martes, 9 de diciembre de 2014

La reunión

La noche anterior a la reunión había sido horrible. Soñé que me volvía a transformar en mi lado Fénix y mataba a todos mis seres queridos. Preferiría ahorrarme los detalles.
Estaba ya llegando a mi antiguo Templo cuando no hacía más que pensar en lo terrible que me había vuelto tras irme de aquel lugar. Tal vez la semielfa Akame Scarlet Targaryen no debió nunca haber salido del Templo. O tal vez debieron matarla en China cuando tuvieron la oportunidad. Daba igual, el caso es que mi corazón tenía una mancha oscura e imborrable que nadie iba a poder quitarme...
Ya veía relativamente cerca el Templo del Gato Negro y me lleve mi dedo índice a la boca por los nervios. Tal vez el Maestro notase mi nueva condición y quiera lanzarme un exorcismo que posiblemente acabase con mi vida. Me miré a la mano. No, no había sangre. Lancé un suspiro. Al menos quería saber lo que quería de mí y de mis ex-compañeras. Al menos podría morir con una chihaya exactamente igual a la que se me rompió... Gracias al mercado de la capital pude conseguir uno nuevo.
Llegué y miré arriba. Justo encima de la puerta seguía el mismo emblema que vi cuando eres una niña pequeña: el gato negro. Subí las escaleras y vi a Akane barriendo.
- ¡Oh, Akame-chan! - dijo ella con un tono preocupado. Ella me había visto de aquella forma y fue quien pidió ayuda a Rei y a Tsubaki. Sabía de lo que era capaz.
- Konnichiwa, Akane-chan - respondí tranquilamente.
- Pasa - me ofreció ella señalando la entrada - Las demás ya están en el salón.
- Arigato...
Me adelanté un par de pasos y, cuando iba a cruzar la puerta, Akane añadió:
- ¿Te encuentras bien?
- No te preocupes por mí - respondí sin mirarla a la cara.
Pasamos al edificio y nos dirigimos al salón. Me fijé en que no había ninguna estudiante rondando por los pasillos. Entramos al lugar de la reunión y vimos al Maestro, a Kikyo y a Tsubaki. Maestro tenía la mirada clavada en el suelo pensativo mientras Kikyo y Tsubaki estaban tomando té. Justo cuando Tsubaki se iba a llevar la taza a la boca, los tres nos miraron alertados de nuestra presencia.
- ¡Oh! ¡Por fin estamos todos! - dijo el Maestro. Se levantó de su sitio y se lanzó a darme un abrazo. - ¡Cuánto tiempo, pequeña Akame-chan! ¡Hacía tiempo que no te veía!
No parecía darse cuenta de lo que había hecho... o tal vez no quería.
- ¡Sí! ¡Aquí estoy!
- ¡Sentaos, onegai! Definitivamente estoy orgulloso de vosotras cuatro... ¡habéis conseguido grandes logros este año! Sabía que seríais unas muy buenas sacerdotisas...
No era ninguna tontería lo que estaba diciendo el Maestro Kuro. Lo que más recuerdo de esa reunión fue el ambiente tan cargado de magia que tenía. Ya no era solo el Maestro y su gran fuente de poder... si no cada una de las auras que desprendíamos en aquella habitación que, para más inri, al sentarme al lado de Kikyo, vi un colgante con una joya de forma esférica de color púrpura que estaba brillando.
- ¡Usso...! eso es...
- La Perla Shikon No Tama, la joya que debo purificar... El Maestro Kuro me pidió que la trajese.
