Pensé que a más abajo no podíamos llegar pero lo hicimos, y en un rato muy largo. Estuvimos entre cinco y diez minutos cayendo hasta que nos dimos contra el suelo. No me espachurré contra el suelo gracias al pecho de Nura. Supuse que él seguía vivo gracias a su condición de youkai.`
- ¿E-Estás bien? - le pregunté.
- Urflkkkeghkk... - gruñó Nura.
Me aparté deprisa y le ayudé a levantarse, pero siguió cabizbajo. Miré nuestro alrededor y todo estaba completamente oscuro... completamente oscuro... completamente... oscuro....
Desenvainé a Guesshoku y bloqueé el ataque de Nura. Chocamos nuestras katanas y le grité:
- ¡¿Se puede saber qué haces?!
Respondió solo gruñidos. Se echó para atrás y volvió a atacar, pero me fijé en que no lo hacía con su propio estilo, cosa que me extrañó. Nura se estaba moviendo solo con furia, además de que no era capaz de levantar la cabeza y mirarme.
De repente, sentí ardor en las venas, pero no iba a convertirme en Fénix... era otro tipo de fuego: incontrolado, desordenado y lleno de odio totalmente ajeno a mí, pero que poco a poco se iba fusionando con mi alma. Traté de defenderme de Nura, sin embargo, acabé atacando yo también.
Nos peleábamos de forma desordenada e inconexa con unas fintas poco productivas y mal pensadas, incluso teníamos ganas de dejar las armas y pasar a pelear con los puños. Y así fue... no sé porqué, se le cayó Nenekirimaru, pero se abalanzó contra mí sujetándome la mano con la que empuñaba a Guesshoku.
No solté a Eclipse Lunar, pero era inútil forcejear. Caímos al suelo y Nura trataba de agarrarme del cuello pero no conseguía hacerlo bien, supuse que era debido a que su ritmo cardíaco había incrementando tanto que parecía que en cualquier momento iba a explotar. Pensé tanto en esa idea que la ira que me había poseído parecía evaporarse como agua caliente. Me sentí más tranquila, pero Nura estaba alcanzando la desesperación.
Al final pude mover a Guesshoku y coloqué la katana apuntándome hacia mí.
- No tienes coraje - dije con falso atrevimiento.
Nura se quedó un rato mirando mi katana pensándoselo un par de veces... ... le pegué con la empuñadura en la cara. El ardor de mi interior volvió a subir puesto que al echarse para atrás preparé varias formas de acabar con él ¿De una rebanada en el pecho? ¿De una estocada en el corazón? ¿Degollándole? ¿Partiéndole en pequeños trocitos? ¿Asfixiándole?...
Me tembló la mano cuando Nura dijo en voz baja...
- Akame... -ch-chan...
- ...
- ... No tienes coraje.
Abrí los ojos lo máximo posible y mis pupilas se volvieron cada vez más pequeñas. Apreté fuerte mi katana y...
...
...
...
De un disparo a la hoja de Guesshoku, el sable se me cayó. A pesar del impacto de la bala con la katana, la hoja no se dobló, esta se limitó a brillar en la oscuridad con una tenue luz escarlata.
Sacudí la cabeza como si acabase de salir de una alucinación y la volteé hacia donde había venido la bala. De aquel oscuro horizonte, vino corriendo una chica de pelo verde con la parte de arriba de la cara tapada con un antifaz. Vestia de gris con un chaleco, unas mangas, una falda semilarga y botas altas. En su
mano derecha sostenía un revolver apuntándome.
- ¡No te muevas! - gritó.
Luego me tumbó contra el suelo boca abajo agarrándome del pelo y de los brazos. Nura se levantó alarmado y la chica quitó la mano de mi pelo y volvió a sostener el revolver para apuntar a Nura.
- Eso también va por ti - dijo.
Nura frunció el entrecejo, pero luego adoptó una expresión tranquila que a la chica le extrañó.
- ¿No estás deseando matarla?
- A cosquillas - reconoció Nura - DIGO... ¡NO!
La chica se sorprendió y luego se dirigió a mí:
- ¿Y tú?
- Sea lo que fuese lo de antes, en realidad no quería hacerlo, pero ahora me lo estoy pensando.
Apretó mi brazo en la zona justo debajo de mi muñeca y me comprobó el pulso. Después de un minuto me soltó, se puso de pie y me tendió la mano para levantarme.
- No me explico cómo estáis aquí si no tenéis ganas de mataros... A no ser que seáis demonios muy bien cualificados.
Recogimos nuestras katanas... por si acaso.
- Esperad... vosotros estáis vivos.
