martes, 14 de abril de 2015

Caronte

Grité como nunca. La gruesa soga apretaba mi cuello como con odio. A ese paso iba a quedarme sin oxígeno y sin poder hacer nada para evitar mi muerte.
Me encontraba demasiado débil como para hacer algo mucho más útil que retorcerme. Sin embargo, la cuerda fue cortada y seguí cayendo hasta que me cogieron en brazos. Después, acabamos en el suelo y rodamos torpemente. La superficie era dura y rugosa... incluso con pequeñas piedras punzantes que se clavaban en mi piel. Cuando conseguimos frenar, abrí los ojos. Estaba en los brazos de Nura.
- ¿N-Nura-kun...? - me aseguré.
- Akame-chan... ¿e-estás bien?
Levanté la mirada y vi que sus ojos estaban puestos en mí. Su cara estaba sucia, realmente se había pegado un porrazo. Además estaba tumbado boca arriba mientras yo estaba encima de él... estaba soportando como podía aquellas piedras picudas. Me levanté rápidamente en cuanto reparé en ello y él pudo ponerse en pie con más soltura de la que yo pensaba.
Observamos en silencio nuestro entorno. El cielo era oscuro pero nublado con nubes de color carmesí, color sangre... No había tierra, había rocas negras; no había flores, había piedras punzantes; no había plantas, había pequeñas zarzas repletas de espinas. Ante nosotros había una enorme laguna de aguas oscuras y al fondo de esta se podían divisar algunos edificios oscuros además de fuego... llameante y peligroso fuego. Cabe mencionar que el olor no era nada agradable. Olía a tóxico, como a azufre... a todo menos a vida.
- Ksó... - maldijo Nura.
- ¿Dónde estamos? - pregunté.
Nura miró al cielo (si es que a ese montón de nubes sobre fondo negro podía llamarse "cielo"). No respondió.
Concentré la vista en la laguna negra. Achiné los ojos y vi que un hombre encapuchado se estaba acercando a nuestra costa. Invoqué el fuego en mis manos por si aquella persona era algún tipo de enemigo, sin embargo, mi fuego se apagó. Miré mis manos alarmada. Estaba demasiado débil... ERA demasiado débil para ese sitio.
Nura se acercó conmigo a la orilla y allí nos reunimos con el hombre encapuchado. Iba vestido con unos hábitos sucios y desgastados. Tenía una cara alargada y huesuda que daba grima como su gran nariz deforme. Sus ojos oscuros, que penetraban en nuestras miradas como cuchillos, estaban fijos en nosotros. Parecía extrañarle algo por la cara que puso unos segundos después.
- Vosotros no estáis muertos - dijo con su voz cavernosa.
- Buscamos un sitio para salir de aquí - informó Nura.
- Oh... De aquí no se puede salir. - respondió el hombre.
- Pero estamos vivos. No nos corresponde estar aquí.
- Morid, y podréis venir al Inframundo.
- ?!?!? ¿Inframundo ha dicho? - pregunté.
- Sí. Y yo soy Caronte. Yo llevo a todos los muertos al lugar al que deben ir tras sus vidas en... el mundo que sea.
Nura y yo nos miramos. Mi compañero siguió negociando con el barquero.
- Escucha. Sé que hay una salida. Los dioses la han utilizado más de una vez y lo sabe.
- Los dioses... los dioses... ¡oh! Los dioses... Los dioses demoníacos más poderosos usan una puerta que hay en el Tártaro... Es la parte más profunda del Infierno, la parte de mayores horrores...Pero no podéis ir allí sin pasar por el Inframundo.
- Creo que podemos llegar a un acuerdo~
- ¿Tenéis dracmas?
- ¿Eh? ... No...
- Entonces morid, y pasaréis.
Nura lanzó un pequeño gruñido. Caronte se le volvió a quedar mirando un rato. Pasaron dos minutos, tal vez tres, y puso de repente una cara de sorpresa.
- ¡Oh! Pero si tú eres eres el Rey de los Youkais. ¡Oh! Jojojo - no parecía reírse desde hacía mucho, su risa era afónica - Los demonios por supuesto que pueden venir, faltaría más.
Sonreímos y ya nos íbamos a dirigir a la barca cuando, de un sobresalto, Caronte me señaló con cara de odio.
- ¡PERO TÚ NO ESTÁS MUERTA NI ERES UN DEMONIO! ¡MUERE O TE QUEDARÁS AQUÍ HASTA QUE LO HAGAS!
- ¡NO VA A MORIR! - intervino Nura - Es mi subordinada.
- ¿Eh? ¿Cómo? ¿Tu subordinada? ... ... ... ... - nos miró a los dos aturdido - No... No habéis hecho el ritual propio del Clan para que lo sea ¡No es nada! ¡Sois independientes!
- ¿Y eso tú cómo lo sabes? - preguntó Nura.
- Yo lo sé todo... - respondió Caronte. Parecía un auténtico psicópata. - Como los árboles...
"Está delirando" pensé. No sé si leía pensamientos pero de repente me miró como si me fuese a estrangular.
- El ritual... - repitió Nura.
Él miró hacia atrás y se acercó a un montón de rocas. Las fue examinando una por una hasta que dio con dos rocas algo cóncavas que recordaban a dos pequeñas tazas. Se volvió hacia mí y rebuscó en su manga hasta coger una cantimplora de madera. Destapó y vertió en las rocas su licor favorito: el sake.
- ¿LLEVAS SAKE ESCONDIDO EN LA MANGA? - comenté.
Nura me ofreció un vaso-roca.
- Coge. Tienes que bebértelo en medio sorbo. El otro medio lo daré yo mientras tú te termines mi taza.
- ¡NO PIENSO BEBER SAKE!
- ¡Tienes que hacer el ritual del Clan Nura! ¡Es la única forma de que salgas de aquí con vida!
- ¿!?!¿¿!¿!¿!?!? ¿YO EN EL CLAN NURA? ¿NO HAY OTRA FORMA?
Miré mi taza de sake. Observé mi reflejo en el líquido y vi que mi cara estaba más cansada y sucia que la de Nura. Eso no iba a significar nada bueno. Al parecer el poder de las sacerdotisas se volvía más débil allí mientras que el de los demonios era más fuerte.
No había otra opción. Cogí la roca-taza sin ganas y esperé a ver cómo Nura se llevaba la suya a la boca. Hice lo mismo hasta que me terminé la mitad del recipiente. Sabía extraño. Nura y yo intercambiamos nuestras tazas y nos terminamos la del otro. La taza de Nura... sabía a Nura.
Acabamos aquello que Nura llamaba "ritual" y no me sentí especialmente diferente, a parte de la sensación de pertenecer ahora al clan de demonios más importante y fuerte de la Tierra... yo, una onmyouji.
- Bien - dijo  Caronte esbozando una sonrisa malévola. Subíos a mi barca, demonios, haremos el paso de la laguna Estigia.
Nos subimos a su vieja barca. Parecía que se iba a romper en cualquier momento, y por si eso fuera poco, tropezamos y caímos en la parte trasera de la embarcación. Nos acurrucamos y "disfrutamos del agradable paseo".
- Por cierto - añadió Caronte, - bienvenidos al Infierno.





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