lunes, 30 de marzo de 2015

Akame Vs Atenea

La sabiduría es difícil de encontrar.
Casi había gastado todas mis flechas en los centauros que se acercaban tanto a los rebeldes como a mí y no había encontrado a Atenea. De vez en cuando, creía escuchar una risa peculiar... no sabría describirla pero no era ni histérica ni dulce; era... la risa de la sabiduría.
- Creo que ha llegado el momento de hacerme ver - dijo aquella voz femenina.
Miraba a los lados pero no veía a nadie parecido a Atenea hasta que miré hacia la gran cúpula central. En una de las pechinas había una joven de no más de 20 años vestida de amazona griega portando una larga lanza en su mano derecha. Su pelo era moreno y ondulado y sus ojos eran grandes y grises. Un búho voló hacia ella y se posó en su otro brazo.
- Ahí estás - dije.
- La sabiduría es difícil de encontrar, Phoenix Slayer.
Apunté con el arco. No confiaba tanto en mis dotes de arquera como para acertar a un punto tan alto como aquel, pero quería intentarlo, al menos para asustar a la diosa.
Disparé una flecha de rayos Yin. Atenea pareció haberse sorprendido por lo que saltó hacia la otra pechina de la cúpula. Por lo menos el tiro lo hice bien.
- Vaya ~ no me acordaba de la herencia de ese poder de Onmyo. Muy bien.
Atenea susurró algo a su búho y este asintió. El animal se lanzó contra la pared de la cúpula y, para mi sorpresa, la atravesó. Quedó un agujero del cual la diosa salió.
- ¡No te escaparás! - grité - ¡FUEGO Y SANGRE!
De mi colgante salieron mis dos dragones. Me subí al blanco y atravesamos el agujero. En ese momento estábamos en el exterior.
Desde allí  arriba se veía todo: el resto de torres de la fortaleza, las casas de alrededor, la explanada nevada, los lagos y montañas del fondo y el cielo crepuscular.
- Ksó... ¿cuánto tiempo hemos estado aquí? - murmuré.
- Yo que tú no me distraería, Phoenix Slayer.
Atenea estaba a unos metros de mi espalda cuando mandó a su búho que esta vez se abalanzase sobre mí. Si el búho era capaz de atravesar la gruesa pared de la cúpula más importante de Caetoneko, imagínate un cuerpo de sacerdotisa. El dragón del Yin se abalanzó y bloqueó el ataque mordiendo al búho. Este último se hizo polvo dorado, pero mi dragón había recibido de lleno el impacto. Hizo un par de ruidos como de cariño hacia mí, se disolvió y volvió a mi colgante. A consecuencia de ello, el dragón del Yang hizo lo mismo porque no pueden vivir el uno sin el otro.
- Gracias - dije dando un beso al amuleto del Yin Yang.
Como ya no tenía ningún dragón sobre el que estar sentada, me caí de culo.
- Jajajajaja - rió cruelmente Atenea.
Me levanté rápidamente y volví a apuntarla con el arco.
- Ahora estás mucho más cerca de mis flechas, bruja.
- ¿Me llamas a mí bruja? ¿A mí, Atenea? Podrías llamarme diosa de la sabiduría, de la estrategia de combate, de la civilización, de las artes, de la justicia y de la lógica. Pero ¿bruja? ¡Es un insulto!
- (Já~ si supieras lo que tengo que oír yo~) ¡El caso! Te guste o no... Adiós, bruja.
Disparé con rayos del Yin otra vez pero Atenea desvió mi flecha con su lanza a pesar de los poderes del Yin que llevaba.
- A esta fuerza y a este movimiento... Perfecto. Es muy efectivo - murmuró Atenea.
- ¡¿Qué dices?!
- Soy la diosa de la sabiduría y estrategia de combate. Sé exactamente cómo defenderme de tus ataques - Atenea sonreía mientras yo gruñía de ira. Continuó - Y lo mejor de todo... ES QUE SÉ COMO ATACARTE PARA DERROTARTE.
Esta vez la diosa fue quien se abalanzó sobre mí dispuesta a atravesarme su larga lanza. Tiré el arco y a duras penas pude sacar mi katana para desviar el ataque. Atenea volvió a atacar pero la bloqueé. Nos quedamos lanza contra katana y la diosa fijó sus ojos en mi arma.
- Vaya ~ Asique esta es la famosa Guesshoku~ Muy bonita~
Empujé a Atenea hacia atrás y la ataqué, pero esta logró bloquearme. Estuvimos un rato chocando armas hasta que me di cuenta de que Atenea estaba prediciendo mis movimientos. Paré en seco, me eché metro y medio hacia atrás y me puse en guardia. Jadeaba de cansancio mientras que Atenea no parecía para nada cansada.
- La probabilidad y la estadística funcionan muy bien en ti. Sé cómo eres.
- No tienes... ni idea... de mí...
- ¿No? ¿ Por qué crees que reparto mis energías tan bien? Te conozco Akame Scarlet Targaryen. Te observo desde el mismísimo Cielo. Eres una semimortal muy interesante ¿sabes? Me gusta conocer. Me gusta ver la Tierra y conocer a todos los seres que habitáis allí. Pero, mujer, tú eres muy interesante.
- Asique tengo una fan. Sugoi~
- Jajaja...
- No voy a perder contra ti. Tenemos que deshacernos de todos vosotros para que Caetoneko vuelva a estar en paz.
- ¿Paz? JAJAJA Nosotros les estamos ofreciendo la verdadera PAZ. Es por su propio bien... Si nos adoran a nosotros, serán más sabios y fuertes ¡¡Seré su nueva patrona!!
- No lo hacéis por su propio bien, lo hacéis por ambición y capricho.
- ¡Y QUÉ SABRÁS TÚ! ¡TÚ NO SABES LO QUE ES LA PAZ! Eres una mestiza entre humano y elfa, eres una huérfana y no tuviste más remedio que viajar a Japón para ser una triste sacerdotisa condenada a la lucha contra demonios ¡QUÉ SABRÁS TÚ DE LA PAZ! ¡Si te busca el mismísimo Ejército Chino desde que naciste! No~eres~nada~.
- ...
- El poder que tienes del Gran Fénix Legendario no te corresponde a ti. No te lo mereces, Akamecita~ Cuando te derrote pasará a mis manos y lo cuidaré bien. Yo soy quien debe custodiar el poder del Fénix ¡Seré la Palas Atenea Partenos Niké más poderosa de todos los tiempos!
- ... Ni muerta.
La ataqué con mi Eclipse Lunar pero volvió a bloquearme. Ya iba a volverla a atacar cuando de pronto me pegó en la tripa con su rodilla. Caí al suelo boca arriba gimiendo de dolor.
- Reclamo lo que me pertenece - sentenció Atenea alzando la lanza.
Ya iba a clavármela cuando de pronto... mi sangre comenzó a arder. Muchas llamas de fuego me rodearon y quemaron las piernas de Atenea. La diosa retrocedió sin saber lo que era. Cuando volví a abrir los ojos, estos ardían. Estaba a cuclillas, sin el hakama y con la parte superior del traje de miko hecho con llamas. Se me había recogido el pelo con una coleta, mi colgante se había transformado en dos dragones y mis sandalias se volvieron moradas y con plataforma y mi katana estaba echando llamas... ahora era la Nisshoku.
- Asique este... es el monstruo que vi aquella vez... - comentó Atenea.
Alcé a Eclipse Solar y me lancé contra ella pegando fuertes y rápidos mandobles. Atenea se estaba defendiendo a duras penas.
- ¡Mierda! ¡No....! ¡NO PUEDO PREDECIR AHORA!
Seguí atacando sin ningún tipo de descanso y al fin conseguí cortarla el pecho. Atenea cayó de espaldas al suelo gritando de dolor. Ya la iba a cortar en dos de arriba a abajo pero la diosa me bloqueó con su lanza. Forcejeamos la una contra la otra hasta que el ardor de Nisshoku quemó la vara de la lanza hasta que se partió.
- ¡NOOOOO! - gritó Atenea.
Y así despedí todas las llamas que pude contra ella que la fueron quemando la piel poco a poco y volví a intentar mi ataque con Nisshoku. Esta vez fue un éxito. La corté en dos y lancé una estocada contra su corazón. El suelo arquitectónico se inundó de icor dorado de la diosa de la sabiduría.
Lo que quedó del cadáver de Palas Atenea subió a los cielos y me encontré sola. Caí y me llevé las manos a la cabeza. Esa no era yo... esa era un monstruo sanguinario que estaba intentando controlar con todos mis medios. Cada vez que intentaba volver a ser yo misma me dolía más la cabeza.
No pasó mucho tiempo hasta que sentí que una mano me tocó el hombro izquierdo y ya iba a saltar a acuchillar a quien quiera que fuese, pero el poder de esa mano era cálido y tranquilizador... mi cuerpo no pudo evitar relajarse hasta que cerré los ojos y mi sangre dejó de arder. Había vuelto a ser yo misma.
Caí en el regazo de Akane.
- No te levantes de ahí. Necesitas descansar - dijo la ninfa.
Cogió una cantimplora y me la acercó a los labios. Bebí el agua que mejor me había sentado en mucho tiempo.
- Gracias, Akane-chan - agradecí.
Me fijé en que su camiseta estaba toda rasgada por pequeños cortes y su coleta estaba bastante deshecha. Parecía que había tenido problemas con Deméter, pero ahí estaba, la había vencido.
- ¿Qué tal con Deméter? - pregunté.
- Bien. Sí...
Lo dijo con tan melancólica expresión que vi que tenía algo que contarme.
- Veo que Atenea ha sido dura contigo - añadió.
- Dijo un par de burradas sobre mí, pero no fue nada.
Akane me miró con esos ojos tristes. Recordé cuando nos contábamos todas las cosas en el Templo del Gato Negro. Recordé cuando éramos inseparables y pensé que no quería volverla a perder como amiga... porque era estupenda. La sonreí y esta me devolvió la sonrisa comentando:
- Espero que los demás estén bien. Faltan pocos enemigos por vencer.
- Me alegro~
- A propósito, Akame-chan... Tengo algo que contarte sobre mi madre.



