sábado, 30 de agosto de 2014

El Templo del Dragón Rojo

Llegó la hora de una despedida muy difícil. Abracé a Akane lo más fuerte que pude y al Maestro le hice una reverencia. Después de eso partí dirección a la ciudad de Tokyo para comenzar a hacer mi nueva vida como sacerdotisa adulta. Conseguí por fin confeccionar mi traje de sacerdotisa de verdad. En ese momento me sentí más viva que nunca.
Pase un año entero construyendo mi Templo con ayuda de arquitectos y obreros de muchas aldeas. Elegí un sitio al lado del Monte Fuji... siempre quise contemplar ese paisaje desde la ventana de mi habitación.
Por primera vez en mi vida, el mundo me recibió con los brazos abiertos. Ayudé a mucha gente ya sea protegerles de malvados demonios o curando a heridos. Me encantaba jugar con los niños. Siempre que les visitaba sonreían felices y eso me hacía sentirme genial después de un duro día de construcción.
Apenas sabía de Kikyo. De vez en cuando la veía cuando visitaba el Templo del Gato Negro pero siempre se mostraba algo distante. Eso me preocupaba mucho. En cuanto a Tsubaki, nadie supo de ella en todo ese año.
Sólo veía a Hiroito por las noches después de visitar el Templo del Gato Negro. Había cambiado mucho... empezó a llevar siempre la doble espada a la espalda y dejó de llevar camiseta dejando al descubierto su cuerpo blanco como la nieve (estaba cachas, por cierto).
Las cosas realmente habían cambiado. Siempre pensé que para bien, pero seguía preguntándome dónde podría estar Nura. Presentía que iba a aparecer en cualquier momento.
15 de julio. Un día después de mi cumpleaños, mi Templo se terminó de construir. Le puse el nombre que llevaba en mente todo aquel año: El Templo del Dragón Rojo.
Para mí siempre fue el mejor Templo del mundo. Estaba exactamente como quería: de madera escarlata, al lado de un río y de un bosque misterioso a la derecha; y cerezos y el Monte Fuji a la derecha. Sin duda, el Templo del Dragón Rojo era mi verdadero hogar, aquel sitio de descanso que yo siempre quise y necesité.
Era un lugar tranquilo, el lugar de mis sueños... pero siempre había algo que me ponía nerviosa por las noches. Siempre que me iba a dormir, sentía que estaba siendo observada. El ambiente era siempre familiar pero nunca sabía qué podía ser. Algunas noches salía a buscar a los alrededores pero nunca veía nada. A veces me asustaba, pero acabé por acostumbrarme y la verdad es que me sentía cada vez mejor... Terminó por gustarme esa sensación.
A primeros de agosto noté algo que estaba haciendo una perturbación en la existencia y bajé al bosque cercano. No sabía si lo que sentía días antes tenía algo que ver, pero necesitaba comprobar qué era.
Con una flecha colocada en el arco pensé que realmente ser una sacerdotisa no es una tarea fácil. Tener ese sexto sentido para percibir las perturbaciones en el universo no era algo que a veces lo llevase muy bien. Escuché algo fuera de lo común en el suroeste cerca del Monte Fuji y corrí hacia allí sin bajar la guardia. Cuando llegué a la zona me fijé en un detalle: había hielo pegado a los troncos de los cerezos.
- ¿Hielo en agosto? - me pregunté.
A medida que me acercaba al punto de mayor perturbación, el hielo aumentaba. Acabé casi por resbalarme. El suelo estaba cubierto... ¿Magia oscura? No. Era magia de otra... ¿otra...? ¿otra dimensión?
Llegué a una explanada y en el centro había montones de hielo, incluso había trozos de estos flotando. Me cegué por un resplandor de luz blanca y cuando se apagó vi la figura de una chica de pelo azul con ¿orejas de gato? Sus ojos morados y brillantes me miraron.
- Soy Blue - dijo - y vengo a buscar a mi novio.


Profecías

Kikyo estaba más callada que de costumbre hasta que llegamos al puente que comunicaba el bosque con el Templo. Se paró en seco y mirando hacia el río que corría bajo nuestros pies habló:
- Tenía que comentarte una cosa.
- Sí. Dime.
- Me voy.
-¿Te vas? ¿A dónde?
- Este fin de semana. Me voy del Templo.
- ¿QUEEÉ? ¡Pero si no cumples los 15 hasta noviembre!
- Me ha dicho el Maestro que ya estoy preparada para seguir mi camino sola y cuidar de Kaede. Pienso que ese es mi destino y lo acepto.
- ¿Cuándo...?
- Este sábado.
- ¿TAN PRONTO? ¿No te quedarás hasta el lunes...? El lunes me voy yo...
- Gomene, Akame-chan. Tengo una misión que hacer... pero no te puedo hablar de ella.
Me miró esperando una respuesta. Su cara era la misma cara dura que cuando me vio con Hiroito muy cerca hacía un par de minutos pero escondía algo... escondía miedo. Estaba aterrada. Estaba ocultando sus miedos pero por alguna razón no confiaba ni en mí que éramos casi como hermanas.
- Lo comprendo, - me atreví a decir - pero sabes que me tienes aquí para lo que sea.
- Sí... supongo que sí.
Seguimos andando con el mismo silencio de antes hasta que abrimos la puerta principal. Me pegué un susto de muerte... estaba el Maestro Kuro delante de nosotras mirándome seriamente (daba miedo)
- Akame Scarlet Targaryen, ven conmigo.
Estaba aterrada. Sabía que me iba a echar la bronca por la katana, por llegar tarde y tal vez por pelearme con un demonio. Sin embargo, cuando entramos en su habitación encendió las velas y dijo con serenidad:
- Deja la katana en la mesa.
No sabía cómo sabía lo que llevaba envuelto en el kimono rosa pero le hice caso. A continuación examinó el artefacto cuidadosamente con la mirada.
- ¿De dónde has sacado este sable? - preguntó.
- De un pequeño mercado en el centro - respondí.
Estuvimos un rato en silencio mientras él seguía observando.
- El destino es increíble a veces.
- Perdone, Maestro pero... ¿qué quiere decir con eso? - pregunté intrigada.
- Este sable es el sable del antiguo propietario del Dragón Rojo: Gesshoku.
- ¿Eclipse lunar?
- Así es. Fue forjada en una noche de eclipse lunar... la luna sangrienta.
- Pero espere ¿Ha dicho Dragón Rojo?
- Sí. Cuenta la leyenda que hace miles de años los dragones existían y volaban por los cielos de toda Asia. Muy pocos dragones fueron domandos por distintos guerreros cuya especialidad era la katana. Este sable... perteneció a la familia de los Scarlet.
- ¿SCARLET?
- Sí. Esta katana pertenece a la familia de tu padre, es decir, te pertenece a ti.
- Pero... yo...
No tenía ni idea de cómo pudo llegar a mis manos tan fácilmente ¿sería cosa del destino como dijo el Maestro o fue que Hiroito ya lo había olido?
- Los dragones domados más importantes fueron el Dragón Rojo, Señor del fuego; el Dragón Azul, Señor del hielo; el Dragón Negro, Señor de las sombras y el Dragón Amarillo, Señor de la luz y Padre de todos los dragones. El Dragón Amarillo perteneció a los elfos... concretamente a la familia Targaryen.
- ¿MAMÁ?
El Maestro asintió.
- El destino a veces hace cosas juguetonas con nuestras vidas. Pero hubo algo que hizo que los dragones desapareciesen.
- ¿Desaparecieron los dragones?
- Por supuesto que desaparecieron ¿a caso tú has visto alguno?
- N-No...
- El Gran Fénix. El Gran Fénix acabó con la vida de todos los dragones del mundo. Un pájaro de fuego inmortal abrasó a todos los grandes señores de la Tierra.
- ¿Y ese Gran Fénix sigue con vida?
- Cuenta la leyenda que habita en la isla de Hokkaido. Muchos héroes descendientes de los domadores de dragones intentaron acabar con él pero todos fracasaron. Eres de las pocas descendientes que quedan con vida... tú decidirás vengarte del  Fénix o no.
- Si ese Fénix es tan malvado ¿por qué no arrasa todas las aldeas humanas?
- Algunos supervivientes confirman que ese Fénix está esperando algo. Nadie sabe el qué.
Me sentí como si no fuese yo misma. En tan sólo un rato de conversación me sentía una persona distinta, como si fuese una sacerdotisa que podía destruir cualquier cosa que se interpusiese en su camino.
Cuando llegué a mi habitación tiré la katana al suelo (el Maestro concluyó en que no me la iba a quitar pues ese artefacto era mío con pleno derecho a usarlo) y me senté en el arco de la ventana contemplando la Luna Creciente. Recuerdo como el aire nocturno movía mi pelo diciéndome "Niña ¿qué te pasa? Sólo tu destino es ir a por un Fénix cazadragones ¡nada más!"
Akane entró en la habitación. Yo seguía mirando a la Luna cuando yo la pregunté:
- ¿Por qué Kikyo-chan tiene que irse ahora?
- Es... complicado. Supongo que te lo tendré que contar yo porque no estuviste esta tarde... como siempre, en realidad.
- ¿Contar el qué?
- Hoy Tsubaki vino de visita. El Maestro reunió a Kikyo-chan, Tsubaki.chan y a ti.
- ¿A mí? ¡Nadie me avisó!
- El Maestro no quiso... El caso es que yo como ayudante del Maestro pude escuchar la conversación y dio bastante miedo.
Pensé en que nada podría dar más miedo que un Fénix cazadragones.
- El Maestro sabe de una profecía que os involucra a las tres... las sacerdotisas más fuertes de este Templo.
Miré a Akane incrédula. Efectivamente había algo peor que un Fénix cazadragones. Akane añadió:
- El destino de las tres sacerdotisas más fuertes del Gato Negro serán marcadas por el destino: Una caerá en la oscuridad, la otra morirá por amor y sólo la última tendrá éxito en su larga vida.
Las palabras de Akane resonaron en mi cabeza desde entonces. Sólo una de las tres tendría una vida exitosa. Yo siempre pensé que yo era la más débil de las tres siendo Kikyo la más fuerte por lo que, desde ese entonces, viví con la inquietud de qué me pasaría al final.
Llegó el día de la partida de Kikyo. Estaba realmente triste pero no lloré. Miré fríamente su figura alejándose junto a su hermana pequeña. Me acordé de cuando vi a Kikyo por primera vez viniendo hacia aquí aquel día de lluvia... Las cosas realmente cambian.
Al día siguiente se celebró mi gran despedida. Llevé un kimono rosa precioso. Es el que había elegido en ese entonces, pero poco duró. Cuando acabó la gran fiesta a la cual sólo faltaron Kikyo y Kaede (y Tsubaki terminó de mirarme mal) me fui a la cama temprano pero no conseguí pegar ojo, por lo que cogí un pergamino, me bajé abajo al salón y me puse a dibujar el kimono de mis sueños. Cuando acabé miré por la ventana. Vi el bosque acordándome de Hiroito y Nura. Pensé que a pesar de la profecía tenía que pensar en positivo y sonreír ahora más que nunca.
- Definitivamente, este traje de sacerdotisa va a molar.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Akame VS Nura


