Si pensaba que no había nada peor que el Infierno, estaba muy equivocada. Nos encontrábamos en medio de la oscuridad del Tártaro sin ningún tipo de nube carmesí, sin un suelo liso en el que se pueda pisar sin acabar con todo tipo de heridas en el pie.
Jadeé de sufrimiento y Rei se volvió hacia mí. Toqueteó el amuleto de mi colgante que dibujaba dos dragones, uno blanco y negro. Pesaba aún más que antes y el demonio sombra me dijo:
- Cualquier ser que se adentre en el Tártaro sufre notables sensaciones de horror incluso la terrible sensación que experimenta la gente antes de morir, pero esto no es nada comparado con el sufrimiento que tienen aquellas personas aparentadas con la magia celestial, el poder de las sacerdotisas o esto.
Sujetó el amuleto que antes era un Yin Yang. El mensaje había quedado claro. De hecho supuse que si no fuera por mi poder de Fénix, tal vez estaría agonizante... o muerta. Me armé de fortaleza, me estiré y me dispuse a caminar a pesar de que mi temperatura corporal había subido, mis músculos estaban en constante tensión, mi corazón latía rápido, me costaba respirar y mi voz se mostraba débil.
- ¿Por dónde es? - logré preguntar.
Rei y Cerberus se adelantaron hacia el oeste. Así pues, caminamos... aunque con el rabillo del ojo pillé a Nura mirándome con preocupación.
No tardó en salir delante de nosotros el primer monstruo. Me recordó a un dragón, pero sus extremidades eran mucho más grandes y robustas, sus oscuras escamas parecían ya muertas en pleno proceso de descomposición y sus maléficos ojos miraban nuestro frente con odio.
- No debemos esperar a que nos volatilice - dijo Rei mientras hacía aparecer su guadaña Kamui. - Tenemos que dar el primer y único golpe.
Nura alzó a Nenekirimaru.
- Vamos entonces.
Rei y Nura saltaron y lanzaron estocadas al monstruo. Al ver que aquel ser tenía una gran cola que se movía ágilmente, tanto que hasta parecía una parte autónoma, Rei se fue a luchar contra ella. Yo me quedé acariciando con el pulgar la empuñadura de Nisshoku sin tener la capacidad de quitarme el peso de dolor que llevaba encima. Cerberus echó una ojeada mi expresión de cansancio y sufrimiento, pues en efecto me dolía el alma al estar allí.
- Así no aguantarás ni una jornada más - dijo.
Fruncí el entrecejo mirando como clavaba su katana en el ojo izquierdo del monstruo. Cerberus sonrió y añadió:
- Al final no hará falta matarte para conseguir el poder del Gran Fénix Legendario, Akame Scarlet.
Le miré arqueando una ceja algo nerviosa por ese comentario.
- ¿No estarás pensando en traicionarnos, verdad? - dije.
Soltó una pequeña carcajada.
- ¡Jojojo! ¡Oh~! ¡No! Yo no incumplo lo que le prometo a Némesis-chan.
- Os lleváis bastante bien. Sin embargo no me fío de ti.
- Mira, bonita... no sobreviviréis en este sitio sin mí, asique más te vale fiarte de mí.
- Haces esto por Némesis-san, no por voluntad propia.
- Si te digo la verdad, tienes razón. Los humanos no me gustan, los elfos no me gustan, las semielfas-semihumanas no me gustáis, y muchos menos las sacerdotisas... Ayudarlas ni te digo.
- Entonces muy importante tiene que ser Némesis-san para ti si haces algo por ella que no te gusta.
- ... casi tanto como para ti el Señor del Pandemonio.
- ...?! ¡¿Eh?!
- ¿Te crees que no he visto cómo os miráis?
- Alucinas, demonio.
- Jeje... Eso espero~ porque un youkai con una miko... ¡Por Hades! ¡Grandes atrocidades nos esperarían a todos! Nah~ un youkai nunca puede sentir algo por una miko.. Además, ¿no había una profecía en tu templo que hablaba de que el amor de una de las más grandes de vosotras le traería la ruina?
Me alarmé y me acerqué a él apretando más a Nisshoku. Por un momento se me olvidó el dolor.
- ¿Qué... qué sabes tú de la profecía?
- No mucho más que tú, seguro.
Me abalancé sobre él y situé mi katana debajo de su barbilla.
- ¡¿Qué sabes?!
Nura se giró y nos vio, por lo que gritó:
- ¡¡¡Akame-chan, ¿qué haces?!!!
Le ignoré y pregunté otra vez a Cerberus:
- ¿QUÉ SABES DE LA PROFECÍA?
- ¡¡¡AKAME-CHAN!!! - repitió Nura.
El monstruo elevó su brazo y cogió a Nura rodeándole de la cintura con su puño. El Señor del Pandemonio forcejeó pero el monstruo apretó aún más y Nenekirimaru cayó al suelo. Vi la escena y sin pensármelo dos veces me levanté y corrí hacia allí. Cogí a Nenekirimaru y con las dos katanas, una a cada mano, me lancé contra el puño que envolvía a Nura y lo corté. Nura cayó al de pie y se quedó mirando asombrado cómo lanzaba tajos y más tajos con su Nenekirimaru y mi Nisshoku.
Rei, que seguía intentando cortar la cola del ser que se retorcía de forma escurridiza, consiguió quemar toda la parte de atrás de nuestro enemigo con Amateratsu. Hecho esto, se subió a la cabeza y se quedó mirándome para que pudiese dar el golpe final.
Al final corté el cuello del monstruo y Rei saltó hacia atrás. Acto seguido, el monstruo se desplomó en el suelo.
Jadeé otra vez de cansancio y me arrodillé. Me dolía todo aún más. Nura se acercó y, con serenidad, dijo:
- Mi espada.
Me ahorré un "oh, es verdad" y se la di. El Señor del Pandemonio la cogió, la examinó brevemente con la mirada y la envainó. Me tendió la mano... apreté los labios y dije:
- Lo siento...
- !!! Baka...
Me cogió la mano y me puso en pie.
- Vamos, tenemos que seguir... - dijo Rei - Si nos quedamos aquí vendrán más familiares de este individuo.
Rei y Nura empezaron a caminar. Cerberus pasó delante de mí y dijo:
- ¿Shouken? ¿Técnica de las dos espadas? Vaya~... ¿Quién te enseñó a hacer eso? ¿Tu amigo el lobo?
Le volví a mirar sorprendida.
- ¿Hiroito-kun...? ¿Tú...? ¿...Cómo...?
- Ay~ lo siento~ se me olvidaba que le heriste de gravedad.
- Le maté.
- ¿Emm? No. O al menos no apareció por aquí.
- ????
- Los muertos vienen aquí, deberías saberlo.
- Entonces... ¿no ha muerto?
- ;D
- ¡OYE! ¿Tú cómo es que sabes tanto?
- Eres una miko muy conocida por el Inframundo, Phoenix Slayer. Muchos aquí saben de ti.
Cerberus se adelantó con los demás. Nura se paró me miró y preguntó:
- ¿Todo bien?
- Sí ¡Voy!
Y así, Nura, Rei, Cerberus y yo seguimos caminando por el Tártaro mientras nos encontrábamos con toda clase de demonios y malvados monstruos dispuestos a despedazarnos. Bajamos una cuesta junto con el agua negra de un río que teníamos siempre a nuestra derecha y llegamos a una ciudad que, a primera vista, parecía abandonada; hasta que las sombras nos rodearon.
No hay comentarios:
Publicar un comentario