jueves, 21 de agosto de 2014

El Barco

Cada vez que lo pienso me sigo culpando a mí misma por mi debilidad pero supongo que no era mi culpa pues sólo tenía tres años cuando partí del templo del Abuelo Fu. Aquel chico tuvo que despedirse de su vida un año exactamente para llevarme a aquel famoso barco cuyo destino era Japón (y volver a su casa otro año más, por supuesto).
An era un chico encantador. Me trataba como a una emperatriz. Me contentaba estar con él y vivimos muchas cosas durante el viaje huyendo siempre del ejército. Después de un año buscándonos la vida como podíamos, llegamos al puerto de Shangai y ahí estaba el Barco.
Era pequeño y parecía algo viejo. Tenía dudas si aquello podía surcar bien el mar pero tenía que confiar en él a pesar de ser un barco ilegal. Si me encontraba el ejército imperial se acabaría todo.
An se despidió de mí con un beso en la frente.
- Cuídate, pequeñaja. Nunca te olvides de mí ni de tu país. Y mucho menos de tus raíces. Eres una chica fantástica que aunque vayas a estar sola a partir de ahora, conseguirás salir adelante en la isla de Honshu. Akame Scarlet... sé fuerte ¿sí?
Yo estaba realmente asustada sobre mi futuro, pero le sonreí con dulzura y asentí.
- Adiós, An.
Di media vuelta y me dispuse a subir al Barco. No tenía otro nombre. Simplemente se llamaba "El Barco".
Antes de zarpar me apoyé en la barandilla. An seguía allí observándome con emoción agitando el brazo. Desde donde me encontraba podía percibir su tristeza al verme allí. Yo también me sentí muy triste y una lágrima se me escapó, resbalándome por toda mi mejilla.
Cuando el Barco empezó a moverse mis lágrimas incrementaron y caí en mi propio llanto. Aquellas lágrimas eran tales que mojaban mi vestido blanco. En esos momentos, mi miedo incrementó ¿Qué podía hacer ahora en aquel barco repleto de desconocidos? ¿Qué iba a ser de mí en aquel destino que me esperaba? ¿Una niña de 4 años podría llegar hasta Tokyo sana y salva y ser criada en un templo japonés?
- ¡Hola, niña! ¿Por qué lloras?
Me volví y vi a un niño de más o menos mi misma edad pero era completamente extraño. Tenía dos ojos tan amarillos que parecían dos pepitas de oro iluminados por el Sol de media tarde, su pelo era moreno combinado con un mechón de pelo blanco. Además de eso, extrañamente su cabeza era enorme, era alargada por detrás. Eso me hizo ahogar un grito.
- ¿Por qué lloras? - repitió este.
Me estaba hablando en japonés. Al parecer a partir de ahora las clases que me daba el Abuelo Fu sobre el idioma iban a ser más que útiles. De repente caí en la cuenta de algo muy importante. Hace un año, cuando An advirtió al Abuelo Fu acerca del Barco que navegaba hacia Japón, habló de que había peligrosos demonios en el trayecto ¿Aquel chico era uno de esos demonios?
- ¿Estás triste? ¿Cómo te llamas? - preguntaba aquel niño.
- ¿Cómo te llamas tú?
- Yo soy Nura.
- Qué nombre más raro.
- ¡No es raro! ¡Me llamo así porque soy un nurarihyon!
-¿Nura... qué?
- NU-RA-RIH-YON ¡Nurarihyon!
- Nubarrón.
- ¡Nooo!
Sus ojos amarillos cambiaron de color. Pasaron del amarillo oro al... rojo sangre. Tuve un mal presentimiento. Puso cara de furia y me asusté.
-¡AHHH! ¡DAS MIEDO! - grité.
Moví mis dos brazos y (sin querer o queriendo) le eché una luz blanca. Esta le dio y salió disparado hacia atrás unos dos metros. Cuando la luz de mis manos se apagó ante mis ojos asombrados miré hacia delante y vi a Nura tirado en el suelo.
- Ups... etto... Gomenasai~ - dije arrepentida de lo que hice pero sonriendo dulcemente.
Nura se levantó jadeando y me miró con furia con sus ojos de oro.
- ¡Eres una sacerdotisa! ¡Los nurarihyons no pueden acercarse a las sacerdotisas porque son brujas malas!
- ¿Quién te ha dicho que yo soy eso? ¿De qué hablas? ¡¿No sois vosotros, los demonios, los malos?!
- Sacerdotisa vestida de cebolla ):<
- Demonio de cabeza enorme D8<
Estuvimos unos cinco segundos frente a frente lanzándonos miradas asesinas. En cualquier momento podríamos habernos lanzado uno contra el otro y tener una pelea de niños, pero un señor y una señora con cabezas alargadas se acercaron a nosotros.
-¡Nura-chan! - gritaron.
La mujer lo cogió en brazos aterrorizada al verme. El hombre la puso la mano en el hombro.
-Sólo tiene cuatro años. De todas formas debemos tener cuidado con esta sacerdotisa y no tener problemas con ella. No nos conviene llamar más la atención...
La mujer asintió y la familia se fue.
Yo me quedé en mi sitio observando al niño. Este me miró y me sacó la lengua.
Solté una maldición y miré hacia el mar enfurruñada. Desde entonces siempre odié a los demonios.






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