El entorno púrpura no era estable. Descubrí que simplemente era luz violeta parpadeando de manera tan rápida que parecía el color del fondo. No, el fondo seguía siendo oscuro e infinito. Y mi colgante seguía pesando independientemente de lo que había conseguido hacer en Avaricia. Básicamente, nos habíamos salvado la vida gracias a mi magia de Fénix que por fin funcionaba, pero... ¿por qué en ese momento sí pude usarla? ¿A caso aquello era una situación verdaderamente peligrosa? ¿Mi fuego podría volver a echarnos una mano en el futuro (un futuro no muy lejano seguramente)?
A medida que Nura y yo íbamos caminando, el olor de aquel nivel de pecado se cargaba aún más de sudor. Parecía que estábamos en las axilas de un jornalero de las afueras de Tokyo.
- Meeeeeh~ apesta a humanidad- me quejé.
- Akame-chan...~
Nura me abrazó por detrás. Me sorprendí y me puse roja.
- ¿N-Nura-kun?
Me apretó. No sabía qué le estaba pasando pero parecía cariñoso, como si quisiera descansar después de tanto tiempo deambulando por el Infierno. Giré un poco mi cabeza y vi que se había apoyado en mi hombro derecho. Fue ahí cuando sospechosamente se estaba mordiendo el labio.
- ¿T-Todo bien? - pregunté nerviosa.
Nura asintió.
- Llevo tanto tiempo... deseándote...
- !?!?!?!?!!??!!? - me ardieron las mejillas - ¿N-NANI?
Apartó mi pelo del hombro y pasó su lengua por mi cuello y mi hombro.
- !? Ky~a.... ¡¿QUÉ HACES?!
Forcejeé pero no pude librarme de él, de hecho apretó más de mi cintura. Pronto, ese olor a humanidad se transformó bruscamente en un olor dulzón que se fusionó con el olor de Nura, algo que me estaba invitando a dejarme llevar.
Cerré los ojos. Nurarihyon... ese ayakashi que conocí en el Barco camino a Japón. Fue por él porque empecé a odiar a los demonios, pero él me animó en muchas ocasiones, a veces sin querer. Vivimos bastantes aventuras juntos: yendo a por el Fénix, en el Purgatorio, en Caetoneko para derrotar a los dioses del Olimpo y, ahora aquí, en el Infierno. No le odiaba aunque a veces lo pareciese. Me gustaba estar con él... y... no se estaba tan mal así...
El olor dulzón aumentó y Nura me dio besitos en la mejilla y en el cuello mientras subía lentamente sus manos hacia mi pecho...
"Espera, Akame-chan" habló una voz dentro de mí. "Las sacerdotisas no estamos para hacer esas cosas". Era la voz de Akane un día lavando ropa en el río cerca del Templo del Gato Negro. Recordé que la había preguntado sobre las geishas.
- Yo no soy una geisha... - murmuré.
Nura estaba bajando su mano por debajo de mi tripa cuando me envolví a mí misma con llamas. Nura retrocedió con su ropa echando humo y sus manos quemadas. Se abalanzó sobre mí y caímos al suelo. Lamió mi mejilla.
- ¡Nura-kun! ¡Despierta!
Me abrazó con fuerza.
- Gomene, Akame-chan... No puedo controlarlo...
Clavó sus ojos en mis labios y acercó su cabeza a la mía. Estaba respirando su aliento, incluso oía los latidos de su corazón que tan rápido iba.
"No puedo besarle así... No quiero que nuestro beso sea así" pensé con dificultad, no sé si por el pecado de Lujuria o porque realmente... ... ... no importa.
Eché una pequeña llama por la boca y Nura se sobresaltó. Le derribé pegándole en el pecho. Saqué a Gesshoku y puse la punta de la hoja justo debajo de su barbilla.
- Baka... no quiero pelear contigo - dije.
Abrí los ojos como platos cuando la luz púrpura se apagó y solo quedaron pequeños focos que iluminaban el sitio con distintos tonos morados y rosas. Se empezaron a escuchar gemidos tanto de mujer como de hombre entre otras frases como "sigue" o "mi gatita", sonidos de látigo o cosas peores. Alcé la vista alarmada y vi a gente desnuda haciendo cosas que ninguna geisha estaría dispuesta a hacer, cosas de las cuales no puedo hablar. Me sentí alrededor de la auténtica maldad, alrededor de 50 sombras.
Había bajado la guardia y Nura se había vuelto a abalanzar sobre mí. Me volvió a abrazar.
- ¡¡¡Nura-kun!!! ¡Despierta! ¡No quiero hacerte daño!
