domingo, 1 de febrero de 2015

El mensajero de los dioses

Caminamos en medio del interminable desierto nevado. Llegué a la conclusión de que aquella nieve era imposible de derretir ya que hacía un día tan soleado que parecía que estuviésemos en alguna playa del mar Mediterráneo.
Aquella materia fría era más blanca que la leche y había tanto nieve dura como en polvo. Los pedazos de hielo incrustados en el suelo como estatuas deformes eran de un azul brillante que descomponían la luz solar en multitud de colores brillantes.
La convivencia entre nosotros mejoró considerablemente. Tal vez conseguimos hacernos a la idea de que éramos un grupo que estaba siendo perseguido por todo el reino y no teníamos tiempo para reprimir nuestras diferencias, sin embargo, notábamos cómo nuestras piernas se volvían más pesadas al dar un paso más. Los demonios intentaron llevarnos rápido con su "súpervelocidad" pero no funcionó. Abbadon llegó a la conclusión de que los dioses habían empezado a cambiar ciertas leyes naturales en aquel mundo. No recuerdo qué dijo exactamente pues me pareció bastante complejo de entender... pero definitivamente ni Rei, ni Nura, ni Dante, ni Abbadon podían usar ese truco.
Así pues, sin descanso y sin provisiones, estábamos en medio de la nieve. Lo único que me distraía era ver a Kumato el gatomate que hacía volteretas y cosas graciosas con su cola... Parecía ser el único acostumbrado a desplazarse sin cansarse.
Al fin a lo lejos vimos un pequeño pueblo y nos dirigimos a él para descansar... si es que a eso se le podía llamar pueblo, pues solo había cuatro casitas de dos o tres pisos y una estatua de un ángel hecho con hielo.
- ¡Abbadia! - exclamó Abbadon mientras sus ojos azules centelleaban.
- ¿Abbadia... ka? - pregunté.
- Es mi pequeño pueblo... consagrado al arcángel de Caetoneko... aquí es donde nací y comenzaron a alabarme como patrón de este mundo.
Eché otro vistazo a la estatua. Realmente era un Abbadon esculpido en hielo. Era extremadamente naturalista y detallista... se podían distinguir hasta las venas de los músculos en tensión. Aquella sensación de movimiento contrastaba con su cara inexpresiva y seria de ethos. Las alas desplegadas ocupaban casi la mitad de la superficie del pueblo, perfectamente proporcionadas a la figura corporal también enorme de una altura considerablemente llamativa además de estar retorcida sobre si misma. Su coraza estaba a modo de paño mojado y tenía relieves llenos de gatos tanto nekopersonas como gatomates.
Nura estaba contemplando la estatua y comentó:
- Sigo preguntándome cómo puedes ser el patrón de los nekos si ni siquiera eres un neko.
- Para los caetonekeños no hay nada más puro que alguien con orejas humanas - explicó Abbadon con una sonrisa orgullosa.
Kumato el gatomate se acercó a Abbadon y acarició su pierna con la cabeza. Al ver esto sonreí y acto seguido oímos una explosión... así como la voz de una mujer gritando.
Dirigimos todos la mirada hacia donde oímos ese "boom" y vimos que la casa más alta estaba ardiendo en llamas justo en el tercer y último piso. Percibí un aura de tipo celestial muy muy fuerte... fue entonces cuando vimos una figura que salió volando del humo. Dio un par de giros encima de nuestras cabezas con una velocidad increíble y paró arriba delante de nosotros flotando en el aire.
Me fijé en que llevaba unas sandalias doradas con dos alas en cada pie que le permitían esa habilidad de volar, una túnica corta griega de color blanco, un casco dorado en la cabeza con dos alas y un caduceo en la mano. Su pelo corto y revuelto era casi tan rubio como el de Abbadon y su mirada era traviesa con unos ojos de un azul chispeante. Estaba sonriendo como la típica chica pilla de clase que hacía travesuras a sus demás compañeras... sí, en ese momento estaba pensando en Tsubaki cuando era pequeña, pero con la piel más clara y con hoyuelos muy marcados en las mejillas. Aparentaba no más de 14 años.
- JAJAJAJA Asique aquí es donde estábais...~ - dijo.
- Es uno de los dioses del Olimpo ¿verdad? - preguntó Kikyo.
- Ese es Hermes... - deduje.
- ¡Exactamente, sacerdotisa del Dragón! Soy Hermes, dios olímpico mensajero, dios de las fronteras y los viajeros que las cruzan, de los pastores, los oradores, los ladrones, los mentirosos, del ingenio y la astucia.
- ¿Sacer... Dra...? - deliré arqueando una ceja - Sí que tengo motes...
Hermes soltó una risita y continuó hablando.
- Andaba buscándoos. De parte de todos los dioses, claro está. Me dijeron que buscase al grupo de Abbadon formado por criaturas mortales de otras dimensiones. Me dijeron que estaríais por el Valle del Rhin pero sí que sois rápidos huyendo como ratas infernales.
- CALLA ESTÚPIDO PÁJARO DORADO Y DINOS DÓNDE ESTÁ BLUE-CHAN - gritó Rei abalanzándose sobre él. Hermes le esquivó rápidamente y Rei chocó contra una carretilla llena de heno.
- ¿Blue-chan? No creo tener en mi poder a nadie llamado así... veamos...