- Y tú no lo estarás por mucho tiempo.
Nura le atravesó Nenekirimaru, pero esta hizo como si nada.
- No puedes matarme. Quiero decir... ya estoy muerta.
Nura sacó su katana del cuerpo de la chica y la envainó. La chica añadió:
- Si tan nerviosos estáis que hasta caéis en el pecado de Ira, es que debéis ser los que habéis caído desde Caetoneko.
- ¿Cómo sabes tú eso? - preguntó Nura.
- Este es el pecado menos profundo del Infierno. Además soy muy curiosa y me entero de casi todo lo que pasa allí arriba ;)
- Y... ¿tú eres? - intervine.
- Soy la guardiana del pecado de la Ira. Antes era Némesis Sudou, la hija bastarda del avaricioso juez de los Estados de Evllious.
Me pareció una de las presentaciones más peculiares que había oído.
- Escucha, Señorita, guardiana, Némesis, o como quieras llamarte - dijo Nura, - necesitamos regresar a la Tierra y para ello tenemos que ir al Tártaro.
- Suicidas... - pensó en algo. Miró a Nura muy fijamente. - Supongo que no tenéis otra opción, pero os garantizo que no os va a gustar nada. Seguidme.
La seguimos y caminamos por la oscuridad mientras aparecían de paso varias personas luchando entre ellas de vez en cuando.
- La opción más fácil para llegar al Tártaro es entrando en la mansión de Hades pero os habéis caído y estáis varios pisos más abajo - explicó Némesis. - Dado que es totalmente imposible que volváis a subir (así son las leyes del Infierno), deberéis bajar vosotros mismos pasando por los siete niveles de lo siete Pecados Capitales. Más abajo no sé qué hay... por lo que solo espero que entre el pecado de Soberbia y el Tártaro no haya nada, por vuestro bien...- Nura y yo nos miramos para intercambiar expresiones de... algo parecido al horror. - Os recomiendo que en cada nivel de pecado busquéis al guardián para orientaros, solo que no todos están arrepentidos y posiblemente algunos se vayan a poner en vuestra contra, asique fijaos bien en cómo se comportan y, lo más importante, cómo os comportáis vosotros... como ya habéis visto, los vicios de ira, avaricia, gula, envidia, lujuria, pereza y soberbia se os incrementen en vuestros cuerpos mortales según en qué nivel os encontréis, lo que no sé exactamente es el orden, solo que Soberbia debe de estar abajo del todo por ser considerado el pecado original en la Antigüedad.
Un hombre cayó encima de Némesis sin derribarla y esta le empujó hacia fuera. El hombre se fue corriendo con los puños llenos de cortes y moratones dispuesto a pegarle una paliza a otro hombre que le estaba esperando en el otro frente.
- Este es el pecado de Ira. Aquí nos dedicamos a pegarnos toda la eternidad.
- Comparado con esta gente, a ti se te ve bastante tranquila, ¿eso es porque te arrepentiste? - preguntó Nura.
- ... ... ... ... No exactamente... Maté a mi novio por culpa de mi padre y luego acabé con él. Tuve problemas debido a mi ira y los solucioné con más ira. Nunca supe cómo pedir disculpas a mi amado, pero nunca me arrepentiré de lo de mi padre... él nunca lo hizo.
Llegamos por fin a una puerta cerrada. Némesis cogió de un montón de ropa que había en el suelo dos hábitos de color marrón y nos los dio.
- Son hábitos de recambio que tienen aquí los demonios del Inframundo. Ellos son los únicos seres que pueden viajar a donde quieran en este mundo (algo que no pueden hacer en las demás dimensiones). Ponéoslos encima por si acaso os están buscando por ahí.
La hicimos caso. Nos vestimos y nos tapamos la cabeza (y el cabezón de Nura) con la capucha. Némesis añadió:
- Ahora, si estáis vivos y no sois pecadores de ira, podréis abrir la puerta y pasar al siguiente nivel.
Nura y yo asentimos y nos acercamos a la puerta. Por un momento pensé en todas las razones por las que podría ser incapaz de traspasar la puerta debido a mis momentos de ira. Me puse nerviosa.
Nura abrió despacio la puerta, me cogió de la mano y la traspasamos sin problemas. Suspiré aliviada y Némesis sonrió.
- ¡Oye! Hacedme un favor... si veis a mi padre en Avaricia, pateadle el culo de mi parte. Espero que tengáis suerte, Señor del Pandemonio y Sacerdotisa de Fuego. Sería divertido ver cómo os desenvolvéis en Lujuria.
- ¡¿QUÉ?! - grité alarmada.
La puerta se cerró y volvimos a quedarnos solos.
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