No hay nada mejor para introducirse en el manejo del sable que una batalla tal vez mortal contra un yokai con ganas de revancha. Hiroito seguía mirándome preocupado pero ignoré sus deseos de que salgamos corriendo de allí. Alcé mi katana en dirección a Nura. Él no dejó de irradiar confianza en sí mismo con sus ojos de oro (¿o en ese momento ya estaban rojos?). Temía que descubriese que en realidad no había manejado una katana en mi vida hasta ese día. Tal vez en el fondo lo sabía... Tal vez desde un principio lo único que quería era pegarme una paliza.
- Vamos, ohime de las cebollas~ Demuéstrame qué sabes hacer.
- ¡No me llames así!
Dejé que mi impulso hablase por mí y me abalancé sobre él dispuesta a acuchillarle pero me frenó con su katana. Salté hacia atrás en guardia.
- No subestimes a Nenekirimaru - dijo con su misma sonrisa confiada.
- ¿Nene qué?
- Mi katana. Se llama Nenekirimaru ¿la tuya pues?
No pensé en ningún nombre para mi katana, tal vez si no decía ningún nombre descubriría que soy de arco. Se lanzó hacia mí y me defendí bloqueándole el ataque. Improvisé:
- No es un nombre que se lo diga a todo el mundo.
- Bien, bien... Me gusta esa actitud.
Seguimos luchando. Al principio Nura me dejaba atacar pero hubo un momento en que se cansó y yo me defendía como podía. Pensé que estaba aguantando más de lo que pensaba. Nura frenó y dijo:
- Para ser una principiante no esta mal ;3
Me alarmé. Mis suposiciones se habían cumplido. Él sabía que yo nunca entrené con katana. Corrió hacia mí y me dio una patada tan potente que salí despedida hacia el cielo. Después de eso, todo se volvió oscuro.
Estaba aturdida. No veía absolutamente nada. Estaba en medio de la oscuridad cuando de pronto llamas de fuego aparecieron delante mío. Estaba en una pequeña casa de madera de aspecto chino. La figura de una mujer estaba de espaldas. Cuando se giró hacia mí vi que estaba llorando. Era mi madre.
La imagen se desvaneció y grité:
- ¡MAMÁÁÁÁ!
Sentí frío. Estaba cayendo nieve cuando una luz blanca se extendió por todos los lados de la explanada donde estaba. Después de eso vi a mi madre tirada en el suelo muerta junto a mi padre cuyo pecho estaba atravesado por una flecha. Mi colgante brilló y un ejército de soldados imperiales se puso alrededor mío haciendo un círculo para que yo no pudiese escapar. Me agaché. Estaba aterrada. Mi colgante no hacía más que iluminarse pero no le di importancia... me puse a llorar.
De repente, escuché el aullido de un lobo. En el horizonte había una figura que no hacía más que decir "Scarlet, Scarlet..." acompañado por más aullidos. Fue entonces cuando abrí los ojos.
Estaba cayendo. Estaba sintiendo como la gravedad me empujaba hacia la punta de Nenekimaru. Fue entonces cuando reaccioné, moví mi katana y desarmé a Nura. Este dijo enfadado a Hiroito:
- No te metas, estúpido.
- La ibas a matar, desgraciado.
Yo estaba tirada en el suelo. Mientras me ponía en pie saqué la conclusión de que ese nurarihyon controlaba el miedo. Fue algo que me pareció una locura, pero era cierto.
- Vaya... es un milagro que estés en pie después de mi patada. Eres realmente fuerte... pero con un pasado bastante triste ¿cierto?
A Nura se le había quitado la sonrisa. Dijo esto con tal seriedad que hasta parecía que estuviese preocupado por mí. Hiroito se acercó a mí.
- Akame-chan, para esto de una vez.
- No. Si el señor cabeza enorme quiere una pelea en serio, la tendrá.
Solté la katana y esta cayó al suelo. Hiroito retrocedió cinco pasos.
- Tú lo has querido, viejo amigo - añadí.
Mis sentimientos de ira empezaron a materializarse en una ráfaga de luz potente alrededor mío así como mi colgante se iluminaba como una luciérnaga. Empecé a descargar rayos negros a la vez. Estaba muy enfadada... Muy enfadada porque él se metió en mi cabeza para usar mis miedos en contra mío.
- Otra vez no... - dijo Nura.
Alzó las manos y empezó a descargar una luz oscura entre sus manos. Yo hice lo mismo: una ráfaga de luz blanca combinada con rayos negros fue acumulada entre mis manos mientras que yo comencé a levitar.
- ¡TOMA ESTO! - dijimos Nura y yo al unísono.
Nuestros poderes chocaron y estuvimos un buen rato intentando tirar al otro pero no pudimos. La energía se nos agotó y nos abalanzamos uno contra el otro. Él me lanzaba ráfagas de luz oscura mientras que yo descargaba rayos del Yin hacia él.
Decidí usar otra táctica para acabar con la pelea. Activé el escudo del Yang alrededor mío y bloqueé los ataques que me estaba lanzando. Después de acercarme hacia él... le abracé.
Él paró de lanzarme ataques. Estaba completamente inmóvil. Fue entonces cuando usé la táctica de sacerdotisa más poderosa. Descargué mi luz blanca contra él y él gritaba y gritaba. Esa luz era la técnica más espiritual y pura, únicamente efectiva contra los demonios. Básicamente lo que hacía era purificarlos pero Nura era un demonio demasiado fuerte como para que yo pudiese hacerle desaparecer, pero realmente le dolía.
Cuando decidí que ya era suficiente, pasó lo peor: no lograba parar el ataque.
- ¡Mierda! ¡No puedo parar! - protesté.
- ¿QUÉÉÉÉ? - gritó Nura hecho una fiera y sudando por el dolor.
Hice el mayor esfuerzo posible. Deseé parar esa luz con todas mis fuerzas. De pronto lo logré, pero la luz nos lanzó al aire. Yo seguía abrazada a Nura pensando que así no me iba a matar. Caímos al suelo y rodamos. Hicimos un cráter en la tierra... me sentía un meteorito.
Estaba algo inconsciente pero cuando logré sentirme mejor abrí los ojos. Nura estaba encima mío boca abajo con las manos sobre mi...
- Aléjate de ella - dijo Hiroito con la punta de su espada justo debajo de la barbilla de Nura.
Él estaba inconsciente hasta que abrió los ojos y me vio. No sé qué cara tendría yo pero rápidamente se dio cuenta de la situación y saltó hacia atrás gritando como un loco. Retrocedió gateando un poco más y dijo:
- ¡G-GOMENASSAI! ¡YO NO...!
Hiroito seguía apuntando hacia Nura con su espada.
- Como te atreves a tocarla de esa forma.
La expresión de Hiroito daba realmente miedo. Nura parecía estar rojo como un tomate y en cuanto a mí... me ardían las mejillas. Nura se levantó, recogió su katanay dijo:
- Creo que el combate ya ha acabado. Nos volveremos a ver... Adiós.
Echó a andar por donde vino y le perdimos de vista. Hiroito y yo estuvimos un buen rato en silencio. Recuerdo que los grillos empezaban a salir y a hacer sus sonidos como todas las noches ¿NOCHE? ¡LLEGABA TARDE AL TEMPLO!
Me levanté sobresaltaba, me limpié un poco y...
- Akame-chan - me llamó Hiroito.
- ¿sí?
- No vuelvas a hacer algo así...
- ¿Yo? Pero si yo...
- ¡No lo vuelvas a hacer!
Se acercó a mí y me sacudió.
- Te quiero proteger ¿lo entiendes? NO QUIERO QUE TE PASE NADA MALO.
- Hiroito-kun....
Acercó su cabeza contra la mía y chocamos frente a frente. Mi corazón empezó a latir muy deprisa. Estaba respirando su aliento cuando de pronto...
-¡AKAME-CHAAAAAAAAAAAAAAAAAAN! - escuché detrás de mí.
Me alarmé y me giré. Era Kikyo y me estaba mirando con la cara que más miedo me daba... estaba enfadada conmigo. Al ver a Hiroito tan cerca mío su rostro pasó a ser una mezcla entre estar sorprendida, enfadada u decepcionada... Era aterrador.
Kikyo me agarró del brazo y sentenció:
- Coge tu estúpido sable y ven a cenar. El Maestro está muy preocupado por ti.