sábado, 28 de marzo de 2015

Akane Vs Deméter

Akane iba buscando a su contrincante cuando de pronto comenzaron a salir espigas de trigo por el suelo. La sacerdotisa saltaba y saltaba para así evitar que el trigo la atrapara hasta que por fin este paró de crecer.
- Parece que no te gustan los cereales - comentó una voz femenina.
Akane miró al frente y vio a una mujer de mediana edad. Llevaba un vestido verde pistacho decorado con pequeños bordados dorados. Sus ojos eran de color verde aceituna y de su pelo castaño, abultado, ondulado y largo nacían espigas de trigo, cebada, centeno y avena. Colgado a su brazo izquierdo llevaba una cesta de mimbre llena de fruta y verduras.
- Sí. Es cierto que sois la diosa de la agricultura - afirmó Akane.
- ¡Y no solo eso!¡Hija mayor de Cronos y, por tanto, hermana del Dios de Dioses!
- Sí, sí. Deméter-san.
- ¿-san? Vaya~ sí que aprendiste modales en Oriente, Akane.
- !?!? ¿De qué me conoce?
- Soy una de las divinidades de la naturaleza más importantes (por no decir la que más♥). Obviamente conozco a las ninfas.
Akane sacó una flecha del carcaj y apuntó con su arco.
- ¿Qué sabe usted de mí?
Deméter soltó una risita, cogió una manzana roja de su cesto y se la lanzó a Akane. Esta la cogió al vuelo con una mano.
- Está muy buena - comentó Deméter. - Cómetela.
Akane frunció el ceño, la volvió a lanzar al aire y apuntó con su arco. La flecha que disparó dio de lleno al centro del fruto y los restos cortados cayeron al suelo. Akane recargó el arco y volvió a apuntar a la diosa, a lo que esta comentó:
- Oh~ eso no todas las ninfas saben hacerlo.
Deméter se quedó mirando lo que quedaba de su manzana. Alzó la vista y en Akane volvió a ver la misma expresión de amenaza. Deméter decidió explicar, pues:
- Tu madre estaba en el bosque de ninfas más importante. En aquel bosque de la Arcadia (que está en la península del Peloponeso) estaban las jóvenes más hermosas de toda Grecia, posiblemente del Mediterráneo entero, pero al mismo tiempo era el que más problemas tenía con los dioses masculinos - hizo una pausa y por la expresión de malicia con la que contaba la historia, Akane pensó que en el fondo se estaba divirtiendo - Escila, Caribdis, Dafne, Siringa, Eco, Eurídice... todas aparecen en la mitología griega, sin embrago... tu madre no. Verás... tu madre se llamaba Nerea y era la hermana de la famosa Dafne. Las dos eran las ninfas más bellas del bosque más bello que existía. Paralelamente a eso, se estaba disputando quién sería el patrón de la ciudad de Atenas: Poseidón o Atenea. Apolo apoyó a Atenea y en esos tiempos estuvieron bastante unidos, tanto que Atenea se empezó a enamorar de Apolo, pero él no la prestó atención como para ser algo más que amigos porque estaba interesado en las ninfas de este bosque tan conocido, sobre todo en las dos ninfas hermanas. - Démeter hizo una pausa para ver la cara estupefacta de Akane y continuó - Un día, Apolo se escapó del Olimpo con ayuda de Hermes y Dionisio y fue al bosque para encontrarse con tu madre. Apolo se la encontró peinando su largo pelo castaño y, en cuanto esta le vio a él con aquella expresión de cierta locura o, más bien, propia de un mortal más que de un dios, salió corriendo. Apolo la persiguió a toda prisa y pensó que nunca la alcanzaría pero Fortuna le sonrió y Nerea se tropezó con una piedra. Después de eso... bueno~ te puedes imaginar lo que pasó. Pocos segundos después de que Apolo la hiciese suya, apareció  Dafne y corrió a socorrer a su hermana. Apolo se fue satisfecho y no volvió a aparecer por el bosque. Nerea se quedó embarazada y te tuvo a ti pero, pocos días después de tu nacimiento, Atenea se enteró de lo que pasó en una discusión con Poseidón cuando este sobornó al pueblo ateniense con una fuente de agua salada. Atenea creció en ira y pidió a Zeus que llevase a Nerea a Atenas. Zeus mandó a Eolo que moviese los vientos para arrastrar a Nerea al centro de la Acrópolis. Atenea apareció ante ella y la transformó en el olivo con el que se ganaría el respeto del pueblo ateniense y sería la nueva patrona de Atenas... ... ... ... ;)
- ... ¿Por qué no aparece en la mitología?
- Atenea ya aparece celosa en el mito de Medusa. Iba a ser muy humillante para la diosa de la sabiduría si iba a tener esa personalidad ante los griegos. Además, el Oráculo de Delfos de esa época era muy estrecha y no quería crear una imagen de Apolo tan.... humana, asique la ninfa Nerea fue borrada de la mitología y solo se usó como nombre tradicional que significa precisamente "ninfa".
Akane bajó el arco como cansada de apuntar. Se la vio más vulnerable.
- Esa tal Dafne, mi tía para ser exactos, me estuvo cuidando antes de que me mudase a Japón.
- Cierto. Y gracias a ella Atenea no te descubrió... ... ... lástima que ya no siga del todo con vida.
- !!! ¿¿Qué quiere usted decir con eso?!
- No ha pasado mucho tiempo desde que Apolo volvió al Peloponeso y visitó el bosque... Esta vez fue a por Dafne pero Zeus la convirtió en laurel ¡Qué curioso! Las dos ninfas-hermanas más importantes convertidas en árboles!
- ...
Akane volvió a apuntar a Deméter y esta se sorprendió.
- Jajaja~ ¿y piensa vencerme la hija de una ninfa eliminada de nuestras memorias?
- No soy solo eso. Soy una miko del Templo del Gato Negro. Y por lo que me has contado también soy hija de Apolo. Los semidioses están muy bien vistos en vuestra cultura ¿no?
- Jijijijiji Semidioooosa... qué aberración~ ¡Será un placer eliminarte!
Deméter chasqueó los dedos y aparecieron espigas de centeno debajo de los pies de Akane y se enroscaron en sus piernas. Estaban subiendo por todo tu cuerpo para desarmarla y así lo hicieron.
- Otra bruja que usa la naturaleza como le da la gana - dijo Akane.
Deméter puso una mueca de enfado e hizo crecer espigas de cebada alrededor del arco para romperlo. Akane se dio cuenta y usó su brisa al igual que en la batalla contra Dioniso pero no funcionó. Akane siguió forcejeando manualmente pero rápidamente se fue cansando. Las espigas de cebada apretaron contra el arco y lo rompieron así como los de centeno destrozaron el carcaj completamente.
- ¡¡Ksóoo!!
Deméter hizo una risita e hizo crecer espigas de cebada que rodearon el cuello de Akane. La estaban comenzando a estrangular.
- Semidiosa dice... ¡JAJAJAJA! ¡BASTARDA!
La cruel diosa cogió sus frutas y las arrojó contra Akane. Esta gemía de dolor hasta que hizo fuerza contra las espigas mágicas. De su piel comenzó a salir una luz cegadora y las espigas se derritieron del calor.
- ¿QUÉ ES ESO? - preguntó Deméter llevándose el brazo a la cara para protegerse de la luz.
Akane quedó liberada y miraba a Deméter. Le lanzó un par de rayos de luz y la diosa de la agricultura salió despedida para atrás.
- No volveré a repetir que la naturaleza no se usa así porque quiero dejar bien claro a ustedes, a los dioses del Olimpo, que no pueden usar a los seres como quieren, humillándolos como hicieron a mi madre, porque luego sus actos se ponen en su propia contra.
Muchos pétalos de diversas flores rodearon a Akane y se concentraron en sus manos. Se materializaron en su mano derecha un arco griego hecho con madera de olivo y en la izquierda una flecha. Le pareció haber visto una cara en aquel remolino de flores, una cara femenina que sonreía dulcemente. En su mente resonó "Gracias, hija". Akane sonrió y apuntó a Deméter, disparó la flecha y la dio justo en el corazón sin que la diosa pudiera defenderse. Rápidamente Deméter se hizo polvo dorado y subió a los cielos.

