martes, 23 de diciembre de 2014

Los gatomates facilitan el equilibrio

Tenía los ojos cerrados mientras caía como un meteorito. Cuando por fin me atreví a abrirlos miré hacia arriba... en realidad hacia abajo pues en cuanto levanté la cabeza me di de morros contra un suelo cubierto de nieve. Solté una maldición. Segundos después escuché otros tres gritos de queja a mi alrededor.
Logré levantarme y vi que mi aspecto había cambiado otra vez. Llevaba el pelo recogido por una coleta baja como las que solíamos llevar en el Templo del Gato Negro pero la vestimenta no se parecía en nada a la de mi mundo. Llevaba una camiseta blanca de tirantes con un dragón negro dibujado, unos pantalones rojos decorados con... unas cosas raras amarillentas como las que llevaba en mis muñecas y en el extremo de cada uno de mis calcetines blancos y largos que llegaban hasta varios centímetros por debajo de la rodilla. Miré que en mis pies había unos zapatos rojos muy parecidos a unos que vi en el Purgatorio llamados "converses". Agradecí que, quien sea que me vistiese, no me quitase el Yin Yang.
Miré a mi alrededor y observé que mis compañeras iban vestidas de forma similar. La misma camiseta blanca: Kikyo llevaba un hipogrifo negro en vez de un dragón, Akane un pájaro negro y Tsubaki una serpiente también negra. Los mismos pantalones y converses pero en el caso de Kikyo eran morados, Akane los llevaba de color rosa pastel y Tsubaki azules marinos. Aquellas decoraciones amarillas que llevaba simulando las plumas de un fénix eran diferentes en ellas: Kikyo llevaba piedras púrpuras incrustadas como si fuesen pedazos de la Shikon No Tama (que por cierto, la llevaba colgando de su cuello), Akane llevaba flores de cerezo que alternaban el blanco y el rosa pastel mientras que Tsubaki tenía unos tentáculos verdes simulando colas de serpiente.
- ¡¿Pero qué es esto?! - preguntó Kikyo.
- Hemos cambiado de aspecto. Nos lo advirtió Abbadon-san - recordé.
- A mí no me parece nada mal mi aspecto -D- - comentó Tsubaki apartada de nosotras mientras miraba su reflejo en un lago.
Nos quedamos mirándola y Akane nos susurró a Kikyo y a mí:
- Está algo obsesionada con la belleza desde hace tiempo...
Kikyo asintió.
- Bien. Pues tendremos que conformarnos con lo que tenemos. Aunque no me parece correcto que tengamos que vestir así en mitad de un mundo invernal.
- De todas formas no hace frío... - dijo Akane levantando los brazos comprobándolo.
- Es cierto... qué extraño - comenté.
Algo pequeño y ligero cayó sobre mi cabeza y pegué un pequeño salto.
Kikyo cogió aquella cosa de mi cabeza y vi que era una pluma blanca con una nota colgada.
- "Dante y yo os esperamos en la posada de El Pez que está en el pueblo del Valle del Rhin, a pocos kilómetros de vuestra posición. Abbadon Azrael" - leyó.
- ¿Y el este está...? - preguntó Akane.
Kikyo se quedó un rato mirando en el horizonte concentrada. Pasó un minuto, tal vez dos, y señaló la zona que quedaba el lago hacia la derecha.
- Ahí.
Cogió su mochila púrpura y comenzó a caminar. Hicimos lo mismo mientras yo me maravillaba por aquel sentido de la orientación que tenía Kikyo gracias al nivel que había adquirido en el Templo.
El paisaje era algo monótono. Todo estaba cubierto de polvorienta nieve más
blanca que la leche. Había montones de montañas y pequeños bosques formados por abetos y pinos de colores oscuros. De vez en cuando había un pequeño lago, no tan grande como el que vimos nada más llegar a aquel mundo, pero sí alguno estaba cubierto por una gruesa capa de hielo.
Las cuatro caminamos como un cuarto de hora y me alarmé al sentir una presencia demoníaca, concretamente dos auras del estilo. Venían muy rápido, pero Kikyo ya estaba preparada para usar sus poderes de sacerdotisa. Fue entonces cuando reaccioné y grité:
- ¡ESPERA!
Tarde. Kikyo ya había usado sus rayos contra Nura.
- ¡AHHHHH! - gritó este.
- ¡PARA! ¡LE VAS A HACER DAÑO!
Conseguí hacer frenar a Kikyo y esta dejó de echar rayos. Nura cayó al suelo y corrí hacia él. Vi que, como a todos, su ropa había cambiado y ahora iba vestido con un forro polar rojo, pantalones negros y zapatillas de deporte de los mismos colores. Tenía el presentimiento de que la largura de su cabeza había disminuido, pero seguía teniendo el pelo algo levantado como de costumbre.
- ¿Estás bien? ¿Qué haces aquí? - le pregunté.
Se puso de pie rápidamente y con cara de furia espetó a Kikyo:
- ¡MALDITA BRUJA! Te las verás conmi...
- ATRÁS, DEMONIO - respondió esta invocando aura espiritual de color morado al rededor de ella.
- ¡PARAD LOS DOS!
Vino la segunda presencia demoníaca y se paró al lado de Nura. Era Rei con una cazadora negra con pelos blancos en la capucha, vaqueros negros y deportivas rojas y negras.