martes, 26 de agosto de 2014

La katana del dragón

Pasé unos maravillosos años en compañía de mis compañeras sacerdotisas, el Maestro Kuro e Hiroito. No conocía a muchos más, solo a algún que otro aldeano que venía de visita al Templo en busca de ayuda. Estuve practicando arduamente en el uso de mi colgante mágico. Descubrí junto al Maestro que ese colgante me otorgaba poderes del Yin Yang que podía usar para combatir contra el mal. Con el Yin podía descargar energía eléctrica de color negro y con el Yang escudos protectores. A parte de eso, tenía que aprender muchas otras tácticas las cuales ni el Maestro ni yo conocíamos.
Estaba a punto de cumplir 15 años y las cosas ya habían cambiado más de lo que yo quería. Cuando una aprendiz de sacerdotisa llegaba a la edad de 15 años, debía seguir su camino espiritual por sí sola, es decir, se iba de la escuela de sacerdotisas para siempre. También, tenía la opción de rediseñarse su traje pues este iba a ser objeto de identificación de la persona que lo llevaba. Por ejemplo, Tsubaki ya se fue el año pasado al cumplir los 15 y cambió su traje a color azul marino, además siempre iba maquillada. Alguna que otra vez venía de visita también pero, cada vez que pasaba más el tiempo, ella parecía más bien otra persona. La última vez que la vimos trajo una serpiente demoníaca y dijo que era su mascota, que ninguna nos preocupásemos. Siempre tuve un mal presentimiento acerca de lo que podría estar haciendo allí fuera.
Estaba en mi habitación probándome una túnica rosa. Me acuerdo de que aquel día me decidí por llevar algo rosa pero no sabía cómo exactamente. Lo único que sabía era que me sentía muy cómoda...
- Me siento como una flor de cerezo - declaré con una sonrisa.
Akane abrió la puerta de la habitación.
- Aquí tienes la katana que me pediste... ¿Estás segura de esto...?
Me volví hacia ella. Aún no me había puesto la parte de abajo del kimono pero no le di importancia. Me remangué las mangas rosas y le sonreí.
- ¡Sí! Déjamela en el suelo.
Ella hizo lo que le pedí. Era lógico que se extrañase pues ella cuando acabó la escuela de sacerdotisas nunca vio una katana de verdad. No se fue a ningún pueblo ni nada cuando acabó... decidió quedarse en el Templo para servir de ayuda al Maestro.
Estuve observando el artefacto cuidadosamente. Esa katana la había comprado hacía una semana en el centro de la ciudad de Tokyo pues Hiroito me había recomendado ese mismo modelo. La funda era toda negra y en el centro había un dragón rojo brillante que lo decoraba.
Me puse bastante nerviosa. Me puse la coleta más alta de lo habitual y me concentré. Akane estaba observando atentamente. Cogí y desenvainé. Vi que verdaderamente el sable estaba hecho de acero pulido con una empuñadura negra como la funda.
Hice un par de movimientos con ella. Me sentía libre dando mandobles y cortando el aire. Para probar decidí cortar un par de mantas que estaban al lado.
- ¡¡¡EHH!!! - protestó Akane.
- ¡Ups! Gomene...
Envainé rápidamente.
- Es por esto que la espada no se usa mucho entre las sacerdotisas. Cualquier tipo de espada o sable desencadena impulsos que no son exactamente celestiales... más bien humanos - explicó mi amiga.
- Lo sé pero... ¿has visto lo bien que se me daba?
- Sí, bueno... la verdad es que creo que sí. Nunca había visto una katana y menos a alguien usándola. No sé si estas cosas te defenderían de los demonios...
- Seguro que sí - declaré. - Creo que cuando me vaya de aquí haré un templo y usaré esto para mis entrenamientos cuerpo a cuerpo.
- ¿Has decidido dedicarte a la caza de los demonios como Kikyo-chan?
- Ella dijo que buscaría un pueblo donde instalarse y proteger a los aldeanos de los demonios. También viajaría de aldea en aldea para su matanza en caso de que alguien sea atacado. Yo lo que tenía pensado es fundar un Templo y... no sé, buscar alguna aventura.
- Me parece bien n_n espero que vengas a menudo por aquí.
- Lo haré sin duda ;D
Miré por la ventana y caí en la cuenta de algo horrible. Era media tarde y había quedado con Hiroito.
- ¡AAAAHHHH! Sumimasen, Akane-chan, tengo que irme.
Me quité el kimono rosa y me puse el traje de sacerdotisa tan rápido como pude.
- ¿Um? ¿Qué tienes que hacer? - preguntó Akane intrigada.
- He... Tengo que irme a practicar tiro con arco. Quiero ver si puedo combinar el arco con mis poderes del Yin Yang ¡Muchas cosas que hacer!
Me solté el pelo y envolví la katana con el kimono rosa atándolo con la cinta de pelo para que no se destapase.
- Entonces ¿por qué te llevas la katana?
- Etto... ¡Por si acaso! Nunca se sabe qué puede pasar en ese bosque... ¡Hay demonios! ¿Lo sabías?
- Eso dice siempre Kikyo-chan, sí.
Me puse las sandalias y salí corriendo de la habitación.
- ¡Que no te vea el Maestro con eso! ¡Y recógete el pelo!
- ¡Hai, hai! Tendré cuidado, sí.
Por poco me pillaba el Maestro. Estaba en el salón y si no fuera porque estuviese tomando su té de media tarde, me hubiera pedido explicaciones sobre a donde iba. Salí del Templo y me encontré con Kikyo.
- ¿Vas otra vez con ese demonio amigo tuyo? - preguntó.
- ¡Sí! ¡Lo siento, Kikyo-chan! ¡Llego muy muy muy tarde!
- ¿Vas a practicar tiro sin arco?
Se me cayó el alma a los pies. Se me había olvidado ese pequeño detalle. Salí a practicar tiro con arco sin mi arco y sin mi carcaj.
