El Abuelo Fu era un buen hombre. Era un sacerdote muy mayor que vivía en un templo cerca de las orillas del río Amarillo. Sabía mucho de cultura taoísta y magia espiritual, pero lo más importante... era un buen hombre amigo de todos los habitantes de los pueblos más cercanos.
Se hizo cargo de mí y fue muy amable conmigo, pero ni siquiera él podía liberarme de las pesadillas que tenía todas las noches... era aterrador. Pasaron tan solo seis meses desde lo que ocurrió y un joven de unos 20 años de edad vino al templo de visita al Abuelo. Se le veía bastante cansado de un largo viaje por lo que el Abuelo le ofreció comida y bebida. También traía una cara sombría, sobretodo después de verme a mí.
Mientras aquel joven reponía fuerzas mantuvo una conversación privada con el Abuelo en el salón. Yo debía estar en mi habitación leyendo libros sobre los antiguos dragones pero me picó la curiosidad y bajé a espiarles.
-Abuelo, es sobre la niña que usted cuida. Dijo que era una semielfa cuyos padres mató el ejército imperial ¿cierto? - comentó el joven.
-Sí. Así es - respondió el Abuelo Fu.
-El ejército imperial los está buscando. A esa niña y a usted. A esa niña la quieren hacer... cosas terribles.
No recuerdo qué cosas terribles eran porque a esa edad no conocía muchas cosas, por lo que no lo tuve en cuenta.
-A usted le quieren matar directamente... - añadió - Y... ahora que la guerra con Japón está bastante calmada, creo que van a hacer una búsqueda más efectiva.
El Abuelo no dijo nada. El joven continuó.
-Han dado con usted... un señor de mi pueblo le vio con esa niña y... ¡se dirigen hacia aquí!
El Abuelo se levantó. Abrió la puerta y me vio.
-¿Llevas el colgante? - preguntó.
-S-Sí - respondí asustada. Parecía que sabía que estaba allí desde el primer momento.
-Ya lo has oído. Tienes que irte.
-¿L-La va a dejar sola, Viejo? - preguntó el joven.
-No puedo dejar el Templo. Un Maestro nunca deja solo suTemplo. Si tengo que morir, lo haré. - Hizo una pausa mirando seriamente al joven y continuó - Tú la llevarás al Barco.
- ¿Qué? ¡Pero eso es muy peligroso! ¡Con la guerra, las enfermedades y las tempestades... por no hablar de los demonios...!
-No tienes porqué quedarte con ella. Sólo debes dejarla en ese Barco y que ella continúe sola.
-Pero ella...
No le dejó acabar la frase y se volvió hacia mí.
-¿Conservas el mapa que te di hace meses? ¿El pergamino?
-Sí, sí.
-El verdadero camino de tu vida comienza aquí. Irás a Japón.
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