jueves, 26 de marzo de 2015

Kikyo Vs Apolo y Artemisa

No fue difícil encontrar a Apolo. Era una dorada figura masculina que llamaba la atención con su arco y su lira de oro macizo. Kikyo preparó una flecha en su arco y le apuntó, sin embargo no pensó en que Artemisa podría atacar a las espaldas, y así lo hizo.
- Yo que tú no haría eso - dijo a unos metros de la espalda de Kikyo.
La sacerdotisa estaba rodeada por los dos mellizos que mejor sabían usar el arco y Artemisa la estaba apuntando con el suyo. Apolo hizo lo mismo.
- Apolo y Artemisa - dijo Kikyo.
- Los mismos - contestó Apolo.
- Ríndete, arquera mortal. - añadió Artemisa. - Este no es tu sitio.
- No está entre mis planes.
Kikyo giró un poco la cabeza para ver a la diosa arquera: vestía con una túnica de sacerdotisa griega de color azul celeste pero estaba rasgado como si hubiese pasado en medio de un campo de zarzas. Su pelo plateado contrastaba con el dorado de Apolo y estaba recogido por una coleta que parecía que se la había hecho con rapidez. Sus ojos eran azules como los de su hermano pero su piel blanca como la luz de la Luna no tenía mucho que ver con la piel bronceada de Apolo.
- Te vamos a cazar - sentenció Artemisa.
Los hermanos dispararon y Kikyo se apartó tan rápido como pudo pero ambas flechas consiguieron rozarla: la plateada, su oreja derecha; y la dorada, el lateral izquierdo de su cintura. Rápidamente Kikyo sacó otra flecha y apuntó al sitio desde donde había disparado Artemisa, pero había desaparecido. De repente el brazo derecho de la diosa apareció desde atrás y la rodeó del cuello. En la mano de su otro brazo agarraba un cuchillo de plata decorado con motivos vegetales y lunares acompañados por dibujos de bestias muy arcaicos.
- Eres mía - dijo triunfante.
Kikyo se fijó en que Apolo estaba demasiado tranquilo, debía haberla disparado y haberla matado en esas condiciones. Miró de reojo y encontró a Tsubaki pegándole una patada. Kikyo decidió usar su luz celestial y descargó energía contra Artemisa. Esta lanzó un grito de dolor y retrocedió. Kikyo logró echar a correr y preparar su arco.
Por otro lado, Apolo lanzó un rayo de sol a Tsubaki pero falló, por lo que ella también retrocedió. Las dos sacerdotisas chocaron sus espaldas con sus respectivas armas en ristre.
- Gracias por venir, Tsubaki-sama.
- No lo hago por ti, Kikyo-sama.
- Encárgate de Apolo. Yo iré a por Artemisa.
Tsubaki se abalanzó contra el dios mientras lanzaba pequeños shikigamis de papel que iban convirtiéndose en culebras.
Kikyo apuntó a Artemisa con el arco y disparó una flecha purificadora. Artemisa se hizo a un lado pero la luz de la flecha la rozó. Acto seguido comenzó a salir humor por toda su piel.
- Jeje... JAJAJA - rió Artemisa de forma un tanto histérica. Se calmó y preguntó - ¿A caso crees que soy uno de esos demonios a los que tanto matas? Esas cosas mortales que haces no son más que cosquillas para mí.
Artemisa sacó una flecha del carcaj y la colocó en el arco. Kikyo hizo lo mismo.
- Ni mucho menos. Aunque cualquiera diría que las cosquillas producen humo - Kikyo achinó los ojos - Sucio humo como el que tú y tu familia estáis provocando en este mundo.
- Soy una diosa inmortal. No lo comprenderías.
Con una expresión de mezquindad, Artemisa lanzó su flecha, a lo que Kikyo hizo lo mismo A medida que la
 flecha plateada se iba acercando, Kikyo se iba dando cuenta de que no iba a poder esquivarla. Chocó sus manos y entrelazó sus dedos exceptos los índices. La luz púrpura de la Perla Shikon No Tama se fue expandiendo por todo el cuerpo chocando con el impacto de la flecha, la cual fue difícil de disolver. Cuando desapareció, la luz cesó y Kikyo cayó agotada. Había usado demasiado poder mágico.
Artemisa volvió a colocar una flecha. Kikyo alzó la cabeza a pesar de estar tan cansada y espetó:
- ¡¡¡Sois egoístas!!! ¡Estáis haciendo sufrir a muchas personas!
- Simple arquera mortal, no sabes lo que es vivir en la sombra de los demás. No sabes lo que es ser la diosa de la caza y ser una eclipsada noche de un hermano bello y radiante.
- ¡¿Y solo por ello los habitantes de esta dimensión tiene que sufrir tu desaliento?!
- Si sigo siendo lo que soy... mi padre acabará casándome con un hombre ¡un hombre! los seres que más odio... ¡sé como son! ¡bastante he visto de mi hermano! Mi cerdo hermano enamoradizo, donjuán, rompecorazones... ¡Y YO, la diosa de la naturaleza, la virginidad y de las jóvenes doncellas, con uno de esos.......... animales!
Kikyo se dejó dibujar una tímida sonrisa y se puso en pie.
- En algo nos parecemos. También he visto a amigas mías doloridas por los hombres. Sin embargo yo... soy incapaz de enamorarme.
Artemisa miró a Kikyo con unos ojos algo más íntimos y sentimentales... Bajó el arco así como la guardia.
- Me encargaron los bosques, los peligrosos bosques. La diosa de la caza debe encargarse de todos los seres salvajes y silvestres (aunque no lo son tanto como los hombres).
- A mí también me encargaron una tarea - Kikyo toqueteó la Shikon - La de proteger una de las joyas más poderosas de la Tierra jamás creadas. Vivo... pero no vivo. Vivo como guardiana, como sacerdotisa... pero no como mujer.
Hubo un rato de silencio, un largo rato de silencio.
- Ciertamente es posible que no seamos tan distintas - admitió Artemisa - aunque tú seas una simple arquera mortal y yo una diosa.
Kikyo lanzó una mirada fulminante. Apretó sus puños con fuerza y habló:
