martes, 2 de diciembre de 2014

Kumquats a la orilla del río

Habían pasado varios días desde que Nura y Rei se fueron. Cuando me despedí de ellos en el puente que comunicaba la ciudad de Kyoto con la periferia, Nura dijo que volvería a Ukiyoe pero que pronto me visitaría. En cuanto lo dijo me puse a pensar en qué clase de talismanes podría invertir para proteger mi Templo del Señor del Pandemonio. Sin embargo, Rei no pretendía volver al Infierno.
- Necesito hacer una visita a Blue-chan en Caetoneko. Hay algo que no me convence - comentó.
- ¿Le pasa algo?
- Oh, no creo. Pero por si acaso...
En realidad su cara reflejaba lo contrario, pero decidí ser amable:
- Espero volver a veros pronto a ti y a Blue-chan n.n
Rei levantó la cabeza y esbozó una sonrisa. Al cabo de unos minutos les perdí en el horizonte.
Tampoco yo perdí el tiempo lejos de mi hogar. Días después de que mis nakamas se fueran visité a los cargos más altos del Clan Keikain, la familia de sacerdotes y sacerdotisas que me cuidó, para agradecerles por todo lo que hicieron por mí, pero ya era hora de que volviera a mi Templo. A los onmyojis no pareció gustarles la idea después de saber el porqué me trajeron allí, pero decidieron dejarme
ir regalándome talismanes muy poderosos que en mi vida había visto unos tan buenos "Ningún demonio podrá darme sustos ahora A_A" pensé.
Así pues, me embarqué en un largo viaje por el sur de la isla de Honshu. Al principio fue bastante tranquilo pero, conforme me iba acercando a Tokyo, aumentó el número de demonios con los que me topé. Si no me hubiesen dado un arco de sacerdotisa (de los buenos, por cierto... Kyoto tiene unas armas anti-youkais buenísimas) hubiera tenido serios problemas con más de un demonio.
Pasé cerca de Ukiyoe, la ciudad en la cual vivía Nura y su Desfile de los Cien Demonios, pero no me atreví a saludarle... Por alguna razón me llamé a mí misma "Cobarde" pero en bajito... por si acaso me oía desde algún cerezo de esos a los que le gusta subirse.
Después de una ardua dificultad en el último tramo de mi viaje (pues decidí no usar ningún poder especial que no sea el de una sacerdotisa normal y corriente, en otras palabras, evité usar el Yin Yang y el Fénix... por precaución) llegué al Templo del Dragón Rojo.
Contemplé que los cerezos estaban cubiertos de hojas de color escarlata y las flores se habían ido por completo... Definitivamente el otoño había llegado hacía más de un mes, pero nunca lo había vista de tal forma como aquella vez.
No me molesté en entrar al interior del edificio. Me acerqué a la orilla del río al frente de mi hogar, dejé a un lado el saco de cosas que me dieron los Keikain, me solté la coleta, y me agaché a tocar el agua. Como era obvio, estaba helada. Me senté contemplando el paisaje en medio de una creciente sensación de frío que recorría por todo mi cuerpo. Esta vez no era Blue, el invierno se estaba acercando.
Una hoja roja cayó al río y la corriente la fue arrastrando hasta que la perdí de vista. En ese momento recordé aquellas palabras que grabó mi mente una vez: "Scarlet, como el color de tu alma."
- ¡Hiroito! - dije en alto alarmada.
Logré recordar lo que pasó. Estaba en aquel bosque por el que pasaba el camino que comunicaba el norte con el sur de Honshu y me había encontrado con él. Me puse nerviosa y en ese momento... en ese momento todo ardió y no recordaba nada más... excepto el pequeño detalle de haber visto mis manos manchadas de sangre.
Me miré las manos y comencé a tiritar como si hubiese salido de aquel río de agua helada... Esa sangre no fue ninguna ilusión. Me percaté de lo sucedido... había matado a Hiroito.