Fue la primera vez que posé mis ojos en aquel amuleto... Irradiaba un gran poder casi tanto como el del Gran Fénix Legendario. Estaba brillando orgullosa como diciendo "Tengo un gran poder y soy muy peligrosa. Puedes robarme de las manos de tu amiga e irte para siempre de este maldito lugar". Me contuve. Lo que leí en los pergaminos de la biblioteca del Templo sobre la Perla estaban en lo cierto: su gran poder de persuasión, su poder tan luminoso que no era ni bueno ni malo, su eterna lucha entre el bien y el mal dentro de ella ocultada por ese nubarrón de color púrpura... Era sorprendente. Supongo que para Kikyo era más bien terrible que sorprendente tras el gran esfuerzo que estaba poniendo para protegerla de los demonios y todos aquellos seres que querían la Perla para su propio bien... en la gran mayoría de los casos para deseos corruptos.
Tsubaki la estaba mirando embobada, lo cual me incomodó un poco. En cuanto reparó en mí me dirigió una mirada asesina como diciendo: "Cállate que aquí la primera asesina eres tú" Aparté la vista y miré al Maestro. Sus ojos estaban clavados en mí con una expresión amable que me reconfortó. Al parecer él iba a estar de mi parte...
- Bien, chicas, gracias por venir.
- ¿A qué se debe su llamada, Kuro-san?
Akane, Kikyo y yo miramos de reojo a Tsubaki ¿Qué era esa forma de llamar al Maestro "Kuro-san"? Cuando una miko tiene un maestro lo llama Maestro para siempre, no lo trata como un anciano más del distrito. El Maestro "Kuro-san" ignoró ese detalle completamente y habló:
- Tsubaki-chan, Kikyo-chan, Akame-chan y Akane-chan... vosotras sois las sacerdotisas más fuertes que ha habido en estas últimas generaciones. Una consiguió ampliar sus conocimientos en otros templos y se ha vuelto una fabulosa experta en shikigamis, otra se ha convertido en la protectora de la legendaria Shikon No Tama, la siguiente fue capaz de exterminar el Gran Fénix Legendario de Hokkaido y luego, mi pequeña Akane-chan que se quedó cuidando los templos de sus compañeras y ayudando a numerosos poblados de inocentes... así como mi propio Templo. Os puedo dar a las cuatro la enhorabuena por vuestros logros. Gracias a vosotras, el Templo del Gato Negro ha cobrado un gran prestigio y es uno de los templos élite de Japón y posiblemente de toda Asia - hizo una pausa, sonrió, nos miró a los ojos de cada una y su cara se ensombreció. - Ahora... debo pediros un favor.
Las cuatros nos alertamos. Llegué a la conclusión de que al menos iba a poder salir de allí con vida.
- ¿Y cuál es, Maestro? - preguntó Akane.
- Han venido unos chicos desde muy lejos para pediros un favor.
- ¿Chicos? - preguntó Kikyo frunciendo el entrecejo.
- Así es. Os piden que salvéis una dimensión paralela a la nuestra, en concreto el reino que gobierna todo ese mundo... Su nombre es... Caetoneko.
- ¡BLUE! - grité sin pensar.
Todos los allí presentes me miraron con caras de incomprensión excepto Akane que sabía exactamente lo que estaba pensando. Si el mundo de mi amiga nekogirl estaba en peligro... probablemente ella también.
- Perdón - dije llevándome el dedo índice a la boca. Lo aparté nerviosa e hice como si nada. - Continúe.
- Os dejo con ellos... Os explicarán las condiciones de vuestro viaje. Empezaréis ahora mismo con la marcha.
- ¿AHORA? - preguntó Tsubaki sorprendida.
- Maestro... la Esfera...
- ¡El Templo!
- Ya lo sé, niñas, ya lo sé... Pero fue lo que me pidieron estos chicos... ¡Pueden pasar!
La puerta de detrás del Maestro se abrió de par en par y un haz de luz blanca alumbró toda la habitación. De ahí entraron dos chicos aparentemente de nuestra edad.