Las serpientes de su caduceo se desenrollaron alrededor  de la vara de oro y el extremo superior de esta disparó una luz que se materializó en una nekogirl vestida de campesina con el pelo moreno y desordenado. Su cara estaba pálida y sucia y abrió sus dos ojos verdes como esmeraldas. Miró al dios y chilló. Su grito era igual que el que oímos antes.
- ¡¡¡¿Qué piensas hacer con ella, maldito?!!! - preguntó Abbadon con furia.
- Órdenes de mi padre. Quiere una bonita nekogirl de Abbadia como trofeo... Estás derrotado, ángelito de los gatos.
Nos quedamos todos callados mirando a Hermes mientras Rei conseguía librarse del heno. Tsubaki miró a Akane y dijo:
- ¡Ese dios es tuyo! ¡Tienes que vencerle! ... ... ... !?!?! ... ¿Akane-chan?
-...
Akane estaba mirando al dios paralizada mientras varias gotas de sudor caían de su frente. Su mirada de espanto reflejaba el miedo que tenía de aquello y lo entendí... Akane no estaba acostumbrada a combatir y menos con seres tan poderosos. Comprendí qu
e estaba acostumbrada a la tranquilidad del Templo, no a la batalla; cosa que Tsubaki no comprendió al parecer.
- ¡Eres una cobarde, Akane-chan! ¡Eres una vergüenza de sacerdotisa!
Akane consiguió girar la cabeza hacia Tsubaki. Su cara se volvió pálida. Tsubaki gruñó y dio dos pasos hacia delante. Kumato la echó un mal de ojo y la gruñó. Tsubaki le ignoró.
- Si no sabes hacerlo, Akane-chan, tendré que hacerlo yo.
Tsubaki sacó un talismán y gritó:
- ¡VE, SHIKIGAMI!
Las letras del papel brillaron y de ellas salió la serpiente que usaba de mascota. Esta salió disparada contra Hermes y este le dio un manotazo con su caduceo haciendo que la serpiente volviese a ser lanzada pero esta vez contra su dueña. Tsubaki puso cara de horror y cogió su lanza para protegerse. Cuando la serpiente chocó contra ella, la poderosa experta en talismanes salió despedida hacia atrás quedándose en el suelo inconsciente.
- Menuda pendeja definitiva... - comentó Rei.
Nura se acercó a Akane, que tenía una expresión como de dolor.
- Eh~ No hagas caso a esa bruja... Eres muy valiente estando aquí con nosotros.
Me acerqué y acaricié el pelo de mi amiga. Esta sonrió.
- Arigato~
Rei, con una cara desafiante hacia Hermes, echó fuego negro por el puño.
- Ahora sí que pienso hacerte picadillo, niñato.
Rei fue mucho más rápido contra Hermes, pero este lo volvió a esquivar aunque con cierta dificultad.
Dante sacó su pistola Angel y le disparó en los pies.
- ¡JAJAJA! ¡No me has dado!
- Espera y verás... - dijo Dante mientras un pequeño humo salía del agujero de su pistola dispersándose por el aire.
Hermes dejó de sonreír y miró a sus pies. Las alas de su pie derecho estaban rotas. Dante volvió a disparar y las alas de la izquierda se cayeron. Hermes puso cara de horror y cayó al suelo al igual que la nekogirl campesina. Esta salió corriendo y abrazó a Dante llorando.
- AARGH... ¡MALDITOS! ¡YO QUE VOSOTROS NO SUBESTIMARÍA A UN DIOS HIJO DE ZEUS!
- Dios hijo de Zeus que no tiene un poder más que su astucia con sus sandalias - dije.
- ¿Eh? ¿Qué hablas?
- Te regocijas por ser hijo de un padre superpoderoso que controla los cielos... sin embargo tú no haces más que mandar mensajes y guiar a los vándalos. Eso te hace ser un dios débil.
- ¿EH? ¿QUÉ? - por un momento me pareció que su pelo y sus prendas doradas perdieron su luminosidad así como sus ojos dejaron de brillar incluso parecieron más oscuros. Su expresión comenzó a perder su seguridad en sí mismo. Yo estaba aterrada pero continué hablando. Aquello parecía estar funcionando y no parecía estar saliendo de mi propia cabeza... sino de otra... de la otra Akame.
- Un dios cuando es adorado, lo es todo y se mueve con viveza a donde quiera que vaya. Sin embargo, cuando dejan de creer en él, se muestra indefenso sobretodo cuando es alguien tan débil no solo como dios sino como ser de poca voluntad propia.
Me adelanté hacia él y mis ojos ardieron. Deduje que se estaban volviendo de fuego otra vez.
- EH... EH... eh... no... yo soy un dios del Olimpo, hijo del dios de dioses... no.... no....
- Mírate - continué con expresión seria. - Estás acabado.
Apunté mi mano hacia su cabeza y le disparé rayos Yin ardientes. Hermes quedó electrocutado y quemado con una expresión de horror. Su figura se volvió vaporosa y fantasmagórica poco a poco hasta volverse polvo dorado ascendiendo hacia los cielos. Todos mis nakamas sonrieron pensando que habíamos ganado pero, cuando ya iba a lanzar un suspiro de alivio, me ahogué y una ráfaga de viento nos golpeó a todos diciendo:
- Yo, Hermes, os maldigo, viajeros.
La rágafa se convirtió en un huracán gigante y nos arrastró hacia su interior. Abbadon, Dante, Rei, Nura, Kikyo, Akane, Tsubaki, Kumato, la nekogirl campesina y yo dimos vueltas y vueltas durante un buen rato hasta que el huracán consiguió cesar dejándonos en la orilla de una laguna... Un paisaje totalmente diferente al anterior.
Me encontraba mareada y no veía bien. Giré la cabeza y vi que estábamos al lado de un pueblo amurallado. Mis compañeros estaban tirados en el suelo inconscientes. Finalmente me desmayé.

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