- Pero estas cosas no justifican la matanza de gente. Los vandalismos, los secuestros, los robos, las muertes, el caos... no son justificables con simples remordimientos personales ¡y el deseo de mayor poder! Porque tú, Artemisa-san, en el fondo sabes que esto es debido a las ambiciones de Zeus.
- Mi padre... solo quiere tiempos nuevos y de prosperidad.
- NO ME LO CREO. No hay lugar más próspero que el Cielo. Bien lo sabes. Te han engañado.
Artemisa corrió de manera tan veloz que la perdió de vista por un momento. En medio segundo Kikyo estaba siendo agarrada por una diosa de la caza furiosa que sostenía en su otra mano su cuchillo.
- Muere, asquera - dijo.
- No soy una simple arquera - objetó Kikyo a duras penas. -  Soy una miko del Gato Negro.
Kikyo dejó caer un arma secreta que llevaba siempre pegado a su brazo derecho: una daga. Kikyo lo cogió y lo clavó en el corazón de Artemisa. Esta ahogó un grito y soltó a Kikyo. La diosa no se movió de su sitio y se llevó la mano al pecho mientras de él salía icor.
Artemisa sonrió tristemente y cayó de rodillas diciendo en un tono muy bajo pero a la vez muy dulce:
- En realidad fue un error venir a destruir este mundo e... imponer... el.... n... nues...tro..... o... - se convirtió en polvo dorado y añadió - Gracias, sacerdotisa. - Subió a los cielos.
Cerca estaban Tsubaki y Apolo luchando. En cuanto el dios del día se fijó en que su hermana, la noche, había sido derrotada puso una cara de sorpresa. Las culebras que Tsubaki había invocado contra él se quemaron como el papel en cuanto se acercaron a él.
- ¡NO ME IGNORES! - gritó Tsubaki abalanzándose sobre él con su lanza.
Apolo no se defendió. Simplemente toqueteó con sus dedos las cuerdas de su lira y comenzó a tocar una bella melodía a lo que Tsubaki no pudo resistir pararse a escuchar.


Apolo dejó de tocar aquella melancólica pero dulce melodía y, cuando Tsubaki estaba ya hipnotizada, Apolo se abalanzó sobre ella y cayeron juntos al suelo. Tsubaki se recuperó de sí y vio que estaba tirada en el suelo mirando a aquel reluciente dios que, a pocos centímetros, sus frentes podrían chocar, pero Apolo se quedó quieto observando a la sacerdotisa.
- ¡Q-Qué haces! - dijo Tsubaki enfadada.
- Eres guapa.
Tsubaki se ruborizó.
- ¿E-Eh? ¿CÓMO?
- ¿Sabes? Me recuerdas a una mujer. Una ninfa de la que me enamoré desde hacía bastante tiempo. Te pareces tanto a ella...
Tsubaki sacó el mentón un poco y achinó los ojos.
- ¿Y a mí qué?
- Era una hermosa ninfa... Se llamaba Dafne. Estaba loco por ella pero... hace un par de semanas, en cuanto por fin logré tocarla, se convirtió en un árbol. Zeus... la había transformado en el laurel más precioso que podía existir.
Apolo tocó el moreno pelo de Tsubaki y esta se puso algo nerviosa. Notó que el corazón le empezó a latir con fuerza así como aquella parte de la espalda a la que Cupido disparó comenzó a arder.
- Pareces nerviosa, mi musa~
- A-Al fin  y al cabo e-eres el dios de la b-belleza. Eres impresionante, Apolo-senpai.
Estaban tan cerca... tan juntos... la cabeza de Apolo comenzó a agacharse hacia la cara de Tsubaki y la espalda ardía con más intensidad. Tsubaki hizo un par de gimiditos de los nervios pero todo aquel ambiente se frenó.
Apolo esbozó una cara de entre asombro y dolor y Tsubaki hizo lo mismo. El dolor de la espalda se extendió por todo el cuerpo. Apolo se puso de rodillas y Tsubaki se incorporó. Tenía una flecha purificadora en la espalda... parecía el mismo punto donde Cupido la disparó a ella. Kikyo sostenía su arco vacío.
- A-Apolo-senpai... - Tsubaki comenzó a lagrimear. Pensó que cómo podía sentir tanta lástima por un enemigo suyo que acababa de conocer.
- Tu... nombre... - dijo Apolo con una voz serena. Su lira se hizo polvo y él comenzó a desmaterializarse.
- Tsubaki. Tsubaki Hebi. Sacerdotisa de la Tierra y...
El dios del arte, la belleza, la poesía, la música, la medicina y el sol se hizo polvo que regresó al Cielo. Dio la impresión de que el propio polvo dibujó una sonrisa.
Tsubaki se quedó un rato cabizbaja. Era incapaz de articular palabra hasta que levantó la cabeza y miró al frente...
- Kikyo... - dijo entre gruñidos.
- ¿En qué estabas pensando?
Kikyo se acercó a ella. Tsubaki la miraba con el mayor desprecio del mundo.
- Era mío.
- ¿En el sentido de acabar con él como teníamos planeado o en el de incumplir las normas de las mikos?
- Está comprobado que esas normas ya no son nada ¿Y qué pretendes decir con eso?
- Eso de jugar con el amor de Akame-chan y el mío te ha jugado una mala pasada.
- Oh~ - Tsubaki recobró su misma cara de siempre - Asique Akamecita te ha venido lloriqueando~ Pobres... JAJA Me la traéis floja.
- Habla con propiedad.
- Eres una mujer fría, Kikyo.
La tensión entre las dos sacerdotisas fue en aumento. Un gran poder se concentró entorno a ellas. Tsubaki sonrió maliciosamente.
- No. Definitivamente no eres una mujer. Eres una Alta sacerdotisa. No puedes vivir como las demás.
- ...
- Hasta el día de tu muerte, tu vida estará ligada a esa Perla que tanto te cuesta alejar de los malos espíritus. Porque dime... ¿cuántas visitas de demonios tienes al día?
- ... No te intereses tanto por mi vida y la Shikon no Tama; por tu bien.
Kikyo dio media vuelta y usó sus últimas flechas en la matanza de las criaturas mitológicas. Tsubaki se quedó mirándola con una expresión que oscilaba entre orgullo propio. por haber tocado su fibra sensible, y rencor, odio y asco hacia ella... por lo "perfecta" que era... y por haber acuchillado por la espalda a su hombre.