El que iba adelantado llevaba una armadura dorada del antiguo Imperio Romano de Occidente así como mallas y paños de colores semejantes. Su cara era como la de un dios... perfecta pero inexpresiva con los ojos azul cielo y tenía el pelo rubio largo y ondulado que brillaba tanto que parecía más oro. De su espalda sobresalían unas grandes alas formadas por bellas plumas blancas como las nubes. No llevaba ningún arma, cosa que me extrañó.
El segundo chico que estaba detrás de aquel ser no era ni más ni menos que Dante Sparda con la misma condición de siempre con su abrigo carmesí, su pelo plateado, sus ojos grises serenos y la Rebellion a la espalda. Seguramente en alguno de los bolsillos internos del abrigo tendría sus más preciadas pistolas. No tenía el más mínimo signo de la locura que le poseyó en aquella noche de Luna Llena... sin alas, sin colmillos y sin ojos rojos.
El ángel de cabellos dorados abrió los brazos y habló con una voz que sonaba como una auténtica melodía celestial:
- Sacerdotisas de la dimensión terrícola, he venido a anunciaros sobre una misión muy importante que debéis realizar... - tosió un par de veces, algo que rompió por completo el ambiente serio del lugar. Se aclaró la garganta y continuó como si nada. - Mi nombre es Abbadon y soy un arcángel del Cielo. Como ya os habrá contado vuestro maestro, debéis venir con nosotros a una dimensión que tiene diversos problemas bastante graves... Este es mi compañero, Dante Sparda, el Cazademonios, y os guiaremos y os diremos qué tenéis que hacer exactamente. Con vuestras habilidades esperamos acabar con... la corrupción que asola Caetoneko, la dimensión de los gatos. No solemos pedir ayuda a otras dimensiones, y menos a la Tierra; pero sabemos de vuestras dotes son increíbles ¡El Señor está con vosotras!
Estábamos maravilladas por cómo hablaba aquel ser celestial. Sus ojos azules reflejaban su gozo y alegría... sí, viendo aquello estábamos dispuestas a lo que sea por ayudar al arcángel aunque ver a Dante me descolocaba de aquella sensación. Me sonreía pacientemente como siempre hizo, eso en cierto modo me tranquilizó... tal vez podría confiar en él y en que todo aquello no fuese una trampa.
Me levanté y mis compañeras hicieron lo mismo.
- ¿Por dónde empezamos? - pregunté con aire desafiante.
Abbadon sonrió y chascó los dedos. Delante de cada una de nosotras apareció un artefacto lo más parecido a un saco... juraría haberlos visto en el Purgatorio. Cada bolsa era de un color: la de Akane, de color rosa pastel como las flores de cerezo; la de Kikyo, de color púrpura como la Shikon No Tama; la de Tsubaki, azul marino como su kimono; y la mía de color rojo escarlata... como mi alma.
- En estas mochilas tenéis todo lo que necesitaréis para el viaje. Al pasar a otra dimensión vuestras ropas cambiarán automáticamente... en algunos casos hasta vuestra apariencia. Estaréis en medio de un paisaje completamente distinto...
- Nevado - comentó Dante - y lleno de gatos.
- Exacto - confirmó Abbadon sonrientemente - En él debéis derrotar a unos enemigos muy poderosos. La lucha será bastante dura... Pero espero que salga bien.
- Podéis contar con nosotras - respondí mientras nos echábamos las mochilas a la espalda.
- Bien... Dante, haz los honores.
- Hasta pronto, alumnas... espero que tengáis un buen viaje - intervino el Maestro Kuro.
- Arigató gozaimasu - agradeció Akane.
Dante alzó las manos y en medio del haz de luz aparecieron algo así como una docena de mariposas azules.
- Seguidnos. Debemos dejarnos guiar por esas mariposas.
A continuación, Abbadon, Dante Sparda, Tsubaki Hebi, Kikyo Higurashi, Akane Sakura y yo, Akame Scarlet, nos dispusimos a caminar en medio del espacio dimensional siguiendo el aleteo de las mariposas azules... hasta llegar al frío.


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