En serio ¿tan poderoso era el poder del Fénix que hasta el dios del Inframundo lo quería, pero NO funcionaba para librarnos de cuatro monstruos? Además, mi colgante del Yin Yang seguía pesando...
Pasamos por un puente que daba directamente a una mansión de hierro estigio protegido por toda clase de monstruos y criaturas mitológicas espantosas. Los rayos que relampagueaban el cielo oscuro moteado de nubes de color carmesí hacía más terrorífica la situación.
Entramos en el interior de la mansión. La estructura arquitectónica era de estilo gótico y tenebroso. Al fondo del pasillo llegamos a un enorme salón en el cual había dos tronos decorados con piedras preciosas de distintos colores que estaban ocupados por un hombre encapuchado de rostro angustiado y de pelo largo y negro, y una mujer morena que llevaba un llamativo vestido rojo rematado con hilos dorados y flores naturales, rompiendo así con el ambiente oscuro y siniestro.
Cuando nos acercamos a ambos personajes, el hombre se levantó y posó sus oscuros y vacíos ojos en nosotros. Preguntó:
- ¿Es ella?
Los monstruos emitieron unos ruidos que, a diferencia de mí, el señor entendió.
- ¿Y él es... el rey de los youkais? - aventuró a decir. - Vaya... qué interesante que tú también vinieses. En fin, no hay problema - se acercó a mí y me levantó la cabeza poniendo su frío dedo índice en mi barbilla. - Al fin podré salir de este infierno y ser el rey del Olimpo... no... ¡de todas las dimensiones! Seré el nuevo Fénix.
- ¡Ni se te ocurra tocarla! - espetó Nura.
Hades le miró con desprecio y dijo:
- ¡SOY HADES, EL SEÑOR DEL INFRAMUNDO, EL DIOS DE LOS MUERTOS! NADIE ME DIRÁ QUÉ DEBO O NO HACER.
Cargó una especie de veneno de sus garras dispuesto a atravesarme con ellas, pero mi colgante emitió una especie de chirrido. No me gustó cómo sonó eso, pero salieron los dragones del colgante y se lanzaron contra Hades. Se dedicaron a mordisquearle por todo el cuerpo.
- ¡duuuaaahhhllllilllll! - maldecía.
La mujer del trono se puso en pie y se acercó. Pensé que nos iba a atacar o algo, pero se dirigió a los monstruos que nos sujetaban.
- ¡Soltad a los presos! - ordenó.
Los monstruos se quedaron confusos, pero al rato decidieron hacerla caso e ir a ayudar a Hades y así librarle de mis dragones. Una vez "libres", la mujer se nos acercó y nos habló.
- Salid de aquí antes de que venzan a vuestros dragones.
- ¿Por qué has...? - traté de preguntar. Por su expresión diría que era una mujer de paz en contraposición de aquel mundo maligno.
- Soy Perséfone, esposa de Hades pero... ante todo hija de Démeter y Zeus además de diosa de las estaciones - hizo una pausa. No supimos exactamente si aquello debía tranquilizarnos. - Y... de verdad, tenéis que salir de aquí. Os lo debía por hacer que mis padres y los demás dioses recuperaran la cordura. Os prometo que cuando volváis a la Tierra, mi marido nos os molestará más; simplemente... desde que los olímpicos intentaron conquistar Caetoneko está más cruel que nunca. Está maquinando un Imperio Infernal por todas las dimensiones... Yo no tendré más remedio que estar con él por ser su esposa, pero no quiero que los demás sufran como yo.
Mis dragones volvieron a mi colgante. Hades y sus secuaces habían ganado. Perséfone se alarmó y aligeró tu discurso.
- Hades es capaz de abrir el vórtice solo cada 100 años, por lo que podréis vivir tranquilos cuando volváis ¡pero primero tenéis que VOLVER! ¡Corred hacia allí y traspasad la puerta! Os conducirá al Tártaro.
- Arigato gozaimasu, Perséfone-san - agradeció Nura.
Me cogió de la mano y corrimos hacia donde nos indicó la diosa, pero nos cerraron el paso tres monstruos voladores parecidos a murciélagos: tres furias.
- ¡No pasaréis! - chillaron.
Nura desenvainó a Nenekirimaru y yo a Guesshoku. Nos abrimos paso entre las furias repartiendo rebanadas y tajos. Dos de ellas se hicieron polvo y seguimos corriendo hacia la puerta del Tártaro, pero la furia que quedó viva se lanzó contra nosotros y nos desvió hasta el marco de la ventana más cercana. Por poco no salimos por ella.
Hades dio una bofetada a Perséfone y corrió hacia nosotros.
- ¡Que no caigan! ¡Si lo hacen nunca los encontraremos!
La furia volvió a lanzarse contra nosotros, pero Nura me cogió y usó el Miedo. Se situó justo detrás de la furia, pero un monstruo nos bloqueó el paso y nos volvió a estampar contra el marco de la ventana.
Eran demasiados y muy buenos luchando... También, dada nuestra poca costumbre de estar en aquel lugar, habíamos perdido la batalla sí o sí. Nura trató de levantarse mientras Hades reía como un malévolo loco y los monstruos nos humillaban escupiéndonos. Nura consiguió acercarse a mí y cogerme en brazos. Luego se subió al marco de la ventana.
- Se acabó.
Supuse que Hades y los monstruos no se movieron porque sabían que Nura no se iba a atrever a saltar, de hecho era lo que yo también estaba pensando, pero así lo hizo. Saltó y salimos de la mansión de Hades. Estuvimos en suspensión un rato que en la Tierra hubiera sido imposible, pero deduje que por aquella atmósfera sulfurosa que había, no era algo de extrañar. Al rato caímos, otra vez, al vacío.
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