sábado, 21 de marzo de 2015

Tsubaki Vs Afrodita

- Esa zorra de Afrodita... ¿dónde puede estar?
Desde que entraron en la sala del trono, lo único que había hecho Tsubaki era caminar en medio del caos y atravesar su lanza Hebi (Serpiente) a un par de criaturas extrañas . No veía a ninguna diosa del amor a la vista (¿lo sería ella?)
Tsubaki no podía seguir así, caminando inútilmente. Era una de las sacerdotisas más fuertes de Japón, tenía que hacerse valer y superar Kikyo... y también a mí. Por ello, lanzó un enorme suspiro y sacó el talismán de papel de la Serpiente para sacar a su shikigami preferido... su famosa mascota.
Lo invocó y de los kanjis y dibujos del papel salió su enorme serpiente.
- ¡¡Shikigami, busca a Afrodita!!
La serpiente siseó y se quedó un rato paralizada, pero como un rayo reptó... había encontrado algo. Tsubaki la siguió hasta que pararon justo enfrente de una concha.
Una gran concha de mar en medio del salón del trono, lo más normal del mundo. Tsubaki reaccionó:
- ¡Estás loco! ¡Esta no es! ¡Es una simple... ostra para los sushis!
La dueña del shikigami iba a llamarle inútil cuando, de repente, la concha tembló y comenzó a abrirse. Tsubaki se puso en guardia con su lanza y observó atentamente lo que la ostra estaba dejando al descubierto. En cuanto esta se abrió completamente, se puso en pie una joven de unos veinti y pico años, rubia platino, de ojos azules que iban cambiando de tonalidad a ratos, una piel suave y blanca como la porcelana, unas mejillas rosadas y unos labios ligeramente carnosos y coloridos con un rosa un poco más fuerte que el de las mejillas. Era esbelta. Sus manos eran finas y delicadas. Vestía con un corto y  fresco traje griego de distintos rosas que enseñaba su ombligo, sus piernas y un escote demasiado perfectos como para que un hombre no se fijase.
La chica miró a Tsubaki y puso una mueca de asco:
- Ekks...
Tsubaki cambió su expresión de sorpresa a una de furia.
- ¿ESO QUÉ QUIERE DECIR?
La chica se acarició la cara a sí misma y toqueteó sus labios de forma seductora.
- Querida... al menos no lo haces tan mal como otras...
- ¿A QUÉ TE REF...?
- A ti, por supuesto. Eres mona, sí~ pero mírate... tienes un color de piel muy sucio, deberías bajar unos kilitos~ andas un poquito rechonchita~ y .... estás... literalmente... PLANA! ¡pareces una de las tablas de surf de Poseidón! Ese maquillaje es demasiado exagerado y poco natural... ¿te crees una actriz de la Commedia dell' Arte italiana? ¡Por no hablar de tu pelo! Te lo has recogido porque sabes que está seco y lleno de nudos ¿a que sí?
- CÓMO TE ATREVES - Tsubaki estaba roja de furiosa cuando de pronto se soltó el pelo. Tiró el coletero de colas de serpiente por los aires y gritó:
- ¡MI PELO SIEMPRE SE LAVA EN LA MEJOR LAGUNA DE FUKUI!
- JAJAJAJA Dioses, querida~ ese sucio charco no es comparable con las famosas termas romanas. Eso sí que es vida, querida~
- ¡Maldita friki de la Antigüedad...! ¿Eres tú la diosa Afrodita?
- Diosa del amor, de la belleza y del deseo~ Mucho gusto ;D
Tsubaki gruñó y gritó a su mascota:
- ¡NO TENGAS PIEDAD CON ELLA, SHIKIGAMI!
La serpiente se lanzó contra la diosa dispuesta a comerse su cabeza, pero la ostra sobre la que estaba se cerró y la serpiente se dio de morros contra la superficie.
- Zorra... - maldijo Tsubaki. Corrió hacia la concha de Afrofita y se abalanzó sobre esta con Hebi para atravesar la superficie del molusco con su lanza, pero fue incapaz. Tsubaki pegó tajos y tajos pero no consiguió partir nada - ¡MUERE! ¡MUERE! ¡MUERE! ¡MUERE, COBARDE!
Tsubaki, tras 434394 intentos se cansó. Jadeaba cansada mientras miraba la concha. Una gota de sudor resbaló sobre su mejilla y descubrió que el poder de la concha era de poder divino, mágico, celestial... algo que sabía cómo perforar... algo que ninguna sacerdotisa sabía hacer, ni siquiera Kikyo.
- Es más fácil que cortar el Miedo como hace Nurarihyon-sama - comentó con una sonrisa maliciosa.
Tsubaki puso su lanza en posición para lanzar una estocada ayudada por la fuerza de gravedad. Elevó un poco los brazos y luego los dejó caer mientras conjuraba algo en un idioma mágico y antiguo... Yo ignoraba su existencia, y más su significado, pero de la lanza comenzaron a salir rayos oscuros... logrando así que se abriese un agujero en la concha de Afrodita. Tsubaki saltó hacia atrás y dejó caer sus pies al suelo. Oyó desde el interior de la ostra:
- ¡NIÑAAAA! ¡NO TOQUES MI CONCHAA! ¿QUÉ LE HAS HECHO A LA POBRECITA MÍA?
Afrodita asomó la cabeza sin pensar en las terribles consecuencias. Tsubaki sonrió y su mascota supo qué hacer. La enorme serpiente se lanzó contra la cabeza de la diosa del amor y la belleza y se la comió de un mordisco. La cabeza de pelo rubio se fue transformando en espuma de mar dorada dentro de la boca del shikigami y subió a los cielos mientras que del resto del cuerpo salía icor dorado en la parte del cuello.
- Yo soy la verdadera reina de la belleza. No lo olvides - murmuró la sacerdotisa.
Tsubaki lanzó su lanza como si fuera una jabalina y atravesó la caja torácica de Afrodita haciendo que el cuerpo se convirtiese poco a poco en espuma dorada que subió a los cielos también.
Nadie debía ser más guapa que ella. Ni Kikyo, ni Akane, ni Blue ni yo podíamos ser más perfectas, además de que tenía que ser más poderosa que ese tal Rei del Tártaro.
"¿Cuántos novios has tenido?" - le dijo una voz infantil dentro de su mente.
- ¿EH? ¿QUÉ? ¿¡Qué es eso!?
"¡Aquí! Estoy en tu cabeza, en tu oscura conciencia..."
- ¡CALLA Y LUCHA!
"No hace falta... No puedo luchar... al fin y al cabo, soy un dios menor"
- ¿Quién eres, maldito? ¡MUÉSTRATE!"
"¡Imbécil! ¡YO NO ME MUESTRO A NADIE!"
- Eres un criajo muy petardo...
"¿Llamas petardo al Amor? Lo que me faltaba tener que aguantar de ti..."
- ¡¿Amor?!
"¡QUE SÍÍÍ! Mira, Domadora de las Serpientes... Soy Cupido, el dios del Amor e hijo de Afrodita ¡Sí! ¡Fea sucia! ¡Soy hijo de esa persona tan maravillosa que has matado cruelmente tú, tus compañeros y los sucios rebeldes!"
- ¡VETE DE MI CABEZA AHORA MISMO!
"MUAHAHAH Es normal que el Amor te atormente la mente~ Pero... tranquila~ No me gusta tener que estar mucho tiempo metido en mentes tan sucias y oscuras como la tuya."
Tsubaki se limitó a gruñir esta vez.
"Ahora... te enterarás. Vengo a castigarte por el mal que has hecho ¡Has tratado mal a las personas, a tus propias compañeras de Templo! ¡Las has echado maldiciones de Amor! Y por si eso fuera poco... ¡Te has tomado la libertad de matar a mi madre, la diosa de la belleza! Te crees la diva de las dimensiones... y eres lo que eres... ¡una niña amargada sin mojar el churro! No tienes perdón de dioses... Te condeno, Tsubaki Hebi de la Tierra."
Después de ese discurso, sintió la cosa más extraña que le había pasado en la vida. Notó una presencia detrás de ella que no consiguió ver... solo pudo distinguir la silueta de un bebé armado con arco y flechas que estaba sonriendo maliciosamente. En medio segundo, sintió que le habían disparado una flecha a su espalda. Al principio dolía mucho... pero fue moderándose hasta que ella, de forma muy extraña, se sentía más relajada que nunca. Tenía una llamativa cara de tonta y, en cuanto se dio cuenta, frunció el ceño y gruñó enfadada.
- ¿Amor? ¿Yo? ¡TONTERÍAS!
Sin embargo, su corazón latía de otra forma.
Procuró encasquetarse en la cabeza que lo único que quería era seguir con el plan de superar a Kikyo como sea... Una Kikyo que posiblemente podría caer muerta tras su batalla contra Apolo y Artemisa.