- ¿Qué es eso que llevas ahí? - añadió Kikyo.
- Eh... ¡nada! Mi prototipo de traje para cuando me vaya de la escuela ¡Me voy! ¡Itte kimasu~!
Cuando ya iba bastante lejos Kikyo alzó la voz:
- ¡No vuelvas muy tarde que te tengo que comentar una cosa! ¡Y recógete el pelo!
Seguí corriendo y me adentré en el bosque ¿Qué sería lo que Kikyo quería decirme?
Llegué a nuestra zona, donde siempre quedábamos, pero no había nadie ¿Sería posible que aun yo llegando tarde, él llegase aún más tarde?
-Bu - escuché detrás mío.
Salté para atrás soltando el kimono donde llevaba la katana y me pegué contra un árbol. Me hice daño en la espalda.
- ¡MALDITOOO!
- JAJAJA ¡Nunca me cansaré, te lo juro! - decía Hiroito trabándose con la risa.
Suspiré y murmuré:
- Qué malo que eres...
Me quedé apoyada en el árbol mientras Hiroito se quedaba pensativo viéndome como si fuese una comida que nunca hubiese probado.
- Mmm... Akame-chan... - dijo seriamente como si realmente fuera a comerme (al fin y al cabo era un lobo ¿no?)
- ¿Sí?
- Te... te han crecido los pechos ¿no?
Cogí rápidamente la katana tapada y le di en la cabeza lo más fuerte que pude.
- ¡BAAAAAAAAKA! DDDDD8< - grité mientras mi sangre ardía de la ira.
- ¡AUUUUUUUU! ¡Era un simple comentario, jo! Dx
- No seas un lobo pervertido ¬¬
- Ni tú una sacerdotisa violenta... u.u
Hiroito miró el artefacto con que le dí y cayó en la cuenta:
- Mmm ¿Y eso qué es? No llevas el arco ni nada...
Desenvolví y le enseñé la katana.
- Tuve que salir corriendo con esto y no me dio tiempo a coger mis cosas. Es esta la que tú me dijiste ¿no?
- Exacto ¡es perfecta para ti!
- ¿Por qué ¿Por qué esta y no otra?
- A los de tu ciudad natal les gustaban mucho los dragones ¿no? Además, tú siempre fuiste muy fogosa...
- ¿A QUÉ TE REFIERES CON...? Es igual... Pues para ser de principiante me costó un ojo de la cara, majete.
- Es que... en realidad no es de principiante 8'D es una oficial...
- BAAAAKAA.
Le iba a volver a pegar pero este sacó su espada y me cortó el paso.
- El mismo truco no va a funcionar ahora.
- ¿No estabas practicando la doble espada ya?
- Es muy peligroso practicar eso en un lugar que no sea el campamento de la manada. Es una técnica impulsiva demasiado peligrosa. Si te descontrolas puede haber un grave accidente.
Comprendí. Eso coincidía con lo que había dicho Akane con lo de que las sacerdotisas casi nunca usaban espada. Si usar un sable ya era peligroso, usar doble espada era ser un destructor imparable. Eso me hizo que pensar cuán fuerte era Hiroito.
- Podríamos a partir de ahora practicar sable contra espada. Sería bueno para los dos. Al menos hasta cuando tengas que irte de ese Templo.
- Pero... nos seguiremos viendo ¿no...?
- ¡Claro que sí! Te buscaré hacia donde estés y te encontraré.
Dijo esto con una sonrisa tan preciosa que me hizo sonrojar mucho pero no dije nada, solo asentí. Había pasado mucho tiempo desde que conocí a Hiroito y la sensación extraña que sentía hacia él no hacía más que incrementar con el paso de los años ¿sería por la edad o porque realmente Hiroito... estaba cañón?
- ¿Me puedo unir a la fiesta, amigos? - dijo una voz.
Hiroito y yo nos alarmamos y miramos hacia donde oímos esa voz. Una figura estaba acercándose entre la oscuridad. Cuando la luz pudo incidir en aquella figura vimos a un tipo de ojos amarillos con expresión maliciosa de pelo negro combinado con el blanco. Era un tipo raro que me resultaba muy familiar... tenía una cabeza que se extendía por atrás. Este miró a Hiroito sonrientemente pero, cuando me dirigió la mirada, este puso una cara pensativa. De pronto puso los ojos como platos y dijo:
- T-Tú eres...
- ¿...?
- ¡CEBOLLA!
Me quedé boquiabierta. No me lo podía creer. No podía ser él. No me percaté en él en todo este tiempo. Pensé que había muerto ahogado por un trozo de cebolla.
- ¡¿NURA?!
Hiroito puso cara de no entender nada.
- Esto... ¿Me he perdido algo?
- ¡¡Tú eres la niña canija del Barco que me tiró al suelo!!
- Es Nura, un nurarihyon. Nos conocimos cuando tenía 4 años en el Barco camino a Japón.
- Cuando teníamos 4 años, en realidad. No me puedo creer que te hicieses amiguita de un yokai lobo. Al parecer has estado en una escuela de sacerdotisas... Debiste haberte divertido todos estos años.
- Lo mismo va por ti... - dije algo enfurecida - ¿Se puede saber qué haces aquí?
- Un curioso olor mezcla entre demoníaco y divino me condujo hasta aquí. Además de ese olor tenía algo que me resultaba familiar ¡Y ya lo creo! ¡Eras tú! Qué gran sorpresa...
Hizo una pausa y se acercó más a nosotros. Me fijé en que llevaba una espada apoyada en el hombro.
- Al parecer tú también te has especializado en sable. Muy poco peculiar en las sacerdotisas...
- Pero si yo no...
- Tengamos un combate. Así podemos saldar cuentas de lo que pasó cuando eramos críos.
Apuntó hacia mi corazón con el pico de su katana. Estaba nerviosa pero también furiosa.
Hiroito me echó para atrás y se puso en mi sitio. Ahora el sable de Nura estaba apuntando hacia su pecho.
- ¿Estás loco? ¡Antes tendrás que probar de mi...!
- Está bien - declaré poniendo una mano en el hombro de Hiroito - lucharemos.
- ¡Akame-chan...!
- Bien - dijo Nura - que gane el mejor ;)






Consecuencias del paso del tiempo. La Llegada de Kikyo.

