martes, 2 de septiembre de 2014

Amor ardiente

Nadie podía imaginarse cómo tenía yo la cabeza cuando estaban todos en el salón. Serví el té a una amiga sacerdotisa, a un demonio lobo, a un nurarihyon, a un demonio sombra y a una princesita neko del hielo. Creí que a Akane le iba a dar algo. Hiroito miraba a todos y cada uno de los huéspedes excepto a Akane. Rei y Blue estaban haciendo manitas. Nura estaba fumando una pipa mirándome con cara asesina cuyo mensaje era claro: "Te quiero matar pero antes tenemos que hablar". Decidí romper el hielo.
- Nura-sama ¿Qué me tenías que decir?
- Vamos a un lugar privado - dijo este levantándose de su sitio.
Le invité a entrar a otra habitación y dejó la pipa en algún lado de su kimono.
- ¿Y bien? - dije.
- Ahora sí. Quiero proponerte una cosa...
Le miré con el ceño fruncido y él explicó:
- No hace mucho descubrí que la katana que tienes es la mismísima Gesshoku del domador del Dragón Rojo. Por lo tanto deberías ayudarme con una misión importante: Matar al Gran Fénix.
"Ya estamos" pensé. Logré decir:
- Me gusta mi vida tal cual es. No tengo porqué desperdiciarla en esto.
- ¡Eres tú o nadie, Akame-chan! Los descendientes casi están...
- ¿Chaaan? ¬¬
- Sama - corrigió Nura - Akame-sama. Como rey de los yokais velo por la seguridad de los demonios.
- ¿Y ese Fénix no es un demonio?
- Es... algo horrible hasta para los demonios. Y no, no lo es. Es el Gran Fénix. Sólo eso.
Nos quedamos un rato en silencio ¿Nura estaba pidiéndome ayuda?  Tsk. "Que espere sentado" pensaba en ese momento. Me di la vuelta y abrí la puerta para ir a la habitación donde estaban todos.
- Ya te lo he dicho. Me gusta mi vida tal y como está. No quiero perderla después de todo lo que me ha costado conseguirla - sentencié.
Eché a andar dejando la puerta abierta. Escuché como esta era cerrada de un golpe y empezaba a oler al humo que desprendía la pipa de Nura. Estaba convencida de mi decisión ¿Dejar mi Templo para ir a una misión que garantizaba mi muerte? Tan temeraria no soy. No podría hacer eso a todos los que me apoyaron.
Entré en la habitación donde se suponía que estaban los demás. Sólo vi a Rei y a Blue, pero estos no se percataron de mi presencia porque se estaban besando. Decidí salir de la habitación pero la curiosidad me picó y dejé la puerta un poco abierta para ver qué estaban haciendo.
Estaban besándose apasionadamente. Rei a veces lamía el cuello a Blue y esta suspiraba. Rei tocó el muslo a Blue y ambos asintieron. Blue se pegó a la pared sacando el trasero y Rei miró debajo de su falda y... ahí dejé de mirar.
Salí corriendo. Me sentía una sacerdotisa estúpida que estaba dejando que esos dos estuviesen haciendo cosas impuras pero al fin y al cabo no era un Templo Sagrado... sólo un hogar.
Me fui al bosque de cerezos. Nunca antes había visto una escena de ese tipo ¿Eso era amor? ¿Eso era el pecado más grande que podía cometer una sacerdotisa según leí en su día? ¿Esa sensación que estaba sintiendo por todo mi cuerpo era el pecado de la lujuria?
Me paré en seco sonrojada y vi que Hiroito estaba delante mío con una expresión más pálida de la normal.
- ¡Hiroito! ¡Konnichiwa! ¿Te encuentras bien?
- Sí, sí. Estoy bien... Es sólo que tanta gente, puf.
Toqué su mano y le acaricié.
- No te preocupes. En realidad todos son buena gente.
- Ya, sí. Supongo.
Nos quedamos en silencio. Le notaba algo raro. Algo distante. Como si ya no fuese el mismo de antes. Llevábamos hacía más de dos meses sin hablar y es como si... ya no le importara tanto. Le dije con una sonrisa paciente:
- Sé que no nos vemos en mucho tiempo. A mí se me ha hecho muy difícil... según te veo parece que tú también estás algo apenado. No sé si es por mí o no pero... quiero que sepas que... echo de menos las tardes cuando éramos pequeños.
- Gomen nassai...
- No lo sientas, Hiro. Yo... Tú... Eres una persona muy importante para mí... Tal vez la que...
- No más. Gracias... tú también eres muy importante para mí y quiero protegerte de toda esa chusma.
- Hiroito... - me acerqué a su cara. Estábamos frente a frente y mi corazón me dictaba todo lo que tenía que decirle - Yo... siempre te quise.
Estábamos a punto de rozar nuestros labios y sentía su aliento... cuando de pronto me apartó.
- No puedo.
- ¿Nani...?
- No puedo. Yo también te quise desde siempre pero...
- ¿...?
- Tengo novia.
Fue en ese momento cuando por primera vez en mi vida sentí que el mundo se derrumbaba e iba a dejar más de un escombro. Cuando murieron mis padres sufrí una gran perdición, pero aquello era un explosión de dolor eclosionando en mi corazón.
- ¿C-Cómo? - logré decir intentando averiguar si era alguna clase de broma pesada.
- Akane-chan... la conocí hace dos meses y ... nos gustamos. Hemos conectado. Ella es tan amable y tan dulce... me ha calmado el alma. No sé cuánto durará esta felicidad pero es lo que siento. Yo te quise mucho y me has marcado de verdad... pero no puedo. Ya no.
Akane... mi mejor amiga de la infancia bondadosa y anti-demonios era la novia del chico que tanto soñaba estar con él. En ese momento sentía tristeza, rabia, ira, humillación... de todo.
Para mejorar las cosas comenzó a llover. Salí corriendo y me quedé sentada en una piedra al lado del río.
Estaba llorando desconsoladamente. No me estaba importando mojarme... mis lágrimas eran más pequeñas en ese momento. Veía caer las gotas de agua en el río... sentí soledad y frío... mucho frío en agosto.
Al otro lado del río les vi. A Hiroito y a Akane juntos hablando como si se conociesen de toda la vida. Nunca me imaginé que vería tal escena... Al parecer Hiroito estaba contándole una cosa importante. Cuando este acabó, Akane pareció triste y preocupada... Tal vez un poco enfadada. Sin embrago se dieron un beso... el beso bajo la lluvia de su vida y yo ahí viendo las gotas chapoteando contra el río. Puse una cara de furia
- Rubia... - murmuré.
Me levanté y con paso firme fui al Templo. Abrí la habitación donde estaba Nura y le dije:
- Acepto la misión.
Nura dejó la pipa como si no se sorprendiese de lo que estaba pasándome.
- Estás toda empapada... No quiero que vayas así a ninguna parte.
- He dicho que acepto.
- Entiendo que tengas el corazón roto pero...
- ¿Y TÚ QUÉ SABRÁS?
- Conozco esa cara. Veo más de lo que crees. Anda... deja un día o dos al menos hasta que se te pase y...
- No. Mañana saldremos hacia Hokkaido. Me da igual lo que me digas.
Nura me miraba con el ceño fruncido y yo con la cara más tenebrosa de las que sabía poner. Nura sonrió y extendió el brazo hacia mi hombro diciendo:
- Cuento contigo, sacerdotisa de cebolla.



No hay comentarios:

Publicar un comentario