Le abracé yo a él, pensé que tal vez con eso volvería en sí. Solo sirvió para tenerle inmovilizado cuanto más pegado a mí estuviese. Me puse aún más nerviosa de lo que estaba con los cambios de mal olor a olor dulzón, pero eso no fue nada con el vuelco al corazón que me dio al escuchar una voz susurrándome al oído:
- Debes de ser una sacerdotisa.
Agarré a Nura de la cintura con una mano y con la otra le acaricié el pelo para calmarlo. Para mi sorpresa sirvió de algo, por lo que pude girar un poco la cabeza y mirar a aquel hombre que se había acercado tan sigilosamente. Toda su ropa de noble occidental, así como su largo cabello recogido y sus ojos, era de color violeta.
- Esto es Lujuria, ¿verdad? - pregunté.
- Sí - afirmó, - y las mejores sacerdotisas son inmunes a este pecado, aunque la mayoría de personas que caen aquí, ya sean hombres o mujeres, monjes o sacerdotisas, se vuelven auténticos ninfómanos.
- ¿Y... tú eres?
- Soy el guardián. El guardián del pecado de Lujuria, Sateriasis Venomania.
Nura me pellizcó el cuello con sus dientes y emitió un ruido que me recordó al maullido de Kumato.
- Ungh~ y... ¿entonces nos ayudarás? - dije.
- Entonces es cierto - pensó en alto el guardián. - Sois vivos... - tal y como lo dijo me hizo cierta gracia - ... Es una pena que cuando era duque no haya podido disfrutar de ti♥ pero eso ya da igual...
- ¿¡¿EEEH?!?
Nura pareció tranquilizarse. Levantó la cabeza y miró enfadado a Sateriasis. Este dijo:
- Supongo que no tengo otra que ayudaros, ya da igual todo...
Echó a andar y traté de seguirle ayudando a Nura a caminar.
- Hubo una época en la que tenía todo... - comentó Sateriasis. - Gracias a ese pacto que hice con el Diablo, pude huir de mi pasado humillante y construí un divertido harem con casi todas las mujeres de Venomania. Todas.... fueron... mías♥
"Qué asco" pensé.
- ¿Y estás arrepentido?
Sateriasis oscureció su tono.
- ... Me lo pasé bien y pude vengarme de la gente que se burlaba de mí en mi pasado... pero yo amaba de verdad a una única mujer que me repudiaba... La secuestré y abusé de ella como las demás chicas pero... fue ella la única con la que quería estar en realidad...
- ¿Eres consciente de que esa solución que tomaste fue la peor de todas, no?
- Posiblemente... porque por mucho que entregase mi alma al Diablo y consiguiese el poder de la seducción... no conseguí a esa chica... además, todo acabó cuando ese hombre me descubrió y me mató... Todo lo divertido fue rápido, efímero y pasajero.
- ...
- ... Grrnughñ... - gruñó Nura.
- Llegué al Infierno y me condenaron de pecador de Lujuria, por lo que aquí estoy... aunque sé que no merece la pena a cuántas me tire... siempre seguiré siendo el idiota duque de Venomania.
A pesar de lo arriesgado que era comentar algo con aquella persona, me armé de valor y dije:
- ... Sé que es tarde para decirte esto... pero no hay que caer en la tristeza y en los demás pecados por lo que digan los demás de ti. No sé cómo sería la dimensión de Venomania pero seguro que tenías otras muchas opciones mejores. Seguro. Me atrevo a decir que, si hubieras escogido el buen camino, hubieras sido una gran persona.
Sateriasis sonrió.
- ... Eres dulce, sacerdotisa. Me contenta escuchar esas palabras tan piadosas y que encima vayan dirigidas a mí. Aunque en vida no las haya oído, si hubieras estado allí a mi lado, seguro que te habría hecho caso.
Llegamos a la puerta del siguiente nivel y añadió:
- Me ha llenado de alegría haber hablado contigo, sacerdotisa. Dime, ¿cómo te llamas?
- Etto... Akame... Akame Scarlet... Targaryen.
- Bien... lo recordaré siempre. Pensaré en ti aquí en el Infierno hasta que algún día nos volvamos a encontrar~
Abrí la puerta mientras daba la mano a Nura (que el pobre estaba cao). Giré la cabeza a Sateriasis.
- Una última cosa, ¿me has tratado así porque realmente pensabas así sobre mí y querías ayudar, o porque querías que yo también me quedase atrapada en Lujuria contigo?
Sateriasis echó una risita y mirando al suelo confesó:
- Reconozco que un poco por las dos cosas..~
Arqueé la ceja y traspasé la puerta.
- Adiós, 50 sombras.
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