Era un día cuyo cielo estaba encapotado por nubes grises y llovía de forma torrencial. Recuerdo que estaba en la habitación con Akane haciendo ejercicios para relajarnos y controlar nuestro alma. "Scarlet, como el color de tu alma" oía en mi cabeza. Aquella frase de Hiroito se quedaría en mi memoria para siempre ¿Qué estaría haciendo él en aquellos instantes?
Una compañera de clases llamada Tsubaki  abrió la puerta de nuestra habitación repentinamente. Llegaba cansada, parecía que hubiera estado corriendo. 
- ¡Chicas! ¡Tenéis que venir abajo!
Akane y yo la miramos extrañadas pero nos pusimos de pie y la seguimos a la parte de abajo del Templo.
Abrimos la puerta principal y salimos afuera. El Maestro estaba mirando al horizonte. Todas miramos a donde él estaba fijando la mirada y vimos la figura de una niña que sostenía un bebé. Se estaba acercando. Cuando por fin llegó a subir las escaleras, la tuve en frente mío por primera vez. Era una chica de piel tan blanca como la porcelana y de pelo largo y liso más negro que el azabache. Llevaba un yukata totalmente blanco.
- Ayuda... - dijo con sus ojos oscuros mientras sollozaba.
El bebé que llevaba estaba llorando. Cuando el Maestro iba a decir algo, la niña se desmayó. Tsubaki la sujetó para que no se cayera y Akane cogió al bebé. 
- Yo cuidaré de ella - dijo Tsubaki.
Todos pasamos a la sala de curación del Templo. Akane se hizo cargo del bebé mientras que el Maestro y Tsubaki tumbaban a aquella chica en una cama.
- Está empapada - comentó Tsubaki.
Me sorprendió el comportamiento de mi compañera. Ella siempre fue muy fría y mezquina con todas... No me caía especialmente bien. Muchas veces se reía de mí cuando se me daba mal el arco y encima estaba extrañamente obsesionada con la belleza. Pero desde que esa chica apareció no hizo más que preocuparse por ella ¿a caso se conocían?
Pasó una media hora y la niña se despertó. La traje un vaso de agua por si quería beber y ella lo aceptó. 
- Konnichiwa ¿Cómo te llamas? - dije.
- Mi nombre es Kikyo - declaró después de beberse todo el vaso.
Giró la cabeza hacia Tsubaki y puso una cara alarmada.
- Tú eres...
Los ojos turquesas de Tsubaki brillaban de forma extraña.
- ¿Qué ha pasado?
El Maestro se acercó a nosotras y me acarició el pelo. Al parecer quería escuchar a Kikyo. Esta explicó lo sucedido:
- Vengo de la aldea Tenshi no Machi. Ayer unos demonios lobo nos atacaron y arrasaron todo el poblado. Mi hermana pequeña Kaede y yo fuimos las únicas supervivientes.
Tsubaki pegó un llanto. Yo puse los ojos en plato ¿el clan de Hiroito mató a gente? Eso explicaba lo del día anterior que me dijo: "Mañana va a llover... será el mejor día para cazar"
- N-no puede ser... ¡NO PUEDE SER! - decía Tsubaki llorando.
- ¡Tsubaki-chan! - gritó Akane.
Tsubaki gritó y salió de la habitación. Nunca la había visto así...
- No entiendo - declaré.
Akane de acercó a mí con la bebé Kaede.
- Tenshi no Machi es el pueblo de donde procede Tsubaki-chan. Fue una de las primeras de nuestra generación en venir aquí para estudiar técnicas espirituales porque sus padres querían que fuese sacerdotisa. Al parecer Kikyo-chan y ella se conocían ya de antes ¿verdad?
- Sí - afirmó Kikyo.
Sentí lástima por Tsubaki. No me caía bien pero empezaba a entender los motivos de su comportamiento. Tal vez su sueño no era ser sacerdotisa y era otra cosa distinta...
- Kikyo-chan, - intervino nuestro Maestro - ¿no tenéis a donde ir tú y tu hermana?
- No... - respondió llorando - no sabía a dónde podíamos ir... por eso vine aquí... Déjenos quedarnos aquí, Señor Maestro-senpai... Onegaisimasu...
Se levantó de la cama y se agachó formalmente ante el Maestro.
- ¿Tú y tu hermana queréis ingresar en la escuela de sacerdotisas?
- Sí, onegai.
- De acuerdo pues. Dormiréis en la habitación de Akane-chan y Akame-chan.
- Hajimemashite - dijo Akane sonrientemente pasando su brazo derecho por mis hombros. - Soy Akane y ella es Akame-chan. Esperemos llevarnos bien.
Siempre me sorprendió la fuerte amabilidad que mostraba Akane hacia los demás. Me preguntaba si siempre fue así de educada. Dirigí una sonrisa divertida a Kikyo. 
- Dozo yoroshiku... - respondió esta.
Al principio ella era algo tímida e inocente, pero al final se fue uniendo a nuestro grupo sin problemas. Kikyo era una chica simpática y amable como Akane pero tenía algo más que me encantaba: su dulzura y orgullo cuando hacía cada cosa en el Templo ya sea tender la ropa o preparar té. Era una gran amiga... nos volvimos inseparables.
Pasaron dos meses y Kikyo estaba como siempre cuidando de su hermanita mientras nosotras practicábamos tiro con arco. Técnicamente estaba en la escuela de sacerdotisas pero no asistía a las clases por no dejar sola a Kaede además de que su poder espiritual parecía la de una chica normal y corriente de pueblo.
- Parece divertido... - murmuró Kikyo.
Akane y yo la miramos. Creo que sabía en lo que estaba pensando Akane porque era lo mismo que estaba pensando yo: Kikyo quería disfrutar de las clases también.
- ¡Akane, es tu turno! - gritó nuestro Maestro.
- S-Sí... - respondió ella. Caminó dos pasos pero se paró y se volvió a Kikyo - ¿Quieres intentarlo por mí?
- ¡¿Y-YO?! Yo es que... nunca he...
- Prueba al menos n_n
Cuando Akane saca su sonrisa amable, nadie puede decirla que no. Kikyo cedió y esta se llevó el arco y el carcaj de Akane a la zona de tiro mientras que Akane se quedó con Kaede. El Maestro se sorprendió al principio pero no dijo nada al respecto. Tsubaki estaba mirando... todas las alumnas allí presentes también.
- Adelante, Kikyo-chan - dijo el Maestro.
Esta sacó una flecha del carcaj con rapidez y la colocó en el arco. Lo hizo con una perfección que ni yo misma pude lograr en meses. Estuvo un buen rato apuntando, se respiraba la concentración que estaba aplicando en aquel momento hasta que por fin disparó y lo sentimos... una fuerza espiritual enorme. La flecha dio justo en el centro de la diana. Fue asombroso... pero más asombroso fue el sentir de aquella fuerza espiritual ya que seguía allí, en Kikyo. Parecía como si tuviésemos al mismísimo Buda delante. El Maestro declaró impresionado:
- Kikyo, ponte el uniforme de sacerdotisa. Eres mi nueva alumna estrella.
A partir de ese momento, Kikyo asistió a todas las clases de sacerdotisa y en todas brillaba. Siempre sentíamos esa fuerza mística que irradiaba. Poco a poco ella fue madurando con más rapidez que todas nosotras... pasó de ser aquella chica llorona a una gran seguidora de las normas sin perder su espíritu bueno. Era una persona fantástica, sin duda.
Un día, cuando casi yo iba a cumplir 8 años, salí al bosque a practicar tiro con arco como siempre y a encontrarme con Hiroito (de hecho, nunca le comenté acerca de la aldea Tenshi no Machi... no quería romper mi amistad con él). Estaba caminando para adentrarme en el bosque pero Kikyo me vio y dijo:
- ¿A dónde vas tú siempre? ¿No sabes que el bosque es demasiado peligroso? Hay demonios.
- Voy a practicar tiro con arco. Tranquila, lo hago desde hace años.
- Entiendo. Ve con cuidado.
Me extrañé que Kikyo me dejase ir tan fácilmente, pero seguí adelante. Me quité la coleta dejando que mi pelo se soltase y llegué al sitio donde siempre quedaba con Hiroito. Él ya estaba practicando espada como siempre.
- ¡Buenas, Akame-chan!
- ¡Konnichiwa, Hiroito-kun! ¡Parece que estás muy motivado con la espada! n_n
- Sí... Ya tengo 8 años, necesito entrenar más duro para poder usar la técnica de la doble espada.
- ¿Doble espada? ¡Qué miedo!
De repente se me cayó el alma a los pies. Sentí la fuerza del poder espiritual de Kikyo y abracé a Hiroito. Este pensó mal porque se sonrojó, pero en ese momento no me importó y grité:
- ¡ESCUDO DEL YANG!
Aquellas palabras me salieron solas. Entorno a nosotros una bóveda de luz blanca apareció e hizo que una flecha, que iba directa hacia Hiroito, se cayese. Kikyo salió de detrás de un arbusto.
- ¡Maldita traidora! ¡Él es un demonio lobo!
Disparó otra flecha y otro escudo de luz se interpuso en su camino. Me di cuenta que me brillaba el colgante del Yin Yang ¿Será que estaba aprendiendo a usarlo?
- Akame-chan... ¿quién es esta loca? - preguntó Hiroito.
- Es mi amiga. Os odia por lo que le hicisteis a su pueblo hace años.
- ¿A su pueblo?
- ¡Sí! ¡Destrozasteis Tenshi no Machi! - intervino Kikyo.
- ¿Qué? ¡Nosotros nunca destrozamos ningún pueblo humano! ¡Solo nos alimentamos de animales, no de humanos!
Eso nunca supe de Hiroito ¿era un especie de anti-come-humanos y yo siempre pensé que cazaba a personas? Mi listón de cariño hacia él incrementó más.
- Entonces... ¿quiénes fueron...? - dijo Kikyo bajando el arco.
Nos quedamos en silencio. Nadie sabía qué clan era el causante de las lágrimas de Kikyo, Kaede y Tsubaki.
Llegó el crepúsculo de la noche y me despedí de Hiroito. Me debía una... Le había salvado la vida dos veces. Kikyo me prometió no decirle a nadie mi secreto de tener una amistad con él, algo muy raro por parte suya. Tal vez le cayó bien por ser "vegetariano" pero ella, al igual que yo, odiaba a los demonios en general. Sin embargo, ella me comentó que tuviese más cuidado y que la responsable de lo que pudiera pasar en un futuro era yo. Acepté sus condiciones sin pensármelo dos veces.
Cuando volvimos al Templo, vimos a Akane cuidando de la pequeña Kaede como siempre... al parecer Akane había dejado a un lado sus estudios para dedicarse a cuidar el Templo y a sus huéspedes. Al lado, estaba Tsubaki mirando al horizonte a través de la ventana con una mirada perdida.
- Estas son las consecuencias del paso del tiempo - dijo.