Aquel demonio lobo... aquel con el que practiqué espada, me ayudó con el arco y pasamos fabulosas tardes, ya no estaba en este mundo. Yo... lo había matado con una de esas tácticas que una vez me enseñó para usar bien la katana que él mismo me recomendó... Gesshoku, el sable de la familia de mi padre.
Me sentí realmente culpable y me senté otra vez. Me tapé la cara y mis ojos comenzaron a derramar lágrimas que lentamente recorrían mis mejillas hasta caer al río... Al final yo era la sacerdotisa que caería en la oscuridad como bien dijo la Profecía de las Sacerdotisas. Como supuse... mi vida no iba a tener ningún sentido que no sea el del sufrimiento.
Así pasaron los segundos, los minutos... tal vez incluso llegué a la media hora; y fue en ese momento que una niña gritó.
- ¡Onee-sama! ¡Por aquí!
- Esa voz... - murmuré.
Enjugué mis lágrimas, me levanté y vi a una joven niña cuyo rostro me sonaba... Detrás de ella vi acercarse a mi vieja amiga... Kikyo.
- ¡Akame-chan! - dijo esta que bajó corriendo hacia mi posición.
- ¡Kikyo-ch...! ¡AH! - Fui interrumpida por un abrazo suyo.
No recordaba a Kikyo tan cálida como para darme un abrazo, pero sonreí contenta. En cuanto me soltó saludé a Kaede con un abrazo.
- ¡Apenas te reconocía, Kaede-chan! - comenté - ¡Has crecido muchísimo!
- jijijij n.n
- Hace mucho tiempo que no nos veíamos, vieja amiga - dijo Kikyo - Pensé que con ese viaje tuyo y lo del Fénix no te volvería a ver... ¡pero estás aquí y lo que has hecho ha sido legendario, desde luego!
- G-Gracias... - agradecí algo ruborizada. Viniendo de Kikyo me sentí muy alagada por esos comentarios - Siento estar de estas maneras... acabo de llegar hace un rato de viaje ¡qué coincidencia que vinierais!
- En realidad  venimos aquí de vez en cuando para ver si estabas... nos habían dicho que volviste de tu viaje y queríamos hacerte una visita.
- Estuve unos días en Kyoto... estuve algo indispuesta.
- ... Entiendo.
Kikyo hizo una larga pausa que me preocupó, juraría que estuvo apunto de lanzarme polvos anti-demonio. Agarró de su espalda una gran bolsa que estaba colgada a su carcaj.
- Ten. Te serán útiles. Son muy buenas para la salud y en la aldea donde vivo tienen muy buenas plantaciones.
Miré el interior de la bolsa y estaba repleta de kumquats grandes y de un color naranja intenso.
- ¡Domo arigato, Kikyo-chan, Kaede-chan! ¡Tienen muy buena pita! Por favor... ¡sentaos si queréis y hablemos!
Ellas se sentaron y las tres comimos varios de aquellos frutos. Mientras Kaede se entretenía observando los peces que nadaban por el río, Kikyo me estuvo hablando de los últimos acontecimientos en su aldea y lo que vio en las últimas visitas al Templo de Gato Negro. Al parecer todos estaban bien y la nueva generación de sacerdotisas prometía mucho pero, según dijo el Maestro, nada comparable con la nuestra. En cuanto a la salud del anciano, parecía estar todo en orden, pero mi amiga insistió en que hacía tiempo que no le visitaba al igual que no pudo cuidar de mi Templo todos los días pues estaba muy ocupada.
Cuando dijo aquello, su cara se ensombreció.
- La Shikon No Tama da muchos problemas ¿me equivoco? - dije.
- ... ¡¿Cómo lo sabes?!
Decidí no contarle el detalle de Tsubaki y mentí:
- Lo oí en una de las aldeas periféricas de Kyoto. No se habla de otra cosa.
- Es un tema complicado - habló Kikyo mientras Kaede estaba atenta a la conversación. - En verdad esa Esfera me está trayendo problemas.
