir. Por no hablar de Kikyo-sama...
- ¿-sama?
- Se ha vuelto muy muy muy fuerte...
- ¿Qué ha sido de ella?
Soltó una extraña risita.
- ¡Por Buda, Akame-chan! ¿De veras has estado en Hokkaido o has viajado a la Luna?
- ¡Dime!
- Kikyo-sama tiene una misión muy importante.
- ¿Una misión?
- Sí. Y muy dura... Hace semanas casi a la vez que cuando te fuiste vinieron a la aldea Higurahi, donde viven Kikyo-sama y Kaede-chan, unos exterminadores de demonios con la Shikon No Tama.
- ¿EEEEEH? Espera... ¿LA ESFERA DE LOS CUATRO ESPÍRITUS?
Tsubaki asintió.
- Pero esa perla estaba en la Cueva de la sacerdotisa Midoriko... en su vientre - comenté.
- La tumba de Midoriko comenzó a hacer cosas extrañas desde hace meses. Una vez me pidieron unos aldeanos de la zona que me quedase para reforzar el sello. Sin embargo... el destino ha hecho que la esfera de los Cuatro Espíritus regresase a la faz de la Tierra.
- Y... Kikyo...
- Los exterminadores de demonios trajeron la Shikon No Tama
a Kikyo-sama para que la purificase y la evadiese de todo mal. Desde entonces, Kikyo-sama no ha recibido otra cosa que no sean ataques de numerosos yokais continuamente. Su vida está totalmente al límite... y sobretodo ligada al poder de la Esfera.
- Corre un gran peligro ¡Debemos ayudarla!
- Es una de las sacerdotisas más poderosas que he visto en mi vida... tal vez la que más. Se las podrá apañar sola...
- ¡Pero si todos los días la atacan se acabará cansando!
Tsubaki no respondió.
- Confiemos en lo que dijo el Maestro Kuro sobre nuestro talwnto. Al fin y al cabo, según él, somos las tres sacerdotisas más poderosas del mundo.
- La Profecía.
Tsubaki asintió aún sonrientemente.
- Las tres sacerdotisas más poderosas del Templo del Gato Negro disputarán su destino. Dos morirán tempranamente, una por amor y otra por oscuridad. La última llegará al éxito con una buena y larga vida.
Me limité a mirarla seriamente. Esta al ver que no comentaba nada, añadió:
- Cuidado con esos poderes tuyos... están fuera del alcance de cualquier ser viviente. Está en el equilibrio entre el Yin y el Yang. Yo que tú me ocupaba de evitar que se corrompiese....
- Estoy trabajando en ello.
- Pero sobretodo no te enamores - mi corazón empezó a latir violentamente. Me dio la sensación de que una luz roja salió de la mirada de Tsubaki - No permitas que ningún hombre te desee. Por el contrario, tendrás una muerte muuuuy dolorosa...
Estaba en completa tensión. Hubo un momento en que la sangre comenzó a arderme como la vez que me encontré con Hiroito antes de convertirme en... Dios sabe qué. Logré controlarme. Sabía que Tsubaki me estaba provocando. Pero aquella aura roja que desprendió de sus ojos no me gustó nada. Decidí ignorarlo por el momento, me armé de valentía y contesté aún con el corazón a mil:
- Gracias por el consejo. Gracias por todo, Tsubaki-chan.
Ella me dio la espalda y comenzó a andar.
- No deberías tratarme de "-chan". Al fin y al cabo... somos competidoras de nuestro propio destino.
- -Sama. Tsubaki-sama - corregí - ... ¿tú a qué te has dedicado todo este tiempo?
- ¿Yo? Ingresé en otro Templo. Decidí ampliar mis conocimientos.
- ... ¿Y qué Templo es si puede saberse? ¿Te has especializado en algo?
Me dirigió una última mirada, esta vez por encima del hombro... la que más mala impresión me dio así como la más tétrica.
- ¿Por qué iría a decírtelo? ¿Para que hagas tú lo mismo y me ganes? Ni hablar, Akame-chan. Labra tu futuro solita.
- ... No pensaba hacer otra cosa. Simple curiosidad.
Noté en el ambiente algo que rompía con la armonía de Kyoto. Supuse que era la competitividad... la carga mágica entre Tsubaki y yo... dos de las sacerdotisas más reconocidas de toda Japón.
Tsubaki se volteó y emprendió la marcha hacia su destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario