lunes, 25 de agosto de 2014

Hiroito, el pequeño demonio lobo

No hizo falta darle el pergamino del Abuelo Fu a aquel sacerdote. En cuanto me vio, me reconoció. Me llevó a lo que viene a ser una habitación en la que iba a dormir y el uniforme de sacerdotisa. A partir de ese momento, el blanco y el rojo siempre los iba a llevar encima.
El Maestro Kuro (al parecer, se llamaba igual que el fundador, cosa que me sorprendió) me presentó a mi compañera de habitación, que era aquella chica rubia que estaba junto a él. Se llamaba Akane y era la primera chica que ingresó en la escuela de sacerdotisas. Al parecer era huérfana y nunca conoció a sus padres. Sentí mucha lástima por ella cuando supe eso, pero fue muy amable conmigo y me recibió con una sonrisa. Al parecer íbamos a ser grandes amigas.
Pasaron los meses y cumplí 5 años. El Maestro Kuro  empezó a llevarme a las lecciones de tiro con arco. Lo intenté muchas veces y no conseguía lanzar bien la flecha, por lo que iba a ser difícil seguir el ritmo del resto de la clase. Estuve practicando horas extra en el bosque más cercano... sentía que tenía que dar la talla si quería quedarme en ese sitio. No podía fallar, ni a mis padres ni al Abuelo Fu ni a An ni a nadie.
El 14 de febrero, cuando no faltaba mucho para la primavera y ya se empezaba a notar, vi a un niño extraño justo donde yo practicaba toda las tardes tiro con arco. Era un chico de piel pálida y pelo moreno que llevaba una espada a la espalda. Sus ojos a veces parecían cambiar de color, no sabía con certeza si eran grises, marrones o verdes... Me asusté mucho al verlo por lo que saqué una flecha de mi carcaj por si hacía algún movimiento extraño. En cuanto volví a levantar la vista después de poner la flecha en el arco, no había nadie. El niño había desaparecido.
- Bu - escuché justo detrás mío.
Me asusté y se me cayó el arco y la flecha. Aún me sigo preguntando cómo podía llegar a ser tan torpe.
- ¡Gomen nasai~! - dijo riéndose el chico.
-¿TE HAS TELETRANSPORTADO? - pregunté enfadada.
- ¡No! - respondió - Es sólo que soy muy rápido. Habló de forma tan orgullosa que lo mismo parecía que se pasó horas extras practicando al igual que yo.
- ¿Quién eres? - pregunté.
-Me llamo Hiroito Kireute y soy un demonio lobo ¿y tú?
Estuve un rato mirándole seriamente sin responder. Era uno de los de la raza que mataron al gato que consagraba el Templo. Sentí un nudo en la garganta, además de que su apellido no me parecía ser muy japonés. Cerré los ojos y respondí.
- Akame Scarlet Targaryen.
Cuando abrí los ojos ya no estaba delante mío y noté que mi coleta se soltó. Miré atrás y  Hiroito estaba con la cinta que llevaba para recogerme el pelo.
- Creo que estás más guapa sin coleta. Tu pelo cuando está suelto es más bonito - dijo con su sonrisa orgullosa. Hablaba como si ya me hubiera visto antes.
- Mal...di... ¡TOO!
Echó a correr, cogí el arco y la flecha que se me cayeron y fui tras él.
- ¡Devuélveme mi cinta! - gritaba histérica lanzando flechas sin acertar.
- JAJAJA ¡No eres muy buena con el arco, iiiii!
Justo cuando terminó la frase se tropezó con una piedra y cayó al suelo. Paré y me eché a reír con malicia. Por fin le tenía en mi poder.
- No eres muy buena con el arco - repitió con voz apagada.
- ¡Vuelve a decir eso y te atravieso el corazón de demonio que tienes!
Apenas me pude dar cuenta de que se abalanzó sobre mí con una rapidez inhumana y me tumbó al suelo. Él estaba mirándome con una mirada tan seria y profunda que me hizo sonrojar.
- Eres una sacerdotisa... 
- ¿Me vas a matar? 
- ¿Las sacerdotisas no podéis usar espada?
-No es algo muy usual en nosotras. Además no representa la divinidad y...
- Yo creo que debes probarlo.
Era confuso ¿como un demonio podía darme consejos de esa forma sabiendo lo que era?
Se levantó y me ofreció su mano. La acepté y me ayudó a ponerme en pie. Estuvimos frente a frente muy cerca. No sé porqué pero el corazón me iba muy deprisa. Me dio la cinta de pelo y dijo:
- Akame Scarlet. Scarlet... como el color de tu alma. Nunca lo olvidaré.
No sabía a qué se estaba refiriendo. Pero nos despedimos y nos fuimos.
En los días siguientes seguí encontrándome con él en el mismo sitio del bosque. Era extraño pero con el tiempo empezamos a ser muy buenos amigos. Practicamos juntos: él espada y yo arco. Al final conseguí ponerme a la altura de las clases del Maestro a pesar de que estaba infringiendo más de cincuenta normas sobretodo al tener un amigo demonio además de ser de tipo lobo, el clan que mató al Gato Negro... pero me daba igual... seguí quedando con él y me sentía muy bien junto a él. Era una sensación extraña que en mi mente infantil no conocía.
Pasó más de un año. Tenía 6 años y ya era una de las mejores sacerdotisas del Templo. Me sentía realmente bien... Y vino ella... Kikyo.



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