lunes, 25 de agosto de 2014

Hiroito, el pequeño demonio lobo

No hizo falta darle el pergamino del Abuelo Fu a aquel sacerdote. En cuanto me vio, me reconoció. Me llevó a lo que viene a ser una habitación en la que iba a dormir y el uniforme de sacerdotisa. A partir de ese momento, el blanco y el rojo siempre los iba a llevar encima.
El Maestro Kuro (al parecer, se llamaba igual que el fundador, cosa que me sorprendió) me presentó a mi compañera de habitación, que era aquella chica rubia que estaba junto a él. Se llamaba Akane y era la primera chica que ingresó en la escuela de sacerdotisas. Al parecer era huérfana y nunca conoció a sus padres. Sentí mucha lástima por ella cuando supe eso, pero fue muy amable conmigo y me recibió con una sonrisa. Al parecer íbamos a ser grandes amigas.
Pasaron los meses y cumplí 5 años. El Maestro Kuro  empezó a llevarme a las lecciones de tiro con arco. Lo intenté muchas veces y no conseguía lanzar bien la flecha, por lo que iba a ser difícil seguir el ritmo del resto de la clase. Estuve practicando horas extra en el bosque más cercano... sentía que tenía que dar la talla si quería quedarme en ese sitio. No podía fallar, ni a mis padres ni al Abuelo Fu ni a An ni a nadie.
El 14 de febrero, cuando no faltaba mucho para la primavera y ya se empezaba a notar, vi a un niño extraño justo donde yo practicaba toda las tardes tiro con arco. Era un chico de piel pálida y pelo moreno que llevaba una espada a la espalda. Sus ojos a veces parecían cambiar de color, no sabía con certeza si eran grises, marrones o verdes... Me asusté mucho al verlo por lo que saqué una flecha de mi carcaj por si hacía algún movimiento extraño. En cuanto volví a levantar la vista después de poner la flecha en el arco, no había nadie. El niño había desaparecido.
- Bu - escuché justo detrás mío.
Me asusté y se me cayó el arco y la flecha. Aún me sigo preguntando cómo podía llegar a ser tan torpe.
- ¡Gomen nasai~! - dijo riéndose el chico.
-¿TE HAS TELETRANSPORTADO? - pregunté enfadada.
- ¡No! - respondió - Es sólo que soy muy rápido. Habló de forma tan orgullosa que lo mismo parecía que se pasó horas extras practicando al igual que yo.
- ¿Quién eres? - pregunté.
-Me llamo Hiroito Kireute y soy un demonio lobo ¿y tú?
Estuve un rato mirándole seriamente sin responder. Era uno de los de la raza que mataron al gato que consagraba el Templo. Sentí un nudo en la garganta, además de que su apellido no me parecía ser muy japonés. Cerré los ojos y respondí.
- Akame Scarlet Targaryen.
Cuando abrí los ojos ya no estaba delante mío y noté que mi coleta se soltó. Miré atrás y  Hiroito estaba con la cinta que llevaba para recogerme el pelo.
- Creo que estás más guapa sin coleta. Tu pelo cuando está suelto es más bonito - dijo con su sonrisa orgullosa. Hablaba como si ya me hubiera visto antes.
- Mal...di... ¡TOO!
Echó a correr, cogí el arco y la flecha que se me cayeron y fui tras él.
- ¡Devuélveme mi cinta! - gritaba histérica lanzando flechas sin acertar.
- JAJAJA ¡No eres muy buena con el arco, iiiii!
Justo cuando terminó la frase se tropezó con una piedra y cayó al suelo. Paré y me eché a reír con malicia. Por fin le tenía en mi poder.
- No eres muy buena con el arco - repitió con voz apagada.
- ¡Vuelve a decir eso y te atravieso el corazón de demonio que tienes!
Apenas me pude dar cuenta de que se abalanzó sobre mí con una rapidez inhumana y me tumbó al suelo. Él estaba mirándome con una mirada tan seria y profunda que me hizo sonrojar.
- Eres una sacerdotisa... 
- ¿Me vas a matar? 
- ¿Las sacerdotisas no podéis usar espada?
-No es algo muy usual en nosotras. Además no representa la divinidad y...
- Yo creo que debes probarlo.
Era confuso ¿como un demonio podía darme consejos de esa forma sabiendo lo que era?
Se levantó y me ofreció su mano. La acepté y me ayudó a ponerme en pie. Estuvimos frente a frente muy cerca. No sé porqué pero el corazón me iba muy deprisa. Me dio la cinta de pelo y dijo:
- Akame Scarlet. Scarlet... como el color de tu alma. Nunca lo olvidaré.
No sabía a qué se estaba refiriendo. Pero nos despedimos y nos fuimos.
En los días siguientes seguí encontrándome con él en el mismo sitio del bosque. Era extraño pero con el tiempo empezamos a ser muy buenos amigos. Practicamos juntos: él espada y yo arco. Al final conseguí ponerme a la altura de las clases del Maestro a pesar de que estaba infringiendo más de cincuenta normas sobretodo al tener un amigo demonio además de ser de tipo lobo, el clan que mató al Gato Negro... pero me daba igual... seguí quedando con él y me sentía muy bien junto a él. Era una sensación extraña que en mi mente infantil no conocía.
Pasó más de un año. Tenía 6 años y ya era una de las mejores sacerdotisas del Templo. Me sentía realmente bien... Y vino ella... Kikyo.