martes, 17 de marzo de 2015

Dante Vs Ares

En cuanto Dante sacó la pistola, la cargó, apuntó y apretó el gatillo. Pensé que aquel dios vestido de hoplita griego armado con una simple espada de bronce se haría polvo en seguida. Me equivoqué.
Ares dejó bien claro a Dante con una voz grave y fuerte que era el dios de la guerra y que todo ese conflicto, especialmente las muertes que se estaban produciendo, eran ofrendas para él, lo que quería decir que en esos momentos Ares era uno de los dioses más peligrosos.
La bala que disparó Dante había colisionado poco más arriba de la tripa del dios, pero no sé de qué estaba hecha aquella coraza que lo único que hizo fue un abolladura en esta. Ares no pareció haberle
dolido.
- ¡Eh, maldito! ¡Eso no vale! - se quejó Dante.
- ¿No te has dado cuenta, Cazademonios? Soy el horror y el dolor de la batalla personificada. No podrás vencerme.
- Sí - Dante cargó su pistola otra vez - Eso es lo que decís todos.
Dante alzó la pistola y apuntó a la cabeza de Ares pero este de repente empezó a sonreír. Según vi en el rostro de mi amigo, estaba confuso por lo que tramaba su contrincante. Vio un resplandor de color rojo sangre justo en la mano de Ares, la mano que justamente estaba sosteniendo su arma de bronce, sin embargo se había transformado de repente en una metralleta.
- Pero... ¿QUÉ CLASE DE MONSTRUO ERES? - preguntó Dante con cara de sorpresa.
- Jejeje Meen~ Es una simple Heckler&Koch mp5 del futuro, concretamente del siglo XX en la época de los 60.
- ... ¿Llegaremos hasta el siglo XX?
- ¡El siglo XXI como mínimo! ¡Y da gracias de que no haya puesto una bomba nuclear estadounidense!
- No debe ser muy diferente al Purgatorio, es decir, el supuesto fin del mundo...
- No, la verdad es que no... ¡BUENO! ¡BASTA DE CHÁCHARA! ¡NO ME GUSTA HABLAR!
- Te van las metralletas.
- ¡ME VA LA MUERTE! - y el loco vestido de griego comenzó a usar la metralleta contra Dante.
El Cazademonios corrió hacia atrás moviéndose en zig zag y cayó al suelo para alejarse de allí haciendo la croqueta y así evitar los disparos con mayor facilidad. Algo realmente heroico cuando te están disparando con un arma de fuego.
- JAJAJA!!! ¡ES GRACIOSO CÓMO SE RETUERCE ESTE! JAJAJA!
- Maldición - murmuró Dante. - Tengo que hacer algo para que no use esa cosa si no quiero convertirme en queso grùyere...
- ¿Qué dices? BAH~! No me importa JAJAJA
- LUCHA COMO UN HOMBRE.
- ¿Cómo? ¡SOY EL DIOS DE LA GUERRA! ¡NO HAY HOMBRE MÁS HOMBRE QUE YO!
Dante se fue levantando poco a poco. Se llevó el brazo derecho al mango de su espada y la otra a su pistola Angel.
- Un verdadero hombre lucha con espada. Cuerpo a cuerpo. Como los viejos tiempos.
Ares se quedó un rato mirándole con cara de estar pensando de forma forzosa, algo que daba a entender que estaba sobrexplotando la media neurona que tenía y llevaba sin usarse desde hacía siglos. Gruñó y dijo:
- Tienes razón - transformó su metralleta en una larga lanza (¿tal vez para imponer?) y luego en la espada inicial - lucharemos con espada.
Dante sabía que se había  metido en un lío tremendo proponiendo eso, pero era lo único que se le ocurría. Dejó sus pistolas tranquilas y sacó a Rebellion. En apariciencia, su espada debía ser más poderosa que la de Ares
pero, al tratarse del mismísimo dios de la guerra y de las armas, todo era posible.
Dante y Ares chocaron espadas y conté cinco segundos cuando se quedaron mirándose uno con el otro con expresión de "Te voy matar". Después de aquello, comenzaron a pelearse.
Ambos bandos lanzaron montones de técnicas muy diferentes la una con la anterior. Los dos estaban demostrando una gran valía, pero Ares comenzó a ganarle terreno en poco tiempo. A pesar del cuerpo corpulento del dios con apariencia de que esa musculatura pesaba más que toda la armadura junta, Ares se movía como un lince. Atacaba y atacaba sin necesidad de defenderse mientras que la situación de Dante era justo al revés. El cazademonios se sentía acorralado, y eso no era nada bueno. Había sacado su arma más poderosa, la Rebellion, y lo único que hacía era defenderse sin otra opción más que esa. A medida que pasaban los segundos, el rostro de Ares crecía en ansia de sangre hasta comenzar a parecer un enfermo mental y loco.
- ¡MUEREEE! ¡MUEEEERE! - gritaba.
Dante decidió romper con aquella situación. Si seguía así, iba a perder. Dejó de chocar su Rebellion contra la espada del dios de la guerra, esquivó un mandoble de este, y retrocedió hacia atrás.
- ¡VEN AQUÍ, COBARDE!
Ares corrió hacia él pero una voz hizo que se parase en seco.
- ¡¡¡DANTE!!!
El cazademonios giró la cabeza y vio a Rei que estaba corriendo hacia él en medio de la multitud de rebeldes y criaturas mitológicas que estaban luchando a muerte entre ellos.
- ¿Ya acabaste con los dioses del fuego? - preguntó Dante sorprendido.
- ¡Por supuesto!
- ¿HEFESTO? - intervino el dios de la guerra - ¿LA TÍA HESTIA? ... No me gustáis como vencedores.
- Vaya... al parecer este es Ares-kun~ - dijo Rei adelantándose unos pasos - Dante-kun, pensé que ya habías acabado con este mono de feria.
- Es complicado de vencer, es puro odio y horror... Pero lo venceré.
- ... Lo venceremos.
- ¡REI-KUN! ¡No te metas! ¡Esta es mi batalla!
- HABLÁIS MUCHO COMO PARA SER DOS PERDEDORES A PUNTO DE IR A LAS PROFUNDIDADES DEL TÁRTARO.
- ¿De mi casa? - preguntó Rei - En fin~ Dante, si lo acabamos los dos, acabaremos antes.
- Mmm... ¿Tienes la Dark Rose por ahí?
- ¿Tú la Bloody Rose?
Los amigos asintieron. Rebuscaron dentro de sus ropas y cada uno sacó una pistola: Dante, una roja; y Rei, una negra. Ambos apuntaron a Ares que estaba transformando su espada en un fusil.
- Estáis acabados MUAHAHA !
- ¡Ahora, Dante!
Dante y Rei gritaron al unísono:
- ¡ROSE MAX!
Y dispararon. Un rayo bicolor entre rojo carmesí y negro tinta avanzó como la luz hacia Ares, colisionando contra él en una gran explosión. Ares se vio envuelto en una nube roji-negra mientras se retorcía desesperado y gritaba de ira. Pasó poco más de un minuto hasta que era visible cómo la piel del dios se iba derritiendo y daba la sensación de que se podía ver su esqueleto con aquellas luces rojas a lo rayos X... En definitiva, no era nada agradable.
Poco a poco, el dios se fue convirtiendo en icor dorado pero, a diferencia de los dioses anteriores, no subió a los cielos. Se disolvió junto aquella sustancia venenosa del Infierno... hasta desaparecer.
Dante se volvió hacia Rei:
- Gracias por venir, tío, aunque quería haber intentado vencerlo yo solo.
- Ya habrá otra ocasión. Sabes que en estos momentos no estamos para heroicidades y menos con un tío que se hace fuerte según lo grande que sea la batalla.
Hubo un rato de silencio. Dante añadió:
- Hacía tiempo que no usábamos estas pistolas...
- La última vez fue en la Tierra... contra Cerberus. Akame-chan iba a luchar contra el Fénix.
- Sí... es cierto ¡Y SON UNA AUTÉNTICA PASADA!
- Debemos recordar lo que nos dijo Abbadon con estas pistolas... Son peligrosas. Hay que usarlas lo menos posible y con cuidado.
Dante asintió y los dos amigos se quedaron un rato mirando la batalla. Un sátiro corría hacia Dante y este cogió su pistola blanca y acabó con él pegándole un tiro en la frente.
- Espero que los demás estén bien - comentó.
- Sí... ... ...excepto la pendeja definitiva.
- ¿Por qué odias tanto a Tsubaki-chan?
Rei le dio la espalda y se lanzó a la lucha contra la hidra. No contestó.