- ¿...?
- Continuamente están viniendo demonios a intentar arrebatármela... pero soy difícil de matar ¡jaja!
Me dio algo de lástima, sobretodo con aquel tono sobrio, manchado por una falsa despreocupación, que había puesto.
- No te preocupes por mí. Es mi deber n_n
- Entiendo... Pero un día iré a ayudarte ¿nee?
- De acuerdo n_n
Ambas miramos el agua otra vez mientras yo comía un kumquat. Decidí preguntar:
- ¿Has visto a Tsubaki-chan?
- Hace tiempo que no la veo - respondió mientras jugueteaba con un pequeño fruto - Nunca la veo en el Templo del Gato Negro ¿Por qué? ¿Te ha dicho algo?
Ensombrecí mi rostro recordando lo último que había pasado.
- Está como muy... distante. No quiere que la trate de -chan...
Kikyo hizo una pequeña risita y comentó:
- A mí también me dijo lo mismo. Al parecer está bastante competitiva con eso...
- ¿Hablas de la Profecía?
- ¡Por supuesto! Si no, no estaría así... o sí, quién sabe. Ya de antes siempre tuvo una personalidad entrañable pero desde que la mayoría de edad... se ha vuelto una persona un tanto interesante.
- ...
- En cierto modo es lógico que se comporte así. Solo una de nosotras tres tendrá una vida de verdad.
- ¿Y tú no pretendes usar la misma estrategia?
- ¿Cuál? ¿La de echar maldiciones a mis antiguas compañeras de Templo? Yo paso... Ahora mi vida está ligada a la Esfera de los Cuatro Espíritus.
- ¿Maldiciones? ¿Te echó una maldición?
- Creo que sí. Dijo... - puso una voz grave intentando imitar a Tsubaki con burla - "¡No debes enamorarte, Kikyo-sama! ¡No permitas que un hombre te desee porque si no tendrás una muerte muy violenta!" Algo así...
- ¡Eso fue exactamente lo que me dijo a mí! - exclamé sorprendida.
- Jajajaja ¡Al parecer pretende quitarnos del medio por la fuerza con sus brujerías tontas!
- ...
- No debes preocuparte. Lo mismo está tan obsesionada con el amor que un hombre la está seduciendo... Y una menos, pues~ A parte de eso... es imposible que una mujer como yo se enamore.
Me sorprendió el buen razonamiento de mi amiga, por lo que... mis predicciones se habían cumplido incluso sin consultar a los astros... Kikyo era quien iba a tener la vida feliz mientras que Tsubaki y yo íbamos a morir corruptas... ella por amor y yo por oscuridad...
- A propósito, Akame-chan. El Maestro me ha pedido que te dé esto - me entregó una carta y la cogí - También me pidió darle otra igual a la susodicha Tsubaki... Creo que es sobre una reunión en el Templo ¡También estará Akane-chan!
- ¿Una reunión todas juntas? ¿Para qué?
- Creo que quiere proponernos algo... No me explicó el qué, pero será mejor que vayamos todas.
- Sí... estoy de acuerdo.
- ¿Te hablas con Akane-chan?
- ... Hace tiempo que no la veo.
- Qué raro... Antes eráis muy amigas y cada vez que la veo en el Templo  y la pregunto por ti pone caras raras.
- Entre tanto viaje no he podido visitarla como es debido...
- Bueno... ¡al menos la veremos en la reunión! Es este sábado 6 de diciembre... ¡que no se te olvide!
- No lo haré.
- Bueno... Akame-chan, ha sido un placer volverte a ver ¡Kaede-chan, nos vamos! ¡Nos vemos este sábado! ¿sí?
-Sí n_n gracias por la visita ¡y por los kumquats!
Las acompañé hasta el camino del sur y siguieron su viaje solas hasta su aldea.
- Una reunión... - me dije a mi misma - tendré que prepararme una chihaya nueva que no estalle en llamas.


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