- ¿Qué me he perdido por aquí? ¡Pero si son nuestras amigas favoritas!
- P-Pero ... - miré hacia mis amigas asegurándome de que ninguna les atacaba. No parecían tener la intención pero estaban en guardia - ¡¿Qué hacéis aquí, chicos?!
- ¡Yo ya te dije que iba a ver a Blue-chan! - respondió Rei.
- ¿Y túú? @_@
- Yo vengo a acompañar a Rei-kun -3- Es aburrido estar todo el día con el Clan.
Me llevé la mano a la cabeza y Tsubaki se adelantó y gritó:
- ¡SON YOUKAIS MUY PELIGROSOS! ¡DEBEMOS DESHACERNOS DE ELLOS CUANTO ANTES!
Akane la interrumpió el paso con el brazo e informó:
- Son amigos de Akame-chan. No creo que sean nuestros enemigos...
- ¡PERO SON DEMONIOS! ¡MIRA A ESE DE MECHAS ROJAS! - dijo señalando a Rei.
- ¡Oh! ¡Tú debes de ser Tsubaki, la pendeja definitiva!
- NANIIII???!?!
Me empecé a reír silenciosamente. Rei la conocía. Debió haberme visto con ella en algún punto del planeta y sabría lo poco agradable que era.
Oímos que Kikyo se aclaró la garganta y todas la miramos. Tenía un arco de sacerdotisa en ristre con una flecha colocada, lo que significaba que estaba preparada para disparar.
- Qué hacéis aquí. Qué queréis de nosotras. No penséis que podréis escapar de mi flecha porque, al mínimo movimiento brusco, uno de vosotros acabará muerto. Me da igual de quién seáis amigo.
- Jajajaajajajaja No me das miedo, sacerdotisa Kikyo-sama - dijo entre risas malvadas Rei - Esas cosas no tienen ningún efecto sobre mí.
- No me provoques, sucio demonio del Tártaro.
- BASTA YA.
Paré a Kikyo y Nura le dirigió una mirada a Rei para que parase hasta que comentó:
- Esa de morado no es muy maja.
- ¿Cómo te atreves, Nurarihyon? Eres el Señor del Pandemonio... Te reconocería hasta en 938403 kilómetros lejos de ti.
- Sí, lo soy. Y no quieras que acabe contigo para conseguir tu preciada Esfera.
- NO SI YO PUEDO EVITARL...
- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! - gritó Akane, y una ventisca envolvió el ambiente. Cerré los ojos por si el molesto viento arrastraba algo que pudiese darme en la cara pero cesó en cuanto Akane dejó de gritar. La miré. No sabía que ella pudiera hacer eso.
- Si esos dos nos quisieran matarnos ya lo habrían hecho. Además yo les conozco, estuvieron tomando té verde con Akame-chan, conmigo, otro demonio y una chica medio gato ¡ASIQUE YA VALE! ¡IREMOS LOS SEIS AL VALLE DEL RHIN! ¿DE ACUERDO?
Pasó un minuto de silencio y Kikyo guardó el arco y la flecha en su mochila púrpura. Deduje que de ahí es donde los había sacado, y seguramente todas nosotras tuviéramos lo mismo en nuestras mochilas. Comenzamos a caminar. Se notaba que el ambiente estaba bien cargado no solo de magia tanto celestial como demoníaca sino... bueno, entre ellos no se dirigían miradas de amor. Se arrugaban la frente entre ellos y algunos como Tsubaki y Nura estaban en guardia por si el otro bando atacaba, además, Kikyo decidió tener el arco a mano y la mochila abierta para sacar flechas. Como portadora del Yin Yang, era capaz de entender que aquel equilibrio era muy peligroso y en cualquier momento podía estallar en una batalla pero minutos más tarde vimos como unas criaturas de color rojo a unos metros lejos de nuestra posición. Kikyo sacó flecha de la mochila y apuntó a uno de esos seres.
- Cuidado - alertó. - Pueden ser ofensivos.
Nura se acercó a ellos, los miró y la espetó:
- ¡Deja ese arco! ¡No nos van a hacer daño!
Corrí hacia él. Rei y Akane me acompañaron. Observamos que aquellas criaturas rojas eran como gatos regordetes con una hierba en la cabeza.
- Parecen tomates - comenté.
- Son gatomates. - dijo Rei - Hay un montón en estas tierras. Definitivamente son inofensivos.
- ¡Pero qué monoooos! - dijo Akane acercándose a uno para abrazarlo. Este la rechazó y saltó encima de la cabeza de Nura. El gatomate se hizo una bola y dijo: "Myaa~"
- Creo que le has caído bien, Nura-kun a_a - dije.
- Yo... eeee... ¡AHH! ¡Quita, bicho!
El gatomate maulló y se lanzó hacia mí cayendo a mis brazos. Ronroneó y me acarició el pecho con sus hojas. Sonreí.
- Kawaii desu~ ¿cómo lo llamamos?
- ¿Piensas quedártelo? - preguntó Nura frunciendo el ceño.
- Pues siiií~ a_a
- e_ê ... Llámalo Cebolla.
- ¡BAKA! E_E
Cebolla dijo otro "mya~" y se quedó dormido.
Nos fuimos alejando de la manada de gatomates, el cual por algún extraño motivo no echaron de menos al nuestro. Desde que aquel gatomate se quedó en mis brazos durmiendo y reanudamos el viaje, la tensión se disipó. Tsubaki dejó de estar dispuesta a cortarnos la cabeza a todos y Nura se acercó a mí para ver a la criatura. Estuvimos todo el resto del viaje debatiendo sobre lo que podría comer Cebolla. La única conclusión a la que llegamos fue que los gatomates facilitan el equilibrio.


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