sábado, 14 de marzo de 2015

Rei Vs Hefesto y Hestia

Si llegan a estar Hermes, Poseidón y Dionisio nos hubiéramos desmayado. La gran cantidad de poder que desprendían esos seres era claramente divino.
- Sabía que vendrían... - dijo una voz femenina localizada en alguna parte de la cubierta. No la vi.
Un señor mayor de pelo y barba blancos se levantó del trono. Posó sus ojos azul cielo en nosotros y dijo.
- Así pues... que comience la batalla.
- Sin presentaciones ni nada - comentó Rei adelantando unos pasos hasta quedar en una posición más avanzada que el resto.
- No creo que debamos presentarnos a unos simples mortales como vosotros - añadió aquel hombre - Os mataremos antes de que pestañeéis.
- Eso habrá que verlo - Rei incocó el Amaterasu. - Que comience la batalla.
- Fumiga a esa gitsune de la sabiduría - me dijo Nura.
- Mete mucho miedo a la madre divina amargada - le respondí.
Nos lanzamos todos contra nuestros respectivos objetivos mientras que iban aparecieron varias criaturas tales como sátiros, centauros, cíclopes, arpías, una hidra y varios fantasmas. Los rebeldes decidieron ir a por estos y a partir de ahí... comenzó el gran caos.
Sin duda, recuerdo la batalla de Rei contra Hefesto y Hestia como una de las más emocionantes.
Como decía el portátil de Arquímedes, Hefesto era un tío bastante feo. El poco pelo que le quedaba lo tenía
moreno y rizado pero tan grasoso como su larga barba llena de greñas. Su piel era áspera y seca, como si hubiese estado metido en una fragua en toda su larga e inmortal vida. Sus fuertes manos estaban llenas de cayos, lo que quería decir que se dedicaba a la construcción, a la manipulación de metales, entre otras cosas del mismo ámbito. Para confirmar esto último, poseía en su mano derecha un martillo de herrero. Lo levantó.
- No puedes conmigo, Shadow Of Silver.
- JAJAJA! - los ojos rojos de Rei brillaban de emoción - ¡pero si eres un blandurrio!
Hefesto se lanzó contra Rei blandiendo su imponente martillo. Rei invocó su guadaña, Kamui (Vacío), y bloqueó el ataque de su oponente. Hefesto quedó agachado mirando a Rei con cara de furia.
- ¡Vaya, Hefesto! ¡Parece que te pesa el culo!
- ERES UN BICHO ESCURRIRIZO!!!!!!
Hefesto se volvió a lanzar contra él pero Rei al transportarse entre las sombras y se materializó a la espalda del dios para darle una patada. Hefesto volvió a caer al suelo. Se quedó un rato en silencio, pero no se convirtió en polvo.
- Habrá que darte el golpe definitivio - dijo Rei invocando llamas negras alrededor de Kamui.
- Yo modelo lo que no está modelado... - dijo Hefesto mientras se iba poco a poco levantando.
Rei iba a callarle cortándolo en dos cuando de pronto un látigo de fuego carmesí le dio en la cara y se enroscó en la guadaña arrebatándosela de las manos.
- ¡EEEHH! - se quejó Rei siguiendo al látigo moverse hasta pegarse a las manos de una chica adulta. Adulta pero joven. Llevaba un vestido rojo, una capa roja, sus ojos eran rojos como brasas de una fogata y era pelirroja. Nunca me imaginé cuál podría ser su color favorito.
- No vencerás al hogar de los dioses~ - dijo dulcemente aquella mujer mientras jugueteaba con uno de sus rulos.
Hefesto la miró:
- Hestia, no te metas en esto. Puedo perfectamente yo solo.
- ¡¡¡¡OOOHH, VAMOS!!!! ¿Tú eres Hestia-chan? - intervino Rei perplejo.
- ¿Hestia... chan? SOY HESTIA. DIOSA DEL FUEGO DEL HOGAR DE LOS DIOSES.
- Una zorra, vamos.
- COMO TE ATREVES A FALTAR EL RESPETO A TITA HESTIA?
- Hefesto, ¡NO ME LLAMES TITA!
- JAJAJA! Sois graciosos - Rei soltó un par de carcajadas más - Será un placer mandaros a... de donde sea que vengáis. Este no es vuestro hogar, es el de Blue-chan y su gente.
-Pues lo será  - afirmó Hestia. Esta ató su látigo de fuego a su muñeca izquierda y alzó los brazos. Dio una patada al suelo y apareció fuego por todas partes... el color azulado de la roca helada del castillo me pareció colorearse de cierto color rojizo - Mientras yo esté aquí ¡ESTE SERÁ EL NÚCLEO DE NUESTRO NUEVO IMPERIO!
- BRUJAAAAAAAAAA!!
Rei saltó hacia Hestia con los dos brazos llameando de Amaterasu pero Hefesto fue imprevisible y le dio con su martillo en la cabeza. El dios herrero invocó también sus llamas y chamuscó la sombra tanto como pudo. Rei salió para atrás.
- Ksóoooo...
- Pardillo JAJAAJA
- Me estáis enfadando en serio...
Hestia cogió la guadaña robada de Rei y la acarició.
- Este será mi primer premio de conquista de este mundo... jiji~ mmm..~♥
- Deja de tocar eso... - la voz de Rei sonaba más grave. Recuerdo que fue en ese momento cuando noté un aura oscura muy concentrada en el ambiente.