viernes, 22 de agosto de 2014

Hacia el Templo del Gato Negro

Pensé que nunca llegaríamos. Se suponía que Japón estaba cerca de China pero aquel viaje duró dos meses largos. No volví a ver ni a Nura ni a sus padres. Todos se sentían débiles por la falta de recursos incluida yo. También mucha gente enfermó llegando incluso a la muerte y pensé que Nura podría haberse ahogado por comer algún trozo de cebolla o algo por el estilo.
El Barco tampoco era el espacio más higiénico del mundo. Olía de todo menos a incienso. Echaba de menos aquel olor que usaba el Abuelo Fu para mantener agradable el Templo.
Por si todo eso fuese poco, tuvimos que tragarnos numerosas tempestades que lo mismo cualquiera de estas podría haber hundido el Barco pero, gracias a los dioses, se mantuvo a flote hasta el final.
Recuerdo aquel día... Estaba tumbada en el suelo empapada por la tormenta que hubo la noche pasada, tomando el sol de mañana con la brisa marítima incidiendo en mi sucia cara. En ese momento comprendí lo que era un barco ilegal chino.
El supuesto capitán del Barco, Zhou, levantó la voz diciendo:
-¡TIERRA A LA VISTA!
Abrí los ojos rápidamente y me levanté sobresaltada. Corrí hacia el mascarón de proa como nunca antes había hecho hacía dos meses. Allí estaba... la isla de Honshu, mi nuevo hogar.  Aún recuerdo como mis ojos brillaban de la emoción. No recordaba exactamente porqué sonreía tanto. Tal vez, después de todo lo que había pasado, ver ese hermoso paisaje, que significaba mi futuro, me hizo feliz.
En cuanto llegamos a puerto, dos soldados japoneses nos registraron. Vieron dentro de mi bolsa y no encontraron nada sospechoso que pudiera ir en contra del Estado según ellos.
- ¿Qué es ese colgante? - me preguntó uno de ellos.
- N-Nada - respondí - un recuerdo de mi madre.
Se quedó mirándome pensativo pero declaró.
- Puedes seguir adelante.
Le sonreí alegremente y me adentré en la ciudad de Tokyo. Comprobé que los nurarihyons del Barco tampoco estaban allí. Al principio era desconcertante ¿Sería posible que Nura hubiese muerto por un trozo de cebolla? Desde luego eso no me incumbía. No volví a pensar nunca más en él. Abrí la bolsa donde llevaba todas mis cosas y busqué el mapa que me guardó el Abuelo Fu. Al encontrarlo lo desplegué y me situé. Había una marca en el mapa y supuse que allí es donde tenía que ir. Estaba en las afueras de Tokyo a las orillas de la Bahía, un poco más al noreste de mi posición. Me eché la bolsa a la espalda y caminé.
Pasé varios días preguntando a la gente. Al parecer aquel Templo era muy conocido porque todo el mundo sabía guiarme con facilidad. Según me dijo un anciano que me acogió la noche del martes, aquel templo era una famosa escuela de sacerdotisas llamada "El Templo del Gato Negro". Su nombre era bastante misterioso por lo que me motivé mucho al preguntar más cosas acerca de él.
- El Templo del Gato Negro es la escuela donde se entrenan las sacerdotisas más fuertes y poderosas de Japón y su nombre se debe al gato del fundador - me comentó aquel anciano. - Era un precioso gato de color negro azabache que siempre acompañaba al fundador desde el día en que nació. Todo el mundo pensaba que ese gato era un dios inmortal que cuidaba de su amigo humano. Cuando terminó la construcción del Templo sin saber aún el nombre de este, un grupo de demonios lobo decidieron asesinar al gato para alimentarse de su sangre y ser más poderosos. Al conseguir matar al pobre animalito, se llevaron una gran decepción pues el gato no expulsó ni una gota de sangre y subió a los cielos convirtiéndose en montones de estrellas. El fundador, Kuro, se apenó mucho por la pérdida de su amigo gato, por lo que decidió llamar a su templo "Templo del Gato Negro" en honor a él.
Reflexioné mucho acerca del dios gato mientras caminaba hacia mi destino. Otra historia más acerca de demonios malvados... realmente los odiaba.
Caminé durante una semana entera y por fin llegué. El Templo del Gato Negro estaba justo enfrente mío. Era de madera de nogal cuyo color era un marrón oscuro potente que combinaba perfectamente con el blanco de las paredes. Justo arriba de la entrada había un emblema en el que estaba dibujado un gato negro.
Subí las escaleras pesadamente y me encontré con un anciano y una niña de pelo rubio recogido por una coleta de sacerdotisa.
- Con que por fin has llegado, mi pequeña viajera - dijo el anciano, que en ese momento se convertiría en mi Maestro.



jueves, 21 de agosto de 2014

El Barco

Cada vez que lo pienso me sigo culpando a mí misma por mi debilidad pero supongo que no era mi culpa pues sólo tenía tres años cuando partí del templo del Abuelo Fu. Aquel chico tuvo que despedirse de su vida un año exactamente para llevarme a aquel famoso barco cuyo destino era Japón (y volver a su casa otro año más, por supuesto).
An era un chico encantador. Me trataba como a una emperatriz. Me contentaba estar con él y vivimos muchas cosas durante el viaje huyendo siempre del ejército. Después de un año buscándonos la vida como podíamos, llegamos al puerto de Shangai y ahí estaba el Barco.
Era pequeño y parecía algo viejo. Tenía dudas si aquello podía surcar bien el mar pero tenía que confiar en él a pesar de ser un barco ilegal. Si me encontraba el ejército imperial se acabaría todo.
An se despidió de mí con un beso en la frente.
- Cuídate, pequeñaja. Nunca te olvides de mí ni de tu país. Y mucho menos de tus raíces. Eres una chica fantástica que aunque vayas a estar sola a partir de ahora, conseguirás salir adelante en la isla de Honshu. Akame Scarlet... sé fuerte ¿sí?
Yo estaba realmente asustada sobre mi futuro, pero le sonreí con dulzura y asentí.
- Adiós, An.
Di media vuelta y me dispuse a subir al Barco. No tenía otro nombre. Simplemente se llamaba "El Barco".
Antes de zarpar me apoyé en la barandilla. An seguía allí observándome con emoción agitando el brazo. Desde donde me encontraba podía percibir su tristeza al verme allí. Yo también me sentí muy triste y una lágrima se me escapó, resbalándome por toda mi mejilla.
Cuando el Barco empezó a moverse mis lágrimas incrementaron y caí en mi propio llanto. Aquellas lágrimas eran tales que mojaban mi vestido blanco. En esos momentos, mi miedo incrementó ¿Qué podía hacer ahora en aquel barco repleto de desconocidos? ¿Qué iba a ser de mí en aquel destino que me esperaba? ¿Una niña de 4 años podría llegar hasta Tokyo sana y salva y ser criada en un templo japonés?
- ¡Hola, niña! ¿Por qué lloras?
Me volví y vi a un niño de más o menos mi misma edad pero era completamente extraño. Tenía dos ojos tan amarillos que parecían dos pepitas de oro iluminados por el Sol de media tarde, su pelo era moreno combinado con un mechón de pelo blanco. Además de eso, extrañamente su cabeza era enorme, era alargada por detrás. Eso me hizo ahogar un grito.
- ¿Por qué lloras? - repitió este.
Me estaba hablando en japonés. Al parecer a partir de ahora las clases que me daba el Abuelo Fu sobre el idioma iban a ser más que útiles. De repente caí en la cuenta de algo muy importante. Hace un año, cuando An advirtió al Abuelo Fu acerca del Barco que navegaba hacia Japón, habló de que había peligrosos demonios en el trayecto ¿Aquel chico era uno de esos demonios?
- ¿Estás triste? ¿Cómo te llamas? - preguntaba aquel niño.
- ¿Cómo te llamas tú?
- Yo soy Nura.
- Qué nombre más raro.
- ¡No es raro! ¡Me llamo así porque soy un nurarihyon!
-¿Nura... qué?
- NU-RA-RIH-YON ¡Nurarihyon!
- Nubarrón.
- ¡Nooo!
Sus ojos amarillos cambiaron de color. Pasaron del amarillo oro al... rojo sangre. Tuve un mal presentimiento. Puso cara de furia y me asusté.
-¡AHHH! ¡DAS MIEDO! - grité.
Moví mis dos brazos y (sin querer o queriendo) le eché una luz blanca. Esta le dio y salió disparado hacia atrás unos dos metros. Cuando la luz de mis manos se apagó ante mis ojos asombrados miré hacia delante y vi a Nura tirado en el suelo.
- Ups... etto... Gomenasai~ - dije arrepentida de lo que hice pero sonriendo dulcemente.
Nura se levantó jadeando y me miró con furia con sus ojos de oro.
- ¡Eres una sacerdotisa! ¡Los nurarihyons no pueden acercarse a las sacerdotisas porque son brujas malas!
- ¿Quién te ha dicho que yo soy eso? ¿De qué hablas? ¡¿No sois vosotros, los demonios, los malos?!
- Sacerdotisa vestida de cebolla ):<
- Demonio de cabeza enorme D8<
Estuvimos unos cinco segundos frente a frente lanzándonos miradas asesinas. En cualquier momento podríamos habernos lanzado uno contra el otro y tener una pelea de niños, pero un señor y una señora con cabezas alargadas se acercaron a nosotros.
-¡Nura-chan! - gritaron.
La mujer lo cogió en brazos aterrorizada al verme. El hombre la puso la mano en el hombro.
-Sólo tiene cuatro años. De todas formas debemos tener cuidado con esta sacerdotisa y no tener problemas con ella. No nos conviene llamar más la atención...
La mujer asintió y la familia se fue.
Yo me quedé en mi sitio observando al niño. Este me miró y me sacó la lengua.
Solté una maldición y miré hacia el mar enfurruñada. Desde entonces siempre odié a los demonios.






