viernes, 1 de mayo de 2015

El juicio de la muerte

La barca de Caronte consiguió dejarnos en la otra orilla sin que acabásemos en el fondo de la laguna Estigia. Cuando Nura y yo pisamos tierra firme, Caronte literalmente desapareció sin dejar rastro.
Escudriñamos nuestro nuevo horizonte sin cielo azul, ni montañas, ni bosques, ni siquiera un bonito sol que nos calentase de aquel lugar frío, oscuro, tétrico, maligno, cruel, entre otras cosas, la siguiente menos agradable que la anterior. Aquel lugar era horrible, y mi colgante pesaba.
Caminamos sobre el duro y oscuro suelo, el cual juraría que estaba formado por trocitos de cristal negro debido a los cortes que se nos aparecían en los pies por cada pisada. Decidimos acercarnos a una multitud de gente... todos ellos con ojeras que recorrían sus mejillas y con ropas andrajosas. Vimos a un niño con este aspecto mirando hipnotizado a un gran bloque negro con un extraño símbolo de color blanco.
- Canijo~ ¿A quién estáis esperando? - preguntó Nura a aquel niño.
No contestó. Ni siquiera volteó la cabeza hacia él.
Al rato, una persona se puso tras el bloque. Estaba encapuchada, aunque le sobresalían algunos mechones de pelo verde así como su sonrisa de oreja a oreja era también visible. Sobre el pedestal dejó un gran libro viejo y sacó del bolsillo de su hábito un martillo y una balanza.
- Comencemos - dijo con una voz femenina a la vez que demoníaca. - El primer acusado que dé unos pasos hacia delante.- abrió el libro y leyó - Bill Truman.
Un señor de mediana edad se adelantó. Sus ropas parecían ser restos de un conjunto militar. La mujer encapuchada comentó:
- Mmm... leo aquí que vienes del Purgatorio... Parece que no se te cumplió tu sueño cuando vivías en la dimensión del siglo XX. Tu sueño era... acabar con la guerra de Vietnam. Un hermoso sueño ¡Con algo así no deberías estar aquí!
El hombre sonrió aliviado. Con el aspecto que tenía daba aún más miedo con aquella sonrisa. Sin embargo, la juez siguió leyendo.
- Uy~ Pero aquí pone que antes de ir al Purgatorio... no, ¡antes de ir a la guerra! Le fuiste infiel a tu esposa por una camarera mexicana de un bar nocturno. Y... ¡Hades mío! las cosas que hacíais eran recreaciones puras de cierto libro pecador en lujuria... "50 sombras de Grey" de E. L. James.
El hombre no podía estar más pálido, por lo que adoptó una tez verdosa.
- Y... -añadió la juez encapuchada - en el Purgatorio secuestraste a una chica por motivos económicos, concretamente te iban a dar una recompensa de $500000. - Hizo una pausa y levantó la cabeza - Estos son actos malos, claramente.
La juez miró la balanza. Mágicamente uno de sus platillos pesaba más que el otro, cosa que permitió a la
juez golpear el martillo.
- Bill Truman, has pecado en Lujuria y Avaricia. Yo te condeno por tus crímenes y tu mala vida POR SIEMPRE.
- ¡N-N...!
Dos monstruos le agarraron de los brazos y se lo llevaron. A la mujer encapuchada no le importó.
- ¡Que pase el siguiente acusado! ¡Margarita Velarús!
Una mujer regordita con un vestido de flores roto se acercó. Deduje que en su vida pasada no parecía una mala persona.
- Margarita... - dijo la juez tras leer el gran libro - ¿alguna vez hiciste ejercicio físico para subsanar esa gula?
- L-Lo intenté, señora... pero nunca conseguí...
- Se nota que vivías en la Castilla y León del siglo XXI pero eres más valiente que cualquier soldado de la Primera Guerra Mundial. Quiero decir, me has respondido y eso no lo suele hacer nadie, si embargo también has pecado en pereza - leyó más, - oh~ y en envidia... cada vez que una mujer se acercaba a tu marido sentías unos celos horribles y luego había discusiones.
- ¿Qué? ¿Cómo? O sea...
Se puso nerviosa. La balanza se inclinó incluso más que la del soldado de la guerra de Vietnam. La juez sentenció:
- Margarita Velarús, has pecado en Gula, Pereza y Envidia. Yo te condeno por tus crímenes y tu mala vida POR SIEMPRE.
Tres monstruos se la llevaron. La juez ya iba a pasar al siguiente pecador, pero de repente se puso tiesa.
- Huelo algo - dijo. Levantó la cabeza hacia la multitud - ¡¡¿QUIÉN ESTÁ VIVO?!!
Nura y yo nos sobresaltamos. Nos había pillado. La mujer bajó y empezó a empujar a la gente acercándose cada más a nosotros.
- ¡¿¡¿QUIÉN ESTÁ VIVO?!?! - gritó otra vez con voz de bruja loca.
Llegó a donde estábamos y por fin pudimos ver su rostro. Era pálida como el mármol y de ojos granates. En su mejilla izquierda tenía una cicatriz con forma de rayo.
- Estáis vivos - observó con cara de pocos amigos.
- Caronte nos ha dejado pasar - trató de defender Nura.
La mujer sonrió.
- Ahh... un youkai y su subordinada... sí, sí. Entonces sí.
Hizo un gesto con la mano y los cinco monstruos que venían a por nosotros volvieron a su posición detrás del pedestal. La juez preguntó:
- ¿Y qué hacéis aquí?
- Hemos caído en este lugar y buscamos una salida. Caronte nos dijo que estaba en el Tártaro.
- Oh~ jojo... salir de aquí a través del Tártaro es una de las contradicciones de este mundo... La única posibilidad de subir al mundo de los mortales es bajando a lo más profundo del Infierno. Ayyyy~! pero es la única opción... jiji... - Tras su oxidada risa me miró a mí - jiji... Qué gran pecado el tuyo unirte a un clan de demonios teniendo en cuenta tu condición de sacerdotisa... jijiji... ji...
No hizo falta que comentase nada para que la juez cambiase su cara drásticamente. De repente se quedó estupefacta. Luego ordenó a gritos con su voz de bruja:
- ¡LLEVÁOSLOS! - nos cogió y nos tiró hacia los monstruos. - ¡LLEVADLOS ANTE HADES!
Cuatro monstruos, dos para cada uno, nos agarraron con fuerza. Nura intentó forcejear pero no pudo soltarse. Este espetó:
- ¡¿Pero esto a qué viene?!
- Habéis caído desde Caetoneko ¿verdad? Apareció un vórtice en la Fortaleza del Invierno tras acabar con los dioses del Olimpo. ¡JAJA! Al final NOSOTROS hemos vencido. TENEMOS A LA PHOENIX SLAYER.
Nos alarmamos. La juez sonrió. Lo último que escuchamos de ella fue:
- ¡¡Ya está!! Lleváoslos ante Hades, el dios griego señor del Inframundo.


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