- Demonio sombra de segunda... - Hefesto se acercó a Rei. El pie del dios estaba a pocos centímetros de la cara de Rei.
- Malditos... Venís aquí a robarle el hogar a mi gatita, pretendéis someter al pueblo a la fuerza, copiáis las tácticas de fuego tan buenas que tenemos Akame-chan y yo, me robáis a Kamui... Es... imperdonable.
- El fuego siempre fue nuestro. Somos dioses al fin y al cabo - comentó Hestia.
- No os quiere ni los que antes creían en vosotros, los griegos de la Tierra. - se dirigió al dios de la forja y el fuego - No te quiere ni tu propia esposa, Hefesto.
La cara de Hefesto cambió. Se puso tan pálida como una de las esculturas de la Antigüedad levantadas en su honor.
- No tienes ni idea....
Rei sonrió maliciosamente.
- Tu mujer es la diosa del amor... y tiene un amante mucho más guapo que tú~ ¡nada más ni nada menos que el dios de la guerra! Me lo dijo Akame-chan.
- ¡ESA ARPÍA TE DICE MENTIRAS!
El cuerpo de Rei amontó fuego sombra a su alrededor.
- oo...~ Ni se te ocurra faltarle el respeto a mi primi.
Fue una de las veces que más usó Rei  la velocidad-sombra a tan gran escala. Se movía EXACTAMENTE como una sombra pura... Hefesto recibía patadas y puñetazos llenos de fuego negro sin parar. Hestia no podía hacer nada pues aquellos ataques apenas era visibles.
Cuando Hefesto acabó ido de sí, Rei se abalanzó sobre él y rodeó su cabeza con sus brazos. Heló la cara del dios con hielo oscuro... hielo infernal parecía ser. Hefesto se quedó atrapado en aquel hielo cuando se extendió por todo su cuerpo... tenía una terrible cara de dolor. Poco a poco la figura del dios se fue diluyendo en icor hasta volverse polvo divino. El hielo se deshizo cuando la 'purpurina' subió a los cielos como hicieron los dioses anteriores que perdieron ante nosotros.
- Uno menos - dijo Rei. Se levantó mientras veía ante sus ojos el hielo infernal derretirse. Levantó la cabeza y vio a su siguiente víctima: Hestia. Esta le amenazó con Kamui.
- ¡Maldito seas! - maldijo.
- Yo que tú devolvería eso lo antes posible.
- No destruirás el Hogar de los dioses.... NUNCA!
Hestia invocó el fuego. No era un fuego de forja como el de Hefesto, ni era un fuego de Fénix como el mío, ni era un fuego oscuro como el de Rei... era un fuego agradable pero a la vez muy poderoso, capaz de hacer daño a todo aquel que se metiese con los dioses del Olimpo. Rei entendió que Hestia protegía el hogar, SU hogar, y si la vencía... el hogar de los dioses en aquel sitio estaría más que perdido.
- Espero que Blue-chan me perdone por destruir un poco su castillo - Rei se quitó su cazadora y dejo el pecho al descubierto. A la derecha de su espalda, había un tatuaje hecho con sangre con el mismo símbolo que su colgante... estaba brillando. Rei se agachó y pegó con fuerza el suelo de mármol de la sala... había provocado un terremoto. A los pies de Hestia se creó una grieta y esta casi caía al vacío, pero corrió a su derecha lo suficiente como para sobrevivir. En un abrir y cerrar de ojos, Rei apareció ante Hestia gracias a su velocidad-sombra y la quitó su guadaña.
- Al fin eres mía - apuntó a la diosa con Vacío - Y tú has sido derrotada.
- No... NOOO!
Hestia se abalanzó sobre Rei y agarrando su cabeza le chamuscó con todo su fuego. Rei soltó maldiciones y se retiró hacia atrás.
- De acuerdo... tú lo has querido, bruja estúpida.
Soltó a Kamui y esta cayó al suelo. Rei volvió su mano izquierda a su espalda y tocó su tatuaje... de este empezó a salir sangre.
- ¡CUCHILLAS DE AMATERASU!
Extendió su mano empapada de sangre y varias cuchillas con forma de media luna roja salieron despedidas contra Hestia a una gran velocidad. Hestia lanzó fuego pero de nada sirvió... las cuchillas la pegaron montones de tajos por todo su cuerpo. Su vestido acabó lleno de cortes y de estos salía sangre dorada, el icor.
- No vencerás... NO VENCERÁÁÁS AL HOGARRR!!
Invocó más fuego alrededor suyo. Estaba dispuesta a lanzarle una bola de llamas al demonio sombra. Pero, tras reírse maliciosamente por su gran poder divino, no vio a su enemigo al frente como ella esperaba ver. Recibió una tajo de guadaña desde atrás y su cabeza... rodó por los suelos.
- Vencí al "Hogar" - dijo Rei dando vueltas a Kamui - Haz caso a su ~sobriniito~ Hefesto, y no te metas en su vida... Me pregunto cómo acabará este triángulo amoroso entre Hefesto, Afrodita y Ares...
El polvo divino de Hestia subió a los cielos. El Hogar de los dioses en Caetoneko había desaparecido.
Rei esperó que su compañero Dante espachurrase a ese Ares. Y en cuanto a Tsubaki y a Afrodita... le dio igual cuál de las dos quería que muriese.