El Abuelo Fu

El Abuelo Fu era un buen hombre. Era un sacerdote muy mayor que vivía en un templo cerca de las orillas del río Amarillo. Sabía mucho de cultura taoísta y magia espiritual, pero lo más importante... era un buen hombre amigo de todos los habitantes de los pueblos más cercanos.
Se hizo cargo de mí y fue muy amable conmigo, pero ni siquiera él podía liberarme de las pesadillas que tenía todas las noches... era aterrador. Pasaron tan solo seis meses desde lo que ocurrió y un joven de unos 20 años de edad vino al templo de visita al Abuelo. Se le veía bastante cansado de un largo viaje por lo que el Abuelo le ofreció comida y bebida. También traía una cara sombría, sobretodo después de verme a mí.
Mientras aquel joven reponía fuerzas mantuvo una conversación privada con el Abuelo en el salón. Yo debía estar en mi habitación leyendo libros sobre los antiguos dragones pero me picó la curiosidad y bajé a espiarles.
-Abuelo, es sobre la niña que usted cuida. Dijo que era una semielfa cuyos padres mató el ejército imperial ¿cierto? - comentó el joven.
-Sí. Así es - respondió el Abuelo Fu.
-El ejército imperial los está buscando. A esa niña y a usted. A esa niña la quieren hacer... cosas terribles.
No recuerdo qué cosas terribles eran porque a esa edad no conocía muchas cosas, por lo que no lo tuve en cuenta.
-A usted le quieren matar directamente... - añadió - Y... ahora que la guerra con Japón está bastante calmada, creo que van a hacer una búsqueda más efectiva.
El Abuelo no dijo nada. El joven continuó.
-Han dado con usted... un señor de mi pueblo le vio con esa niña y... ¡se dirigen hacia aquí!
El Abuelo se levantó. Abrió la puerta y me vio.
-¿Llevas el colgante? - preguntó.
-S-Sí - respondí asustada. Parecía que sabía que estaba allí desde el primer momento.
-Ya lo has oído. Tienes que irte.
-¿L-La va a dejar sola, Viejo? - preguntó el joven.
-No puedo dejar el Templo. Un Maestro nunca deja solo suTemplo. Si tengo que morir, lo haré. - Hizo una pausa mirando seriamente al joven y continuó - Tú la llevarás al Barco.
- ¿Qué? ¡Pero eso es muy peligroso! ¡Con la guerra, las enfermedades y las tempestades... por no hablar de los demonios...!
-No tienes porqué quedarte con ella. Sólo debes dejarla en ese Barco y que ella continúe sola.
-Pero ella...
No le dejó acabar la frase y se volvió hacia mí.
-¿Conservas el mapa que te di hace meses? ¿El pergamino?
-Sí, sí.
-El verdadero camino de tu vida comienza aquí. Irás a Japón.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Akame Scarlet Targaryen

Nunca pensé que las distintas dimensiones de la existencia se cruzarían a lo largo de mi vida, pero realmente lo valoro más que a mi propia vida porque son claramente la mayor parte de mi existencia y, gracias a ello, soy como soy ahora, he conocido a grandes nakamas, y no cambiaría mi existencia por nada del mundo.
Mi propio ser es inusual ya de por sí, soy una semielfa, de madre elfa y padre humano. Mis padres se conocieron en el bosque encantado al noroeste de China hacia el siglo XV después de Cristo. Un mundo plagado de criaturas fantásticas... algunas pacíficas y, otras, no tanto.
Viví en China mis primeros tres años de vida, pero el mundo de los humanos es cruel y el ejército imperial fue mandado a nuestra casa para aniquilarnos. Recuerdo las palabras de mi madre antes de morir mientras el fuego ardía a su espalda y sus ojos azules, como dos piedras aguamarinas, brillaban con melancolía.
- Toma Akame, este es el colgante del Yin Yang. Esta es tu verdadera fuente de poder... ¡no la pierdas jamás! ¿de acuerdo?
- Mamá...
Vino mi padre. El pelo marrón que siempre llevaba recogido con una coleta estaba desordenado. Daba miedo.
- Vamos hija, tu madre tiene trabajo que hacer...
Me cogió en brazos y se dispuso a echar a correr cuando de pronto una flecha atravesó su pecho. Se desplomó contra el suelo y derramó su sangre.
- ¿P-Papá...?
-¡NOOOOO! - gritó mi madre. Esta sacó su espada de hierro élfico decorado con piedras preciosas de distintos tonos de azul, me cogió y salimos corriendo de nuestra casita. Nunca jamás supe de aquel hogar.
Era medianoche con la Luna Llena contemplándonos. El suelo estaba completamente blanco a causa de la nieve de aquellos días.
Vimos al Anciano Fu y mi madre me dejó en el suelo.
- Por favor... cuide de ella - dijo mi madre agotada con su pelo moreno en la cara.
- Como si fuera mi hija, Señora Lin.
- No me llame por ese nombre. Nunca fui la Señora Lin...
- Targaryen. Yuki Targaryen. Esposa de Shaoran Scarlet... ¿Qué es del Señor?
- Ha...
Los soldados venían gritando: 
-¡A POR ELLOS!
Mi madre se alarmó y se volvió hacia mí.
-Nunca pierdas el colgante que te di. Eres Akame. Akame Scarlet Targaryen. Te quiero, mi vida.
Me abrazó y vi cómo sus lágrimas resbalan sobre sus mejillas a la luz de la Luna. Yo también me puse a llorar.
Me soltó y corrió hacia los soldados. 
Empezó a luchar contra unos 50 con su pesada espada. Se movía increíblemente rápido y lo hacía de lujo repartiendo mandobles entre el gentío pero era insuficiente, al ser demasiados rápidamente la hicieron una encerrona en círculo.
- Se acabó - murmuró desde lo más profundo de mi corazón. 
Extendió sus brazos y añadió:
- ¡HECHIZO LEGENDARIO DEL YANG: LUZ CELESTIAL!
Mi colgante empezó brillar así como el cuerpo de mi madre. Después de aquello todo se volvió de color blanco.