sábado, 30 de agosto de 2014

Profecías

Kikyo estaba más callada que de costumbre hasta que llegamos al puente que comunicaba el bosque con el Templo. Se paró en seco y mirando hacia el río que corría bajo nuestros pies habló:
- Tenía que comentarte una cosa.
- Sí. Dime.
- Me voy.
-¿Te vas? ¿A dónde?
- Este fin de semana. Me voy del Templo.
- ¿QUEEÉ? ¡Pero si no cumples los 15 hasta noviembre!
- Me ha dicho el Maestro que ya estoy preparada para seguir mi camino sola y cuidar de Kaede. Pienso que ese es mi destino y lo acepto.
- ¿Cuándo...?
- Este sábado.
- ¿TAN PRONTO? ¿No te quedarás hasta el lunes...? El lunes me voy yo...
- Gomene, Akame-chan. Tengo una misión que hacer... pero no te puedo hablar de ella.
Me miró esperando una respuesta. Su cara era la misma cara dura que cuando me vio con Hiroito muy cerca hacía un par de minutos pero escondía algo... escondía miedo. Estaba aterrada. Estaba ocultando sus miedos pero por alguna razón no confiaba ni en mí que éramos casi como hermanas.
- Lo comprendo, - me atreví a decir - pero sabes que me tienes aquí para lo que sea.
- Sí... supongo que sí.
Seguimos andando con el mismo silencio de antes hasta que abrimos la puerta principal. Me pegué un susto de muerte... estaba el Maestro Kuro delante de nosotras mirándome seriamente (daba miedo)
- Akame Scarlet Targaryen, ven conmigo.
Estaba aterrada. Sabía que me iba a echar la bronca por la katana, por llegar tarde y tal vez por pelearme con un demonio. Sin embargo, cuando entramos en su habitación encendió las velas y dijo con serenidad:
- Deja la katana en la mesa.
No sabía cómo sabía lo que llevaba envuelto en el kimono rosa pero le hice caso. A continuación examinó el artefacto cuidadosamente con la mirada.
- ¿De dónde has sacado este sable? - preguntó.
- De un pequeño mercado en el centro - respondí.
Estuvimos un rato en silencio mientras él seguía observando.
- El destino es increíble a veces.
- Perdone, Maestro pero... ¿qué quiere decir con eso? - pregunté intrigada.
- Este sable es el sable del antiguo propietario del Dragón Rojo: Gesshoku.
- ¿Eclipse lunar?
- Así es. Fue forjada en una noche de eclipse lunar... la luna sangrienta.
- Pero espere ¿Ha dicho Dragón Rojo?
- Sí. Cuenta la leyenda que hace miles de años los dragones existían y volaban por los cielos de toda Asia. Muy pocos dragones fueron domandos por distintos guerreros cuya especialidad era la katana. Este sable... perteneció a la familia de los Scarlet.
- ¿SCARLET?
- Sí. Esta katana pertenece a la familia de tu padre, es decir, te pertenece a ti.
- Pero... yo...
No tenía ni idea de cómo pudo llegar a mis manos tan fácilmente ¿sería cosa del destino como dijo el Maestro o fue que Hiroito ya lo había olido?
- Los dragones domados más importantes fueron el Dragón Rojo, Señor del fuego; el Dragón Azul, Señor del hielo; el Dragón Negro, Señor de las sombras y el Dragón Amarillo, Señor de la luz y Padre de todos los dragones. El Dragón Amarillo perteneció a los elfos... concretamente a la familia Targaryen.
- ¿MAMÁ?
El Maestro asintió.
- El destino a veces hace cosas juguetonas con nuestras vidas. Pero hubo algo que hizo que los dragones desapareciesen.
- ¿Desaparecieron los dragones?
- Por supuesto que desaparecieron ¿a caso tú has visto alguno?
- N-No...
- El Gran Fénix. El Gran Fénix acabó con la vida de todos los dragones del mundo. Un pájaro de fuego inmortal abrasó a todos los grandes señores de la Tierra.
- ¿Y ese Gran Fénix sigue con vida?
- Cuenta la leyenda que habita en la isla de Hokkaido. Muchos héroes descendientes de los domadores de dragones intentaron acabar con él pero todos fracasaron. Eres de las pocas descendientes que quedan con vida... tú decidirás vengarte del  Fénix o no.
- Si ese Fénix es tan malvado ¿por qué no arrasa todas las aldeas humanas?
- Algunos supervivientes confirman que ese Fénix está esperando algo. Nadie sabe el qué.
Me sentí como si no fuese yo misma. En tan sólo un rato de conversación me sentía una persona distinta, como si fuese una sacerdotisa que podía destruir cualquier cosa que se interpusiese en su camino.
Cuando llegué a mi habitación tiré la katana al suelo (el Maestro concluyó en que no me la iba a quitar pues ese artefacto era mío con pleno derecho a usarlo) y me senté en el arco de la ventana contemplando la Luna Creciente. Recuerdo como el aire nocturno movía mi pelo diciéndome "Niña ¿qué te pasa? Sólo tu destino es ir a por un Fénix cazadragones ¡nada más!"
Akane entró en la habitación. Yo seguía mirando a la Luna cuando yo la pregunté:
- ¿Por qué Kikyo-chan tiene que irse ahora?
- Es... complicado. Supongo que te lo tendré que contar yo porque no estuviste esta tarde... como siempre, en realidad.
- ¿Contar el qué?
- Hoy Tsubaki vino de visita. El Maestro reunió a Kikyo-chan, Tsubaki.chan y a ti.
- ¿A mí? ¡Nadie me avisó!
- El Maestro no quiso... El caso es que yo como ayudante del Maestro pude escuchar la conversación y dio bastante miedo.
Pensé en que nada podría dar más miedo que un Fénix cazadragones.
- El Maestro sabe de una profecía que os involucra a las tres... las sacerdotisas más fuertes de este Templo.
Miré a Akane incrédula. Efectivamente había algo peor que un Fénix cazadragones. Akane añadió:
- El destino de las tres sacerdotisas más fuertes del Gato Negro serán marcadas por el destino: Una caerá en la oscuridad, la otra morirá por amor y sólo la última tendrá éxito en su larga vida.
Las palabras de Akane resonaron en mi cabeza desde entonces. Sólo una de las tres tendría una vida exitosa. Yo siempre pensé que yo era la más débil de las tres siendo Kikyo la más fuerte por lo que, desde ese entonces, viví con la inquietud de qué me pasaría al final.
Llegó el día de la partida de Kikyo. Estaba realmente triste pero no lloré. Miré fríamente su figura alejándose junto a su hermana pequeña. Me acordé de cuando vi a Kikyo por primera vez viniendo hacia aquí aquel día de lluvia... Las cosas realmente cambian.
Al día siguiente se celebró mi gran despedida. Llevé un kimono rosa precioso. Es el que había elegido en ese entonces, pero poco duró. Cuando acabó la gran fiesta a la cual sólo faltaron Kikyo y Kaede (y Tsubaki terminó de mirarme mal) me fui a la cama temprano pero no conseguí pegar ojo, por lo que cogí un pergamino, me bajé abajo al salón y me puse a dibujar el kimono de mis sueños. Cuando acabé miré por la ventana. Vi el bosque acordándome de Hiroito y Nura. Pensé que a pesar de la profecía tenía que pensar en positivo y sonreír ahora más que nunca.
- Definitivamente, este traje de sacerdotisa va a molar.

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